Hanabi
Los días posteriores se me hacen aburridos. No es que siempre deba pasarme algo bueno o interesante, pero ciertamente mi vida estaba volviéndose monótona. Los exámenes eran cada vez más constantes y las horas que debo de dedicarle al estudio también fueron en aumento. Si a eso le agregamos el tiempo que pasaba ayudando a Arata a estudiar, el que le debo dedicar a mi novio y a mis amigos, termino con poco tiempo para mí y mis propios hobbies. El orden siempre es aburrido y aunque me haya acostumbrado a él no significa que no quiera a veces cambiar la rutina.
Además, estas fechas no son las mejores para mi familia. Principalmente para la poca que me habla por parte de mi padre. Pronto tendría que ir de vuelta al cementerio y aquello sinceramente me provocaba asco. Adoro visitar a papá, pero en estas fechas siempre coincido con alguien de su familia y el de por sí día amargo termina volviéndose peor que el vinagre.
Es domingo, tengo dos exámenes mañana y en vez de quedarme en casa estudiando estoy comprando flores en la tienda cerca del cementerio. Sé que lo que pase entre rejas va a ser desagradable, de hecho, ya estoy mentalizada para posibles escenarios donde vuelvan a echar a mi ¨otra familia¨ de este lugar de descanso eterno. No los culpo, sé que es difícil superar la muerte de alguien amado, pero mi madre y yo también sufrimos.
Por suerte cuando llegué a la tumba de mi progenitor ninguno de los animales a los que él llamaba familia había llegado así que aproveché el momento para contarle sobre lo que había estado haciendo últimamente. Ignoraba el ruido a mi alrededor, casi como si en ese preciso instante solo existiese la fría lápida y yo, pero me fue imposible no percatarme de los altos gritos reconocibles, pertenecientes a los miembros de la Touman. Aún así ni siquiera me levanté a saludarlos o me giré a verles por dos razones fundamentales: mi tío y mi prima acababan de llegar a la tumba y me daba vagancia.
Narrador
El aniversario de muerte de los padres Sano no es particularmente triste para los menores de la familia. Ni Mikey, ni Emma y mucho menos Izana tuvieron la oportunidad de compartir momentos con el matrimonio fallecido hace quince años. Sano Makoto, el mayor conejo que Tokio tuvo la oportunidad de conocer, terminó muriendo de alguna enfermedad de la que solo el mayor de la familia recordaba el nombre. Una enfermedad por suerte no hereditaria y que les había dado la justificación perfecta para hacer un picnic frente a la tumba todos los años.
A veces eran solo los Sano, pero en varias ocasiones (como esta) el resto de la pandilla del menor de los chicos de la familia se terminaban colando en el plan solo porque sí. No molestaban realmente así que Shinichiro nunca tuvo la necesidad de negarse a las visitas de ellos. Incluso en ese momento, cuando estaban siendo igual de ruidosos que siempre, el nivel máximo de volumen no se excede de lo aceptable. Eran niños, pero muy conscientes.
Al ser el mayor, junto al filipino, era el encargado de mantener cierto orden, pero ni él mismo pudo evitar unirse a las bromas cuando su pequeño hermano reconoció a lo lejos la silueta de la novia de Baji Keisuke, chica a la cual tuvo oportunidad de conocer y debe de admitir que le agradó demasiado.
-Yo digo que deberías ir a saludarla.- opinó el rubio más bajo de los presentes, mordiendo la cabeza del pescado relleno de chocolate, manchándose la comisura de los labios.
-Cállate, no voy a interrumpirla. Ella no me dijo que vendría, capaz que no me quiera ahí…- nadie había visto nunca tan inseguro al azabache amante de los gatos, ni siquiera las dos pulgas que siempre estaban con él (Kazutora y Chifuyu)
-Tal vez simplemente se le olvidó, Baji-san. Siempre puede acercarse a preguntar…- Matsuno Coraje Chifuyu siempre daba malas ideas, eso lo tenían claro todos, pero a veces su mente se ilumina (como ahora) y termina soltando algo coherente.
-Quizás… Mejor después, está hablando con gente y no quiero interrumpirla…- apenas dados tres pasos el de ojos plateados retrocedió y le dio la espalda a la dirección de su pareja, recibiendo miradas de incredulidad.
-Ahora que lo pienso…- el pelinegro de mechas rubias empezó a hablar, moviendo la nariz cuando un pelo quedó estorbando en su visión.
-¿Tú piensas?- las voces perfectamente sincronizadas de los presentes hizo que la vena sobre la ceja del Hanemiya se tensase unos segundos antes de que, con una inspiración onda, el mencionado agarrase paciencia. Su terapeuta le recomendaba hacer eso siempre que siente que va a perder el control.
-Sí, pienso, idiotas.- Rodó sus ojos y se cruzó de brazos, maldiciendo internamente a sus amigos antes de seguir hablando. -En fin. Baji, ¿has llevado a Hanabi a quemar autos como una cita? Te veo capaz…- la poca fé en el futuro dueño de una tienda de mascotas le había hecho indignarse al punto de imitar las poses exageradas de los actores de comedia: la boca abierta demasiado, una mano en el pecho y la otra en la cintura y la espalda ligeramente curvada hacia el centro.
-Si es que son imbéciles. Obvio que no Kazutora, no soy idiota.- el gruñido/bufido salió desde lo ronco de la garganta del realmente indignado Keisuke, pero en vez de provocar miedo o arrepentimiento por la pregunta, terminó recibiendo risas altas de todos (menos Izana, a ese nadie le quita la cara de culo que tiene) los presentes.
Las bromas referentes a lo poco romántico que imaginaban los pandilleros a su amigo siguieron un rato mientras que la conversación en la lápida ajena se hacía cada vez más tensa, aunque al parecer no llegarían a los gritos esta vez…
Capítulo nuevo después de una semana donde las ganas de morir me consumen :'v odio las mates, no le encuentro el valor a mi vida y voy a hallar el de la x

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Fatty
FanficOye nena, manda a todos a la mierda, mueve tu cuerpo y muéstralo cómo gustes. No tienes que gustarle a otros, solo a ti misma. El que me la pongas gorda en un efecto secundario. ⍟AU! Tokyo Revengers. Aunque la Tōman existe esta historia está complet...