XXV: Justicia poética

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Brianna

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Hace un par de días le di la noticia a Daeron de que estoy embarazada, no puedo estar más feliz por eso, pero su actitud sigue siendo la misma para conmigo. Y aunque en ese momento se acercó a abrazarme y sus ojos lagrimearon, en cuestión de segundos volvió su frivolidad. No sé qué hacer para que entienda que nada sucedió con Frédéric, aunque por fuera parezca que sí.

No tengo pruebas tampoco en contra de mi madre y no puedo basarme en una suposición. Ella no lo niega pero tampoco lo acepta, cuando la enfrenté lo que hizo fue burlarse de mí con la ironía que la caracteriza. Creo que puedo conseguir una solución para aplacar el carácter de mi madre, me encuentro en mi despacho, redactando la carta que enviaré hoy mismo.

No entiendo porqué no acepta que Daeron es mi presente y Frédéric es mi pasado, a pesar de que estoy en una disyuntiva, que se debe solo a que no quiero perder mi reinado en Francia.

Me han informado que en las últimas semanas, luego de haber escuchado sobre las Valkirias, varias mujeres han comenzado a alistarse en el ejército. Así que mi proyecto va viento en popa, actualmente contamos con cuarenta mujeres más, aparte de las Valkirias, ellas se encargan de entrenarlas, al igual que mis capitanes también las entrenarán.

Quiero formar guerreras como ese grupo de nórdicas y danesas, que son sanguinarias y fieles, pero también quiero que aprendan técnica, orden y disciplina como mis soldados. Mi meta es formar un mismo ejército comprendido por hombres y mujeres, donde sean tratados todos por igual y jerárquicamente ambos géneros puedan aspirar a cargos altos.

Respiro profundo y coloco el sello de mi anillo después de vertir la cera roja debajo de mi firma. Le entrego la carta a Courtois para que la envíe inmediatamente y vuelvo a mis actividades diarias, voy al salón del consejo de guerra para estudiar mis planes y estrategias. Cuando escucho que tocan la puerta suavemente.

—Adelante. —Digo sin dejar de mirar el mapa y el libro sobre la mesa.

La puerta se abre y subo la mirada para encontrarme a Frédéric, su rostro aún está inflamado y enrojecido por los golpes, me da pena verlo así.

Mon ange —me mira entristecido—, ¿podemos hablar un momento?

—Hola Freddy. Claro —me levanto para caminar hacia la salida—. Ya necesito estirar un poco las piernas.

Últimamente me incomoda estar demasiado tiempo sentada. El doctor Veltiem me recomendó dar caminatas de vez en cuando para que no se comiencen a hinchar mis articulaciones.

Salgo del salón y él me sigue, colocándose a mi lado, vamos al jardín para caminar por los alrededores.

—No sé que sucedió ese día —por fin habla, después de tomar una profunda respiración—. Pero lo lamento mucho, yo jamás quisiera ponerte en una situación así que pudiera manchar tu reputación. Tú sabes muy bien que yo nunca te haría daño, y aunque quiera estar contigo, no podría confabular para que tú lo estés conmigo.

La verdad es que jamás he dudado de Frédéric.

—Freddy, yo sé que eres un alma pura —le sonrío sin mucho ánimo—. Jamás serías capaz de dañar a nadie, así sea tu enemigo.

—Aunque creo que a Von der Meyer si le daría un buen escarmiento —también sonríe con gracia—. Hizo de mi vida una tormenta tortuosa esos meses que me apresó.

—Bueno sí —admito—, pero Von der Meyer es mío eh —bromeo, con un poco de verdad en mis palabras—. Esa venganza me pertenece.

Ambos reímos ligeramente, me detengo por un segundo y Frédéric también lo hace unos pasos más adelante, voltea a verme confundido.

Kingdom: Fire will Burn [Fire II] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora