Capítulo 17: Hoja

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Hoja se despertó porque algo estaba lamiendo su cuello.

No era lo suficientemente grande como para ser una lengua de dragón (eso creía, eso esperaba desesperadamente), pero tampoco era una lengua pequeña y adorable como la de un gatito. Y su aliento olía como si se hubiera comido toda la basura en el mundo.

Se apartó rodando y abrió los ojos, y la cabra a su lado le echó una mirada calculadora. Se veía bastante segura de que podía sujetarlo al suelo y comer su cabello si quisiera hacerlo.

—Ja, ¡miren eso! ¡Todos los tres siguen con vida! —dijo una voz desde cerca—. Llegaron justo a tiempo. Ella debe de estar planeando un banquete si nos está guardando a todos para más tarde.

Hoja parpadeó, mirando frenéticamente a su alrededor. Estaba en un cuarto sin ventanas ni puertas; la única salida era una trampilla gigantesca en el techo. Se sentía más como un hoyo o una caja que un cuarto, pero era enorme: una caja donde los dragones podían guardar cosas. Aperitivos, para ser específico. Una caja de aperitivos para dragones, llena de presas vivas para disfrutar luego. El aire estaba caliente y lleno de humo y olía terrible, como una granja abandonada, cosa que tenía sentido dado la cantidad de animales a su alrededor.

No sólo animales... personas también.

«No somos las únicas personas que están atrapados aquí», Leaf notó mientras que Serbal se agachó a su lado. Había un gran hombre barbudo apoyado contra la pared, mirándolos, y otra figura acostada en el piso con los brazos por encima de la cabeza, gimiendo. Un tercer tipo se había apoyado en una de las vacas y estaba dormido (o tal vez inconsciente) mientras que la vaca deambulaba de acá para allá y olfateaba el piso de piedra con desaprobación. Tal vez era más seguro dormir así que en el suelo, donde una vaca podía pisotearte.

Vacas. Cabras. Gallinas muy grandes. Dos zorros, un castor, muchas ardillas deprimidas. Y un venado asustado y un lince de verdad, que les gruñó desde el rincón. Hoja se preguntó si se sentía inseguro porque las presas eran más de él, o si entendía que ahora él era una presa también.

—Igual que tú —la Chochín imaginaria le recordó.

—Me alegra que estés bien, hermanito —Serbal le dijo bruscamente. Le empujó el hombro—. Sé que tu misión es matar dragones, pero no creo que te entrené para correr directamente hacia cualquier dragón que veas, tonto.

—¿Viste qué pasó? —Hoja exigió saber.

—¿Cuando fuimos capturados por dragones que van a comernos pronto? —Serbal le preguntó—. Sí, lo noté.

—¡No, con mi espada! —Hoja dijo—. ¡Apuñalé al dragón dos veces y mi espada rebotó! ¡No penetra sus escamas!

Serbal frunció el ceño—. Bueno, eso es... terrible.

—Así que ¿qué hizo el Matadragones diferente? —dijo Hoja—. ¿Cómo logró matar uno? ¡Nunca dijiste que las espadas no funcionan contra ellos! ¡Eso no estaba en la historia!

—Sí que usó una espada —Serbal dijo—. Bueno, estoy ochenta y cinco por ciento segura de eso. Pero no sé qué hizo para hacerlo funcionar.

—¿Una espada mágica? —Arándano adivinó. Estaba sentada al lado de Tomillo, que había envuelto las piernas con los brazos y estaba mirando el lince sin parecer verlo—. O ¿tal vez fue hecho por un dragón, y sus propias armas son lo suficientemente fuertes como para lastimarlos?

—Arrrrg —Hoja gruñó, poniéndose la cabeza entre las manos. ¿Todo ese entrenamiento, y aún no sabía nada? Por fin había llegado a la madriguera de los dragones, y estaba más lejos que nunca de proteger a su aldea.

Alas de Fuego Leyendas #2: MatadragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora