Era gracioso, o quizás terrible, que podías pasar toda tu vida entrenando para un propósito, solo para que todo el mundo decidiera de repente que estabas destinado a otra cosa.
Por supuesto, los padres de Hoja habían esperado que «dragonmante» sería su destino probablemente desde que nació. Pero Hoja nunca lo había querido, nunca lo había esperado, ni siquiera había pensado en ello. Apenas había prestado atención durante los exámenes de dragonmantes. Solo los había tomado para mantener la mentira que Serbal había estado estudiando con él todos esos años.
A veces pensaba que era raro que nadie lo hubiera adivinado. ¿Nadie se preguntaba cómo había cambiado de un chico flaco a la persona más fuerte y rápida de toda la aldea? ¿Nadie pensaba que era extraño que alguien que supuestamente mantenía la nariz en un libro todo el día también podía andar con las manos, escalar cualquier acantilado, nadar río arriba contra la corriente, y levantar rocas del doble de su tamaño?
Pero nada de eso importaba. Había gastado mucho tiempo y esfuerzo para convertirse en alguien que podía matar a los dragones que habían matado a Chochín, y de repente era alguien más: edad catorce, atascado con una invitación oficial de los dragonmantes, padres que estaban en las lunas por la alegría, y una hermana mayor que encontraba la situación demasiada graciosa.
No tenía la opción de decir que no. Incluso Arboleda quería que lo haga: dijo—, Lo que sea que los dragonmantes estén ocultando, esta es nuestra oportunidad de encontrarlo. —Los amigos de Serbal que estaban obsesionados con pelear contra dragones pensaban que esto era un acontecimiento fantástico.
Pero ellos no eran los que tenían que ordeñar las cabras, quitar la cera de las velas del suelo, y correr hacia las colinas cada tres días para hacer sonar las campanas de alarma. Ellos no eran los que dormían en un catre delgado de paja en un cuarto diminuto con otro aprendiz, que pasaba todo su tiempo roncando o hablando de los dos aprendices pasados y de cómo fueron devorados.
Hoja fue asignado al líder de los dragonmantes, el Maestro Trucha, que parecía casi tan disgustado con tener un nuevo aprendiz como Hoja estaba con estar allí, aunque fue la idea de Trucha en primer lugar.
«Eso es porque odia todo —susurró la voz de Chochín en su mente—. Se suponía que naciera una tarántula, pero salió más o menos humano, así que tiene que hablar con personas en lugar de morderlas, y por eso siempre está tan frustrado y tiene tanta hambre».
La peor parte de estar con el Maestro Trucha todo el tiempo era que Hoja no podía dejar de recordar todos los chistes que Chochín había contado sobre él: cómo su barbilla hundida lo hacía parecer como una tortuga engreída; cómo hablaba con una lentitud enfureciente, como si nadie más pudiera seguir el ritmo de su cerebro; cómo estaría cruel con niños o con personas que suplicaban ayuda, y luego se reiría para sí mismo el resto del día, pensando que era lo único que lo había notado.
Hoja se preguntó qué pensaría ella de cómo él corría de acá para allá, llevando a cabo las órdenes de Trucha día y noche. El dragonmante nunca dejaba de hablar, pero Hoja no podía ignorarlo, porque Trucha cambiaría de una charla aburrida a órdenes imperiosas a la mitad de la frase, y si Hoja perdiera una instrucción, perdería una comida, o sería mandado a la campana de alarma tres días seguidos.
Deseaba que Chochín estuviera aquí para pinchar la burbuja alardeante que rodaba la cabeza del Maestro Trucha. Habría señalado lo mezquino que era el dragonmante, la piedrita de hielo donde debería haber tenido un corazón, y podría haber hecho que se ría de ello, en lugar de sentirse sofocado por ello todo el tiempo. Hoja podía imaginar a Chochín liberarlo, pero no podía pensar en cómo hacerlo sí mismo.
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Alas de Fuego Leyendas #2: Matadragones
Viễn tưởngUna traducción de "Wings of Fire Legends #2: Dragonslayer", lanzado en inglés en 2020 por Tui T. Sutherland. Bajo la sombra de alas, humanos luchan para sobrevivir. Hiedra no confía en el Matadragones. Puede que sea su padre y el amado gobernante de...