—Esto es lo que vamos a hacer —dijo Hiedra—. Robar caballos, cabalgar hasta el palacio del desierto, rescatar a mi tía Rosa. Regresar, llevársela a la ciudad de Valentía, mostrar a todos que sigue con vida. ¡Todo el mundo celebra! ¡Todos están contentísimos! A papá le alegra tanto que su hermana no sea muerta de verdad, se arregla todo su cerebro. Le digo, oye, papá, ya no quieres ser el señor, ¿verdad? Y él está de un humor tan bueno que dice, sí, tienes razón. Liberemos a los Vigiladragones y dejemos que elijan un nuevo señor. ¡Entonces vivimos felices para siempre! ¡Qué bueno este plan!
—Ese suena a uno de mis planes —Narcisa objetó—. El tipo del que Violeta se burlaría enfáticamente.
Hoja no quería desanimar a Hiedra; su rostro se iluminaba por primera vez desde ver a la dragona dorada, y ella estaba tan llena de esperanza. Pero él no podía imaginar que ninguna parte de este plan fuera a funcionar.
—Hiedra —Piedra dijo, vertiendo té frío en una taza—. Conozco este sentimiento. Confía en mí. Soñé con ella también, ¿recuerdas? Por eso me embarqué en una misión que duró un año y no sirvió para nada. Esto es imposible. Está muerta de verdad.
—¡Esto no fue un sueño! —Hiedra dijo—. ¡Esto fue mágico! Mira, en tu sueño, ¿todavía era la adolescente que recuerdas?
—Sí —dijo él lentamente.
—En el mío (que no fue un sueño, absolutamente fue una visión) era veinte años mayor. ¡La edad que tiene ahora! ¡Y estaba con la dragona dorada! ¡En el desierto! ¡Creo que los dragones la tienen allí!
Piedra le pasó el té y tomó la zafira, examinándola como si fuera una verdura que podía resultar ser venenosa.
—Si ella está con los dragones —dijo—, ¿por qué no la han devorado?
—No sé —Hiedra dijo—. Estaba sobre el hombre de la dragona como si la montara todo el tiempo. Tal vez la guardan aquí como... como... como ese perico que los papás de Violeta tenían por un rato, ¿recuerdas? ¡O el conejo de mascota de Narcisa! Tal vez los dragones piensan que es tierna.
—Los dragones no tienen mascotas —Piedra insistió—. Los humanos son la única especie que lo hace.
Hoja intentó recordar si había visto a alguna mascota en el palacio en las montañas. Podía imaginar al pequeño dragón rojo teniendo a una mascota, pero definitivamente ninguno de los grandes y aterradores que aplastaban a cabras con sus garras.
—Tenemos que ir a comprobar —Hiedra suplicó—. Si hay una posibilidad de que esté en aquel palacio, aún viva, ¿acaso no tenemos que intentarlo?
—Rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrg —Piedra dijo, hundiendo la cara en sus manos—. Sí.
—¿Qué? —Narcisa gritó—. ¡Pensé que estabas disuadiéndola de estas locuras! Habría dicho más cosas si hubiera sabido que ella estaba convenciendo a tí. Hiedra, ¿y si los dragones no piensan que seas tierna, y acaban devorándote? Es decir, obviamente yo creo que eres demasiado tierna como para comer, pero ¡puede que los dragones no sean lo bastante inteligentes como para notar eso!
—Además los fallos en todas las otras partes del plan —Hoja dijo—. (a) Colarse en Valentía para robar caballos, (b) intentar entrar en el palacio dragón, (c) regresar a Valentía y esperar que el Matadragones esté feliz de verte... todas esas cosas suenan bastante imposibles, Hiedra.
—Yo conseguiré los caballos —Piedra dijo, poniéndose de pie. Señaló a Hiedra mientras ésta empezó a seguirle—. Solo.
—Pero no puedes ir al palacio sin mí —dijo ella—. Yo vengo también. Tienes que prometer que no vas a dejarme atrás.
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Alas de Fuego Leyendas #2: Matadragones
FantasyUna traducción de "Wings of Fire Legends #2: Dragonslayer", lanzado en inglés en 2020 por Tui T. Sutherland. Bajo la sombra de alas, humanos luchan para sobrevivir. Hiedra no confía en el Matadragones. Puede que sea su padre y el amado gobernante de...