23 "Despierta Verónica"

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Verónica

Es... extraño... me siento agotada... ¡esperen! ¿Estoy pensando? ¿Así funciona esto? No creo que debería escuchar mis pensamientos...

Una potente luz me encandila, es tan radiante que debo levantar mi brazo para tapar mis ojos – ¡alto! Hace un momento no podía ni sentir mi cuerpo y... ¿ahora puedo usar mi brazo? ¿Qué está pasando...? –

Abro levemente mis ojos y parpadeo varias veces, para que mi pobre retina se acostumbre a los rayos del sol, al abrirlos por completo, veo un hermoso cielo azul, decorado con esponjosas y lindas nubes, como si de un cuadro se tratase; dejo caer mi brazo sobre el... – ¿césped? Cómo llegué a estar sobre césped – muevo mi cabeza hacia un lado y toco con mis dedos, la suave hierba verde en la que estoy acostada; me apoyo en mi brazo izquierdo, para tratar de sentarme, y me doy cuenta, que traigo otra ropa puesta; llevo un hermoso vestido blanco, hecho de capas de tul color perla, largo y entallado en la cintura, un corpiño de corazón con flores blancas alrededor, y dos lindas mangas cortas semitransparentes.

Me levanto por completo, y admiro el vestido – es fascinante, pero... en que momento me cambié, no recuerdo haber traído este vestido – tomo la cola del vestido, y la muevo con ritmo, viendo cómo se eleva con la leve brisa. Me doy cuenta, que no me siento adolorida, estoy limpia, y no hay rastros de haberme caído – ¿estaré soñando, o este es el cielo? Si es así, pues es hermoso –

Subo mi mirada; al horizonte, veo varios árboles, y un río algo alejado; me sorprendo al reconocer el lugar donde estoy – el valle de los reyes... – digo casi sin aliento, por mi asombroso; es un valle muy hermoso, pero no logro comprender que hago aquí, y por qué este lugar está tan... ¿limpió? No hay árboles estorbando, ni grandes arbustos, las ramas y copas de árboles no tapan la hermosa luz solar... es como si estuviera viendo el valle, antes de que se convirtiera en un bosque salvaje

Escucho un agudo y dulce silbido, proveniente de uno de los árboles, elevo la cola del vestido con mis manos para descubrir mis pies, y como niña pequeña, corro hasta el árbol; me paro en seco al notar un pequeño cardenal rojo posado sobre una de las ramas, cerca de la copa del árbol; el ave canta de manera majestuosa, mientras su pecho se hincha; me quedo un rato escuchándola, como si fuera la cosa más fascinante, en un momento deja de cantar, abre sus alas, y se eleva, alejándose del árbol – espera! No te vayas! – tomo nuevamente el vestido y corro tras el ave, no estoy muy segura de por qué estoy persiguiéndola, pero sinceramente no me importa mucho, y prefiero perseguirla, que quedarme aquí sola.

El cardenal vuela libremente por encima del valle, y toda la grama verde parece abrirse delante de mí, como si ese pintoresco y emplumado punto rojo dejara una estela de camino abierto detrás de él, para que lo siguiese. Mientras corro, me siento ligera, es como estar sobre nubes y nada importara; pequeñas mariposas, salen revoloteando de las flores; mientras corro, me veo rodeada por estas lindas aladas llenas de colores.

Sin darme cuenta, el ave empieza a internarse en una parte del valle con más árboles, la luz solar se hace más imperceptible, y las pequeñas mariposas que me acompañaban, ahora llenas de pavor, vuelan nuevamente a su lugar de origen, dejo de correr y veo de lado a lado, donde se pudo haber metido el ave; suelto el vestido y comienzo a caminar, paso por algunos árboles bastante altos y espeluznantes, escucho nuevamente aquel silbido, y voy hacia el; quito varias ramas de mi camino, que están en el suelo, y la encuentro, ahí en un arbusto algo grande y frondoso, una de las alas del ave, terminó atrapada. Me acerco a ella, y la tomo con suma delicadeza, para que no se asuste ni se haga daño.

–Tranquila, ssh...le digo con voz dulce, trato de sacarla pero pareciese que las pequeña ramas la halaran más y más; comienzo a arrancar aquellos tallos que le hacen daño, en eso, de cada rama comienzas a salir espinas, gruesas y puntiagudas, y como si defendieran algo que es suyo, aquellas ramas envolvieron a la pequeña ave, la suelto al sentir las espinas pinchar la piel de mis manos; el ave estaba completamente atrapada, al saber que iba a morir, cantó una última vez, pero sonaba triste, menos dulce, y más devastador. Fue arrastrada poco a poco al interior del arbusto, hasta desaparecer por completo; veo la escena con horror, pero decido no rendirme, meto mi brazo dentro del arbusto, y comienzo a buscar con mi tacto, alguna señal del pequeño cardenal; sin previo aviso, siento como las ramas de aquel arbusto espinoso, comienzan a envolver y puyar mi brazo, desesperadamente trato de salir de ahí, pero el arbusto no me suelta, y aprieta más.

Alma De Hielo Fuerza De Fuego [ Libro 1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora