XXIX

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Hanabi

-Quiero confiar en que sabes manejar esta cosa y no corremos ningún tipo de riesgo de chocar…- murmuré dejando la mochila en el asiento trasero.

-Confía en mí, nena. No dejaría que te pase algo de nuevo.- agarró mi mano con una suya para subirla a sus labios y besarla, dejando un rastro húmedo en su dorso. Le devolví el beso y después de darnos uno en la boca por fin arrancó el auto, rumbo al hotel en el que pasaremos todo el fin de semana.

Del viaje no puedo decir mucho la verdad. Fue tranquilo, con conversaciones, bromas y canciones mal cantadas de por medio. Lo más relevante fue descubrir que a mi novio le gusta P!nk y es increíble saber que tenemos el mismo gusto en la música. La playlist combinada de ambos tenía desde canciones en rusas (me gustan unas cuantas) hasta heavy metal, causándonos risas cuando de una canción triste, pasaba a una que era demasiado animada.

La duración fue de tres horas y media, algo largo, pero gratificante una vez llegamos al lugar. Había escogido este sitio con razones, entre ellas la gran privacidad que tiene y el que sea colaborador con un refugio de animales, teniendo un área para poder convivir con ellos. Nuestro paso por la recepción fue corto y en nada estábamos dejando las maletas en la habitación, que era honestamente, un poco más grande de lo que pensé.

-Aaaaahhhh, estoy muerta… Por favor, la próxima vez hagamos el viaje en un tren bala.- me quejé, sintiendo el cuerpo pesado por las horas sentada sin poder estirar las piernas. Estaba sentada en la cama, apoyada con mis brazos mientras subía la mirada. El techo no tenía nada diferente o único, pero estaba algo nerviosa por la tensión que se respiraba en la habitación.

-Como ordenes.- su tono bromista me hizo hacer un puchero, antes de dejarme caer a la comodidad del colchón. -Hanabi… ¿Estás feliz?-

-¿Mmm…? ¿Ahora mismo?- lo miré desde el colchón, acariciando su cabello cuando nos acomodó en la cama. Ahora estaba en el centro, con él besando continuamente la zona de mi pecho y abdomen.

-Sí, conmigo en general. Con nuestra relación.- su boca subió hasta la mía, esperando mi respuesta.

-Nunca he sido tan feliz, Keisuke. Te amo, mucho.- no hicieron falta más respuestas, pronto nos empezamos a besar, acariciándonos un poco hasta que el asunto comenzó a calentarse.

-Te amo también Hanabi, mucho, mucho, mucho.- reí cuando empezó a besar todo mi rostro, haciéndome cosquillas.

Narrador

Los labios de ambos, rojos y hambrientos, se alimentaban de los contrarios con tanta energía que parecía que querían devorarse. Sus manos, traviesas y suaves, acariciaban todos los rincones perfectamente conocidos.

-Eres tan hermosa… Una diosa bonita.- la voz ronca del hombre rozó la oreja de la chica antes de que, con todo el amor del mundo, empezó a dejar besos y caricias en todas las cicatrices que, por culpa del accidente, habían quedado en su piel.

-No lo digas… Joder, no digas eso…- casi sonaba a un ruego y realmente lo era. Para la chica, sentirse tan jodidamente descubierta y no solo de forma física.

-Lo digo porque es verdad. Eres una diosa Hanabi, una mujer preciosa.- Baji era consciente de todas las inseguridades físicas que, los comentarios malintencionados, habían creado en la preciosa mujer que es su novia. Él realmente no lograba comprender como las personas pueden ser tan imbéciles. ¿Qué tienen que opinar ellos en el cuerpo de otra persona? No es su puto problema.

-Keisuke… fóllame, por favor… Hazme olvidar hasta mi nombre.- el nombrado rió por sus palabras, su chica es realmente directa, pero así la amaba y joder que lo hace.

-Como ordenes, mi diosa.- y fue lo último que se mencionó en aquel momento.

La camiseta de ambos desapareció antes de percatarse de aquello, volviendo al ritmo acelerado de besos que llevaban antes. Las tetas de la chica eran amasadas como masa suave de pan por una de las manos del chico, pues la otra le sirve de apoyo para mantener el equilibrio. Con un poco de ayuda por parte de la contraria quitaron la prenda íntima superior (pues aún no se aclara con cómo se sueltan esas cosas) y siguieron con lo suyo.

Cada marca, cada cicatriz y estría, cada lunar y peca fue besado, acariciado y adorado por el ser humano que más suertudo se consideraba en ese momento. Baji Keisuke pensó en ese momento que, en su vida pasada, probablemente salvó al mundo o sirvió de sacrificio para la felicidad de este, porque era imposible que un simple humano como él pudiera contemplar de primera mano la belleza subliminal de la mujer que le permitió ser su pareja.

La ropa siguió desapareciendo, lanzándose en el aire como pétalos de dientes de león. Los roces no faltaron, los besos y mordidas tampoco. Para antes de empezar con algo más los muslos de la pelinegra estaban repletos de mordiscos y marcas de presión de manos. Sus pezones erectos y húmedos después de que la lengua rojiza del mayor se recreara con ellos un buen rato, apretándolos con dos dedos e intercambiando de vez en cuando el montículo que recibía cada atención. Jadeos, suspiros y gemidos formaban una sinfonía digna de Beethoven o Mozart, solo que esta solo tenía de público a dos personas, que ven el mundo entero en la otra.

-Hanabi… Quiero hacerte el amor…- susurró contra su cuello, acariciando su piel erizada con su aliento, dejando un rastro caliente que después se transformó en saliva cuando su lengua mojada se paseó por allí.

-Keisuke… Si con eso quieres decir que quieres ir lento voy a matarte.- se escuchó una risa, ronca y agradable, música para los oídos de la mujer y de todo aquel afortunado en escucharla.

-Tranquila… Me encargaré de dejarte más que satisfecha.- susurró contra su oído, bajando con un camino de besos hasta su zona favorita, la rosada entrada caliente que en más de una vez disfrutó hundirse. -Aunque probablemente terminaré siendo yo el más satisfecho.-

FattyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora