Capítulo 15: Hiedra

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Hiedra no recordaba haber visto el interior de la cueva de su tío Piedra antes. Era pequeña, con casi ningunas muebles y telarañas por todos lados.

Se sentó cuidadosamente en el banco menos polvoriento. Violeta se sentó a su lado, pero Narcisa estaba deambulando por la cueva, inspeccionando las pocas cosas que pudieran ser agarradas e inspeccionadas.

Habían visto al dragón de hielo salir volando. Ardilla les había escoltado hasta la entrada más cercana de Valentía, luego salido para encontrar a Dedalera. Hiedra había esperado que su tío buscaría al Matadragones de inmediato, pero en cambio, las había llevado aquí.

—Lo siento por no ofrecerles té —Piedra dijo, pasando una mano por el cabello—. Pero parece que me he quedado sin ningún suministro.

—Te fuiste por mucho tiempo —Hiedra dijo—. Mi madre vino aquí y se llevó toda la comida para que no se desperdicie.

—Ah —dijo, inclinando la cabeza ligeramente—. Ah. —Le echó una mirada de frustración a Narcisa al verla arrancar la tapa de un tarro y mirar adentro.

—Bueno —Violeta dijo—. ¿Rosa?

—Sí —dijo. Se acercó a un estante alto, escogió un libro y sacó un papel raído de adentro—. Rosa era nuestra hermana.

—¿Hermana? —Hiedra repitió—. ¿Tengo una tía? —Él le pasó el papel y ella estudió el esbozo de una adolescente: negros ojos alegres, una sonrisa pícara, cabello desapeinado.

—Parece a tí —Violeta observó, dando un empujito al hombro de Hiedra—. Pero se ve como si esté a punto de meterse en problemas, y tú nunca te ves así.

Al otro lado del cuarto, Narcisa se rió—. Cierto. Tu cara de «a punto de meterse en problemas» es más como una cara de «ay no, ¿cómo Violeta y Narcisa lograron convencerme de hacer esto?».

—Rosa dibujó esto por su cuenta —Piedra dijo—. Esto es exactamente como se veía, especialmente siempre que ella y Brezo pensaban en planes locos.

—Así que era una artista como tú —Violeta le dijo a Hiedra.

—Pero... ¿ahora está muerta? —Hiedra le preguntó—. ¿Qué pasó?

—Fue con nosotros al palacio de la reina del desierto. —Piedra se sentó pesadamente en su jergón, echando una nube de polvo al aire—. Es la que se coló adentro para robar el tesoro. No era mucho mayor que eres ahora. Era valiente y lista, y siempre hacía cosas estúpidas, normalmente porque Brezo la molestaba o le prometía algo.

—Ay no —Hiedra dijo. Siempre había pensado que tenía suerte de que nadie que conociera hubiera sido devorado por un dragón — y de vivir bajo la tierra, por supuesto. Sabía, de manera abstracta, que debía de haber tenido familiares en la aldea antigua (quizás abuelos que no sobrevivieron), pero sus padres nunca hablaban al respecto. Evitaban mencionar el ataque de dragón.

Pero la Rosa que sonreía en este esbozo le sentía real. Real y perdida, mucho antes de que Hiedra naciera.

—No vi qué pasó a ella —Piedra dijo, secando los ojos—. Brezo dijo que lo vio, pero no me contó ningún detalle. Estábamos muy ocupados huyendo y escondiéndose. Pero es por eso que pensé... cuando tuve aquel sueño, pensé que tal vez me equivoqué. Tal vez logró sobrevivir. Soy tan estúpido por dejar que un sueño sobre una chica muerta me lleve en una ciudad de dragones. —Meneó la cabeza y se calló.

—¿Dónde está el resto de tu tesoro? —Narcisa le preguntó.

—NARCISA —Violeta dijo—. ¿No puedes ver que UN MOMENTO está pasando?

Alas de Fuego Leyendas #2: MatadragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora