Capítulo 7: Chochín

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A poca distancia de la Ciudad Indestructible, Chochín y Cielo encontraron un valle protegido que estaba repleto de escondites y ya que estaba bastante difícil entrar, Chochín estaba segura de que estarían a salvo allí por un tiempo.

O, para ser más específico, que Cielo estaría a salvo allí mientras ella iba a la ciudad.

—¡No! —Cielo gañó cuando ella le explicó el plan—. ¡No dejarme! —Se tumbó en su regazo y puso la expresión más lastimero que un pequeño dragón con muchos dientes afilados pudiera poner.

—¡No quiero hacerlo! Pero es muy peligroso para tí —ella insistió en dragón—. No hay dragones allí. —No sabía mucho acerca de ninguna aldea salvo la suya, pero estaba bastante segura de que no estarían felices de ver a una chica visitar y traer un depredador antrófago. No le darían una oportunidad de explicar que él en realidad era un vegetariano amable, especialmente no en la Ciudad Indestructible, el único lugar del mundo que contraatacaba a los dragones.

—¡Más peligroso solo! —gritó—. Cielo triste, Cielo muy muy muy triste. —Sorbió la nariz de manera trágica.

—No estaré fuera mucho tiempo —dijo ella en su propio idioma, esperando que la entendiera—. Créeme, no quiero hablar con personas ni tener nada que ver con ellos. Pero no tengo escamas para protegerme, y necesito algo nuevo de vestir. —El vestido azul era muy grande para ella aquel día, hace un año y medio, pero ahora estaba muy apretado, corto en los brazos, y harapiento en los dobladillos. Sabía mucho acerca de encontrar comida y refugio en el bosque, encender fuegos, y esconderse de dragones, pero no sabía nada acerca de hacer ropa nueva, especialmente sin un rebaño cercano de ovejas—. También un mapa si puedo encontrar uno, y tal vez algo para leer.

Su respuesta estaba embrollada por sus sollozos, pero a juzgar por las palabras que ella entendió, adivinó que él dijo algo como—, ¿Y si no regresas?

—Siempre regresaré a ti —dijo tan ferozmente como pudo, que era bastante feroz dado que mucho del idioma dragón era gruñir y rugir—. Pase lo que pase a cualquiera de nosotros. Y mira, mientras estoy fuera, puedes aprender a volar. —Agitó la mano sobre unas flores, echando unas semillas de diente de león en el aire.

Le preocupa un poco que Cielo aún no podía volar. No tener fuego era una cosa, pero sí que tenía alas, y ella no tenía ni idea de cómo enseñarle a usarlas. Eso le parecía un trabajo de padre de dragón que no podía cumplir.

Durante un tiempo había batido las alas de vez en cuando, especialmente cuando veía pájaros en el cielo y se emocionaba. Pero una vez había reparado en que Chochín no podía volar, había dejado de intentarlo. Parecía contento de caminar a su lado, o, si podía convencerla, lo que prefería era que ella lo lleve. Pero eso ya era imposible, por mucho que Chochín quería a él. Parecía crecer notablemente siempre que se dormía; para cuando llegaron al valle, sus hombros estaban a la altura de la cintura de Chochín, y podía extender las alas más que ella podía extender los brazos.

Cielo mascullaba y farfullaba y daba estampidas durante dos días, pero al fin Chochín lo convenció de que él no le pudiera seguir a la Ciudad Indestructible. Al parecer, nunca se le había ocurrido que la mayoría de los dragones se comían a humanos, y por eso a la mayoría de los humanos les daban terror los dragones. Había pensado que Chochín siempre se escondía de los dragones adultos en el cielo porque podían estar buscandolo, y no porque pensaba en Chochín como un bocado delicioso. La idea de que alguien comería a su Chochín le hizo furioso.

—¡Los MORDERÍA! —gritó—. ¡Les RUGIRÍA!

—Lo sé que lo harías —Chochín dijo, arañándolo detrás de las orejas—. Y yo mordería y rugiría a cualquier humano que intentara dañarte. Pero yo contra toda la Ciudad Indestructible es una pelea que no saldría bien.

Alas de Fuego Leyendas #2: MatadragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora