XV: Ciervo de Dios

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Brianna

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Realmente intento mantener la cordura, pero este tipo de acciones me desestabilizan. Es imposible mantenerme calmada o poder cerrar por lo menos un ojo después de lo acontecido la noche anterior. Tamborileo mis uñas contra la mesa de mi oficina, suspirando ampliamente por la preocupación. No pude dormir nada, pensando en lo que pudo haber sucedido si hubiera ingerido esa copa de vino.

No me cabe duda alguna de que esto lleva el sello Von der Meyer por donde lo vea. Este infeliz se ha convertido en un dolor de cabeza contínuo, le sumo otra raya a mi venganza contra él.

Conmigo se encuentran Raimond, Bástian, Frédéric, Uther y el capitán Lacroix. Daeron está con Zanet, intentando hacer un retrato hablado del hombre que vio.

—Necesito que busquen entre los papeles de registro de empleados, los perfiles de todas las personas que trabajan en el palacio y pasen lista —les pido seriamente—. Seguramente algún alemán quedó infiltrado cuando retomamos Francia.

Y me reprocho mil veces por no haber hecho esta inspección desde un principio. ¿Cómo pude ser tan confiada? Es que nunca había tenido enemigos de este índole.

—Corroboren que sean realmente las personas que están en la lista. Pidan su certificado de nacimiento original para comprobar que cada quien sea verdaderamente empleado antiguo —les ordeno—. Y si han contratado nuevo personal deben hacérmelo saber primero. Nadie entrará al palacio sin previa autorización, los únicos que podrán dar permisos para el ingreso serán Frédéric, Raimond, Daeron, Courtois o mi persona. ¿Entendido?

Son las únicas figuras de autoridad en las que confío.

—Claro que sí, mi Reina. —Acepta mi Alférez Real.

Todos asienten.

—Ya he ordenado a preparar un batallón para buscar al malnacido. —Expresa Frédéric con seriedad. Luce molesto.

—Solo falta el retrato para comenzar con la búsqueda. —Comenta Lacroix.

—Aquí está —entra velozmente Daeron con la hoja en su mano, se la entrega a Raimond con rapidez—. Saldremos de una vez. No hay tiempo que perder, podría estar huyendo ahora mismo.

—Tiene razón —admite Frédéric—. Andando.

¿Andando? ¿también irá? Me sorprende que vaya a hacer eso.

—¿Y qué vas a hacer? ¿estorbar? —Espeta Daeron, ofuscado.

Le lanzo una mirada seria, reprendiéndolo. No puede avergonzar al Rey de Francia frente a tantas personas. Ambos se deben respeto ya que ambos son monarcas.

—Bueno, bueno. —rueda los ojos—. Vamos entonces —se retracta—, deprisa.

Todos se retiran de la oficina sin chistar, entran Lihena y Zanet para sentarse frente a mi escritorio.

—¿Cómo se encuentra? —inquirió Lihena.

—Abrumada —hablo con sinceridad, exhalando—. De no haber sido por ti, Zanet, en este momento estarían en mi funeral en lugar de estar hablando conmigo.

Kingdom: Fire will Burn [Fire II] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora