El palacio era un caos, y Chochín, por primera vez, no tenía ni idea de qué hacer.
Los dragones que se estaban peleando en el desierto habían logrado entrar en el palacio, y había un alboroto y una conmoción y más luchas, y por fin varios dragones se fueron volando, pero dentro de muy poco otros dragones habían llegado, y al parecer una era la reina que todos habían estado esperando, que hizo a todos los dragones FLIPAR.
Al lado positivo, en todo el caos y la conmoción, todos parecían haberse olvidado de Cielo, que estaba encadenado en el cuarto del general Torbellino. Torbellino lo había estado guardando como un regalo especial desde solamente el general, así que aparentemente nadie más recordaba que había un dragoncito raro en espera de ser entregado.
Por ahora... pero Chochín estaba segura de que alguien se acordaría de él eventualmente. Ese príncipe, quizás, o uno de los dragones cocineros que le traían comida. Nadie apareció durante todo el día después de la llegada de la reina Brasas, pero en algún momento alguien iba a pensar «¿Acaso no había un regalo para la reina por aquí en alguna parte?» y «Espera, ¡ahora yo puedo tomar el crédito por el regalo!» Y vendría a por Cielo, y el tiempo se habría acabado para él y Chochín.
—¡Su cadáver todavía está allí en el suelo! —Chochín dijo, deambulando por el alféizar.
—Lo llevará dentro de las murallas eventualmente, ¿verdad? —Cielo preguntó.
—Pero ¿cuándo? —Ella sacó una de las piedritas brillantes de la colección del general y la tiró con lo más fuerza que pudo hacia la estúpida arena infinita—. ¿Y si recogen su cadáver, ven la llave, te recuerdan y van directamente aquí? O ¿y si deciden prenderles fuego a todos los cadáveres, y la llave acaba derretida?
—Yeesh —Cielo dijo con un estremecimiento.
—No sé qué hace esta tribu con sus muertos —Chochín dijo. Colocó las manos sobre las caderas—. Tengo que acceder a la llave. Tendré que trepar la muralla o colarme por el puerto. —Pero no le gustó la idea de dejar a Cielo solo por todo el tiempo que iba a necesitar para hacer eso. Si alguien se acordara de él mientras ella estaba fuera, él se podría desvanecer en la torre o alguna otra parte del palacio.
O peor. Chochín recordó lo que el general había dicho sobre matar y disecar a su amigo. Ella no estaba pensando en ello; no podía pensar en ello.
—Deseo poder fuego —Cielo dijo desconsolado—. Tal vez entonces podría quemar estas cadenas.
Chochín se bajó de la ventana y cruzó el cuarto para abrazarlo. Cielo no había dicho nada sobre desear tener fuego durante años. Ella deseó poder cortarles la cabeza a todos los dragones que lo habían hecho volver a sentirse mal al respecto.
—No te habrían dejado en cadenas que el fuego podría derretir si tuvieras fuego —ella señaló razonablemente—. Así que ni lo pienses.
—¿Hay otra forma de romperlas? —Cielo golpeó una esposa contra la pared de piedra y se estremeció.
Probaron todo. Chochín encontró un gran cuchillo entre las cosas de Torbellino e intentó separar uno de los eslabones, pero sólo logró casi apuñalarse. Metió varias cosas afiladas en la cerradura para intentar forzarla, pero ninguna funcionó.
Para el anochecer, la cadena aún estaba intacta, y el cadáver del general Torbellino aún estaba en el desierto.
—Tal vez esa humana podría ayudarte —Cielo dijo—. La que vive aquí.
Chochín se frotó los ojos, pensando en eso. No le gustó la idea de pedir ayuda de un humano, pero por otra parte, Rosa no era como los otros humanos. Chochín tendría que contarte sobre Cielo... pero si alguna persona pudiera entender ser amigos con un dragón, era Rosa.
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Alas de Fuego Leyendas #2: Matadragones
FantasyUna traducción de "Wings of Fire Legends #2: Dragonslayer", lanzado en inglés en 2020 por Tui T. Sutherland. Bajo la sombra de alas, humanos luchan para sobrevivir. Hiedra no confía en el Matadragones. Puede que sea su padre y el amado gobernante de...