XII

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Baji

Fue imposible dar con Hanabi el resto del fin de semana. No contestó ninguno de mis mensajes y tampoco mis llamadas, incluso fui a su casa, pero nadie contestó después de largos minutos tocando la puerta. Lo admito, me sentí horrible todo ese tiempo pues la idea de haber arruinado la poca relación que construí con la chica hizo mella en mi conciencia. Según Chifuyu estuve deprimido e insoportable, pero él no lograba entender mi sufrimiento. Lo que más me molestaba era que se riera en mi cara cuando exclamaba que Nakamura ahora me iba a odiar.

Ya era lunes y a duras penas mi madre y el bastardo al que llamo mejor amigo me sacaron de mi cama, arrastrándome hacia la escuela. Mis ojos estaban fijos en el suelo e incluso ignoré a la banda de estúpidos a la que pertenezco. No tenía nada de ánimo o al menos fue así hasta que una mano suave y gordita rodeara mi muñeca.

Me giré de inmediato, esperando que mi cerebro no me engañara y efectivamente no lo hizo. Nakamura Hanabi, la dueña de mi depresión y mis suspiros estaba agarrándose de mí mientras recuperaba el aire. Es tan bonita, con los cachetes rojos, la respiración agitada y pequeñas gotas de sudor bajando por sus mejillas. Mis ojos solo se alejaron del panorama cuando el enano de piernas duras se atravesó en mi campo visual, moviendo sus cejas de forma sugerente.

-Baji-kun, quiero hablar contigo.- nuevamente la chica me alejó del mundo con sus palabras, dejándome desarmado ante su seguridad ficticia. Aunque me miraba a los ojos su agarre en mí temblaba y sus orejas estaban notablemente rojas.

Quise huir, mentir sobre un compromiso y desaparecer de la faz de la tierra, pero la única forma de soltarme de sus manos era con un movimiento brusco y nunca me permitiría dañarla. Conmigo siguiéndola me arrastró hacia un sitio un poco algo alejado del resto de estudiantes y no se detuvo hasta asegurarse de que solo unos pocos alumnos estuvieran a nuestro alrededor.

-Bien, necesito aclararte algunas cosas.- comenzó, sujetando mis manos con la suavidad que solo lo hacía mi madre, huyendo de mis ojos aunque estos están fijos en ella. -Chifuyu me contó que estuviste llamando y mensajeando a mi móvil, pero perdí la línea la noche del día que salimos y no tuve forma de avisarte porque no tengo el número de tu casa.- vale, aquello sonaba demasiado creíble. Más si tengo en cuenta de que Matsuno me confesó haberse pasado por casa de Hanabi el domingo. -Estuve todo el día de ayer con Arata y su madre biológica y por tanto no estaba en mi casa cuando tocaste mi puerta. De hecho me encontré con Chifuyu cuando él estaba a punto de irse de mi pasillo y fue solo porque se me había quedado el uniforme pues ni dormí ahí.- me sentí estafado. Chifuyu me había dicho que no se cruzó con Hanabi cuando yo le comenté que no la había visto. Ese bastardo me mintió.

-Yo… perdón por lo que…- cuando noté que ella no tenía nada más que decir procedí a disculparme, pero ni pude terminar la primera frase.

-No te disculpes pensando que no me gustó lo que hicimos o que hiciste algo sin mi consentimiento.- aquello me sentó como anestesia a mis preocupaciones, permitiéndome soltar un suspiro de alivio que la hizo mirarme por fin, aunque con burla. -No tomé nada que me impidiera reaccionar o detenerte, estaba en todas mis cabales y fui yo quien te devolvió el beso. No me arrepiento de nada que hicimos el sábado y si soy sincera me gustaría… repetirlo… algún día… ¡Solo si tú quieres claro!- su volumen fue bajando a medida que hablaba y me obligó a tener que acercarme para poder escucharla. La peor decisión que tomé ya que su grito llegó directamente a mi oreja y me asustó. -Perdón…- su disculpa fue acompañada de carcajadas mal escondidas, pero que salieron a la luz una vez vio mi rostro. ¿Qué tan espantado me ví?

En fin, no tardé en acompañarla en las risas, abrazando su cintura con fuerzas. Incluso la cargué y le hice dar vueltas que la obligaron a rodear mi cuello con sus brazos y la felicidad me llenó. Cuando la dejé en el suelo me quedé con el rostro escondido en su cuello. No puedo negarlo, sentí como si todos los pesares del domingo desaparecieran como el castillo de arena que hacíamos muy pegado al mar de niños. Estaba relajado, tranquilo, feliz. No encontré ninguna palabra de mi pequeño diccionario mental que describieran la euforia que sentía, misma que me forzó a juntar nuestras bocas en otro beso como los que nos dimos en la oscuridad de su sala.

Mis labios y los suyos no encajaban a la perfección como los estúpidos mangas shoujos de Chifuyu dicen. No somos dos putas piezas de un rompecabezas que espera a ser armado. Somos simplemente dos personas que se quieren, dos personas que disfrutan de la cercanía del otro, dos personas que olvidaron al resto del mundo por unos segundos.

Narrador

-¿Debería gritarles que se consigan un cuarto?- cierto enano de cabellos rubios se apoyó en una teñida que al igual que él y el resto de sus amigos estaban escondidos en los arbustos más cercanos a la escena.

-No te atrevas o te dejo sin mimos por un mes.- la amenaza fue escuchada y de inmediato Manjiro fingió cerrar su boca con una cremallera.

-Dominado.- bromeó otro teñido de ojos dorados, recibiendo un golpe en la nuca por cierto chico de cabellera plateada.

-Cállate Kazutora, intento oír algo.- un, vieja chismosa, fue su respuesta, pero nadie volvió a hablar hasta unos segundos que el propio Mitsuya interrumpió. -Necesito hacerle un uniforme a la medida o voy a terminar llorando de impotencia.- Su pareja le consoló con ligeras palmaditas en la espalda, asintiendo ante sus palabras. Hakkai es demasiado alto, sabe lo incómodo que es tener que usar prendas más pequeñas a la que necesitas. Es como si tus órganos se comprimieran y la respiración se le cortara. Aunque por las vistas a la gordita le estaba quitando el aire otra cosa.

-¡LOS ESTOY ESCUCHANDO ANIMALES!- Mierda, ni siquiera dudaron en mandarse a correr, siendo perseguidos por un Baji avergonzado y furioso. Detrás solo quedaron Akira y Hanabi, riendo de las tonterías de los chicos.

-Si te hace algo lo mato.- la rubia fue la primera en acercarse y apoyarse en su amiga de la infancia, feliz de su situación.

-Si me hace algo malo yo misma sé cómo desaparecer su cadáver.- comentó la gordita, riendo ante la veracidad de sus palabras. Leer historias de criminales y ver documentales de asesinos es educativo.








En recompensa por el capítulo algo corto de ayer les traje uno un poco más largo para que disfruten uwu

No tengo mucho más que decir, espero que les haya gustado. Pasen buen/a día/tarde/noche, les adoro <3

FattyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora