Capítulo 28: Hoja

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Algo despertó a Hoja un momento antes del golpe en la puerta.

No estaba seguro de qué fue; algún instinto para el peligro, tal vez, después de su tiempo con los dragonmantes y en el palacio en las montañas. Pero abrió los ojos de golpe y estaba acostado en su cama con todos los músculos crispados cuando oyó el golpe.

Piedra paseó en el cuarto, bostezando. Hoja se incorporó callado y Piedra se paró, notando su inquietud. Hoja señaló la puerta y ladeó la cabeza, intentando comunicar: «¿Esto es normal? ¿A la medianoche? ¿Deberíamos preocuparnos?».

Piedra frunció el ceño lentamente. Señaló el gran armario en la cocina. Hoja se dirigió hacia él sigilosamente, sacó la bolsa de grano que estaba dentro y se exprimió en el espacio tan rápido como pudo. Piedra esperó hasta que estuviera bien escondido y abrió la puerta.

—¿Qué? —gruñió.

Hoja no podía ver nada, pero podía escuchar pasos en el pasillo y gritos que resonaban de lo lejos.

—Buscamos el extranjero —gruñó la voz a la puerta.

—¿Por qué? —Piedra preguntó, igual de hosco.

—Para detenerlo —dijo otra voz—, por conspiración para asesinar al Matadragones.

Hoja logró contener un grito ahogado, pero su corazón se sentía como si se estuviera poniendo al revés. «¿Asesinar al Matadragones? ¿Por qué haría eso? ¡Vine aquí por su ayuda! ¡Lo he adorado toda mi vida!».

Había un «uf» ahogado, como si el primer hombre le hubiera dado un codazo al segundo—. Sabemos que está aquí —dijo la primera voz—. Entrégalo, y te dejaremos en paz.

—Sí, está aquí —Piedra dijo, y el corazón de Hoja se paró otra vez—. Acabo de enviarlo para agua. Regresaré en cualquier momento.

—¿Agua? ¿A esta hora? —dijo la segunda.

—Sí, usó todas mis reservas —Piedra masculló—. Qué dolor de cabeza. Me alegra que ya no es mi problema.

—¿Deberíamos ir a buscarlo al lago? —dijo otro guardia.

—No, esperen aquí —Piedra dijo—. Estará aquí pronto y podrán llevárselo.

—Ustedes tres, al lago —ordenó la primera voz—. El resto de nosotros esperaremos.

—Maravilloso —Piedra dijo con voz monótona—. Me voy a la cama.

—Si no viene pronto —amenazó la segunda voz—, te detendremos en cambio, anciano.

—Suena divertido, no puedo esperar —Piedra dijo, y cerró la puerta en sus caras.

Un momento después, abrió el armario de un tirón y le hizo un gesto a Hoja. Hoja salió arrastrándose, sacó su mochila y espada silenciosamente y siguió a Piedra de puntillas a la habitación trasera.

Nunca había estado aquí aunque había quedado con Piedra por unos días. No había querido ser entrometido o fastidiar a su anfitrión. Tenía pocos muebles, igual de la sala, pero había grandes tapices que cubrían todas las paredes, cada uno de un verde oscuro y cubierto en un patrón de rosas blancas, rosadas y rojas. Piedra se dirigió a uno y lo apartó a un lado para mostrar un túnel estrecho en la pared.

Hoja levantó las cejas, pero Piedra le hizo señas impacientes para que entre, así que lo hizo. Oyó a Piedra recoger algo que hizo un sonido metálico y seguirle.

Hoja se arrastró por el túnel lo más rápido que pudo. Lo llevó hacia arriba por mucho tiempo y no estaba muy amplio; Hoja se sentía como si el suelo estaba apretando su piel, oscuro y sofocante. Siempre había imaginado que iba a morir en las fauces de un dragón. Nunca había imaginado que iba a morir enterrado vivo, asfixiado por la tierra.

Alas de Fuego Leyendas #2: MatadragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora