Capítulo 5: Hoja

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Hoja no habría supuesto que su segunda favorita hermana resultaría ser Serbal. Era la mayor, y normalmente ignoraba a sus cinco (ahora cuatro) hermanos menores como si fueran hormigas bajo sus pies. Prefería pasar tiempo con su amigo Arboleda, cazando o pescando y hablando sobre lo que sea que los adolescentes hablaban.

Pero un día cuando él tenía nueve, después de que había pedido que ella le cuente la historia del Matadragones por cuatrocentésima vez, emergió de la escuela y la vio apoyarse contra un muro, sosteniendo un libro grueso.

—Serbal —dijo la maestra, mirando el libro con sospecha—. Ese es un accesorio poco usual para tí.

«O para cualquier persona de nuestra familia —Hoja pensó tristemente—, excepto Chochín».

—Voy a ayudar a Hoja a estudiar —Serbal dijo con un aire de inocencia que Hoja encontró más ominoso que otra cosa. No obstante, la maestra pareció no notarlo—. Nuestra madre y padre creen que puede ser elegido como el aprendiz de un dragonmante. Así que naturalmente quiero ayudarle a preparar.

A espaldas de la maestra, Hoja le levantó las cejas, pero ella mantuvo la mirada en la maestra y no delató nada.

—Humm. No estoy segura de que tu nivel de erudición sería útil para él —la maestra dijo molesta—. Pero si tus padres están bien con ello, supongo que no me importa. —Se giró para mirar a Hoja un momento—. Por supuesto... si te elijan para ser un dragonmante, querido, ojalá recordarás bien a su maestra verdadera.

Se fue por el camino, dejando a Serbal y Hoja solos. Serbal estalló en risitas en cuanto ella no pudo oírlos.

—Sapa vieja —dijo—. Apuesto que será mucho más agradable contigo a partir de ahora, por si acabes convirtiéndose en un dragonmante.

—Gracias —Hoja dijo, un poco asombrado al ver una adulta ser manipulada con destreza por una chica de dieciséis años—. ¿De verdad estás aquí para ayudarme a estudiar?

—Sí —dijo—, pero no estas cosas aburridas. —Metió el libro en su bolsa e hizo una seña para que él la siga detrás de la escuela y luego en el bosque, caminando entre los árboles hasta que los edificios de la aldea se habían desaparecido. En un pequeño claro, ella dejó caer su bolsa en las raíces de un árbol y trepó en sus ramas superiores. Un momento después, dos espadas de madera cayeron al suelo.

—¡Oh! —dijo Hoja, ojos abiertos de par en par—. ¿Qué? ¿En serio?

Serbal se dejó caer del árbol y colocó los puños sobre las caderas, sonriendo—. Bueno, si de verdad vas a matar un dragón algún día, probablemente necesitarás algo de práctica primero.

—¿Me vas a enseñar a luchar? —gritó.

—Voy a enseñarte a ser un gran guerrero —ella dijo—, pero solo si prometes no decir nada a Madre y Padre. Por lo que saben, estamos estudiando para los exámenes de dragonmante.

—Pero, entonces... ¿no tendré que hacer los exámenes de dragonmante?

Serbal se puso una expresión astuta—. Sí, claro, pero no los pasarás, no te preocupes. Casi nadie lo hace. Solo han habido seis aprendices en los últimos diez años, ¿recuerdas? Y no estoy segura de que aprendan nada salvo a cómo traer y llevar y hacer queso de cabra. Es decir, los que han sobrevivido.

Hoja sacó una de las espadas de madera y la agitó en el aire—. Pero ¡yo aprenderé a ser un gran héroe! ¡Ja!

—Regla número uno —Serbal dijo con una mirada escéptica—. No grites como un loco y adviertes el dragón que vas a atacar. Quiero decir, en serio.

Alas de Fuego Leyendas #2: MatadragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora