Capítulo 14: Hoja

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Un rugido de la ira rompió el cielo e hizo temblar las rocas, despertando a Hoja. Se incorporó deprisa y golpeó la cabeza en el saliente que había estado dormido bajo.

A su alrededor, sus amigos emergieron de abajo de sus mantas camufladas de ramas y hojas, parpadeando.

—Eso sonó mucho más cerca que todos los otros ruidos de dragones —Arándano dijo nerviosamente.

Les había costado dormir tan cerca del palacio, con los rugidos, gruñidos y aleteos que llenaban la noche, especialmente después de quedarse quieto todo el día. Cerca del anochecer, Hoja se había escabullido al bosque para calmar sus nervios con un paseo. Había repasado su entrenamiento de gimnasia, luego subido al árbol más alto que pudo encontrar. Desde la copa, podía ver al este hasta la línea borrosa y azul del océano.

Cuando miró al sur, hacia Talismán, creyó ver una forma que se lanzaba por las nubes: un enorme dragón con escamas tan negras como el cielo nocturno. Se preguntaba si la distancia le estaba engañando los ojos, o si de verdad era uno de los dragones negros que Arboleda afirmaba haber visto una vez.

Ahora era media mañana, y al fin había logrado conseguir una hora de sueño intranquilo antes de ser despertado por el rugido del dragón. Se arrastró de la sombra del saliente, frotando la cabeza, y entrecerró los ojos para mirar al palacio.

Se veía más concurrido que el día anterior. Una nube de dragones brotaba del palacio, reuniéndose en el cielo como un enjambre de abejas. Se dividieron en formaciones y salieron disparados, unos al norte, otros al este, otros al oeste. El resto se reunieron en una nube roja y anaranjada, mirando fijamente al sur.

Un dragón anaranjado envuelto en nubes de humo les pasó deprisa arriba de sus cabezas, aplastando el cabello de Hoja con el viento que dejó atrás. Su rugido sonaba al que los había despertado. Se le acercó a la nube de dragones y les rugió algo.

Hoja se agachó bajo el saliente de nuevo—. Parecen enojados —susurró—. Tal vez Hongo tuvo éxito.

—Temo que sí —Serbal dijo. Señaló un saliente bajo de ellos, bordeado de árboles por un lado y por una pendiente pronunciada y polvorosa por el otro. Un humano estaba corriendo a través de los árboles lo más rápido que podía, llevando una espada en una mano y una bolsa en la otra.

—¡Hongo! —Tomillo gritó. Salió de bajo del saliente y corrió agachado por las rocas—. ¡Hongo!

—Puede que esta sea una horrible idea —Arándano le dijo a Serbal.

—Ya es muy tarde —Serbal dijo, desenvainando su espada.

Los tres corrieron tras Tomillo. Hoja mantuvo un ojo en el cielo, donde el dragón anaranjado todavía les estaba rugiendo a los otros. Parecía que estaba dando órdenes o gritando a todo el mundo por hacer algo mal. Pero mientras se estaban enfocando en ese dragón, tal vez no notarían las presas debajo de ellos.

Hongo divisó a su hermano unos momentos antes de cruzar su camino. Se detuvo de golpe, tenía los ojos abiertos y respiraba con dificultad.

—¡Hongo! —Tomillo gritó—. ¡No puedo creer que estás vivo! ¡Idiota! ¡Estaba tan preocupado!

—¡Atrás! —Hongo gritó, acuchillando el aire con su espada. Tomillo paró abruptamente, casi cayendo por la pendiente, y Hoja casi se chocó con él.

—Está bien —Arándano gritó—. Hongo, podemos llevarte a la aldea a salvo. Estamos aquí para ayudarte.

—Para robar mis tesoros, quieres decir —Hongo gruñó—. ¡Son míos! ¡No pueden tenerlos!

Alas de Fuego Leyendas #2: MatadragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora