Capítulo 2. *

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ᴍɪ sɪʟᴇɴᴄɪᴏ ᴛᴇ sᴀʟᴅʀᴀ́ ᴄᴀʀᴏ.

Ya eran las 5:40 de la madrugada, faltaba poco para que el sol saliera y el rubio oxigenado se fuera. Había algo que no me dejaba dormir, bueno en sí, era alguien. El puto no se calló en toda la madrugada y aún seguía hablando, solo que esta vez no era conmigo, estaba al teléfono hablando con, Dios sabe quién, mientras él hablaba yo me permitía verlo detalladamente.

Es guapo, hay que decirlo, tiene unos hermosos ojos azules que enamoraría a cualquiera. Su cuerpo no se detalla muy bien, ya que tiene una sudadera bastante grande, pero se ve que va al gimnasio seguido, tiene una nariz perfilada. Su cabello es rubio tirando a castaño esta totalmente desordenado. Es mucho más alto que yo, debe medir 1'90 o así, tiene labios gruesos, hay un piercing al costado de su labio y otro en su nariz en la parte derecha.

Me gusta verlo. Sobre todo sus ojos, son magnéticos, tienen algo que te impiden dejar de verlo.

- Si me sigues mirando así, voy a pensar que te gusto, en serio, me siento acosado.- Dice mirándome de reojo mientras tapa el micrófono de su teléfono para que no se escuche lo que acaba de decirme.

Yo solo me limito a rodar los ojos y mostrarle mi hermoso dedo del medio. Él repite mi gesto con su mano, pero no la mantiene quieta, sino que la sube haciendo un gesto obsceno...

Me levanto de mi preciada cama, porque sí me acosté en ella, ya que hacía un frío del demonio. Se nota que se acerca el invierno.

Me dirijo al baño de mi habitación para lavarme los dientes y mi cara, tengo unas ojeras inmensas y oscuras. Yo quería desvelarme leyendo un libro, no aguantando a un puto psicópata.

Una vez lista salgo del baño y puedo ver qué no hay nadie, ya no está.

¡El rubio oxigenado se fue!

Grito mentalmente y festejo, me pongo a bailar y luego me sobresaltó cuando una mano tira de mí con fuerza.

- Eres rara, ¿lo sabes, no?- Dice con una sonrisa burlona. Está en mi clóset, el cual es como una pequeña habitación. Estamos muy cerca, su cálido aliento choca con mi cara.

- Aún sigues aquí.- Digo rodando los ojos y al parecer mis palabras hacen que él reaccione y me suelte el brazo.- ¿No sabes lo que es el espacio personal?- Pregunto alejándome de él.

- ¿Te pongo nerviosa, Blair?

Ruedo los ojos y le muestro el dedo del medio.

- Ni en tus mejores sueños lograrás ponerme nerviosa, puto psicópata.

Él rueda los ojos y sonríe negado con la cabeza.

- No soy un psicópata, ni sé por qué me llamas así.

- Hombre, es que colarte en una casa ajena y actuar como si nada, es lo más normal del mundo, se hace seguido.- Digo con cierto sarcasmo en mis palabras y él solo suelta una carcajada.- ¿Solo sabes reír?

- ¿Y tú solo sabes estar amargada? Dios hubiese preferido entrar en la casa de un asesino, sería más entretenido.- Dice rodando los ojos y con tono cansado, al final suelta un pequeño y casi audible bufido.

El gran engaño (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora