Capítulo 20: Hoja

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Serbal se abalanzó sobre Hoja, envolviendo los brazos alrededor de sus piernas y arrastrándolo hacia abajo. El dragón rojo oscuro soltó un chasquido molesto y sacudió a Hoja como si Serbal fuera una hormiga irritante. Cuando ella lo sujetó con más fuerza, el dragón siseó, la aferró con las otras garras, y la quitó de él de un empujón.

—¡Serbal! —Hoja gritó, luchando para verla sobre el puño del dragón—. Serbal, cuando llegas a la arena, ¡mata un dragón por mí!

—No mueras, Hoja —le gritó—. ¡No te atrevas a ser devorado también!

Entonces la rejilla se le estaba acercando con una velocidad vertiginosa, y Hoja no pudo ver nada más por un momento, hasta que el dragón salió volando por la trampilla y Hoja vislumbró una cocina gigantesca y animada llena de dragones frenéticos. Dragones que cortaban frutas; dragones que revolvían calderos chisporroteantes de sopa; dragones que arreglaban aperitivos elegantes en fuentes.

Parecía mucho como las preparaciones para un banquete en Talismán, salvo que el ambiente aquí era mucho más de «alguien va a matarnos si lo hacemos mal». Hoja no estaba seguro de cómo lo sintió: había algo en como los dragones se crispaban las alas, se empujaban uno al otro para alcanzar cosas y corrían de una estación a la otra con caras tensas.

En realidad, todo era muy humano. Él probablemente estaba imaginando mucho de ello, pensando que los dragones tenían sentimientos como los humanos, igual de como su hermana, Campánula, solía pensar que todas las mariposas eran sus amigas y que la querían de verdad.

El mundo se ladeó, y Hoja colgó al revés mientras el dragón volaba por una puerta y hacia el centro del palacio. Hoja se acordó de copiar este lugar del mapa más de una vez ya que era difícil y no paraba de equivocarse. Había una gran sala en el centro rodeada por muchos niveles de balcones, un agujero enorme en el techo y ventanas abiertas por todas partes. Fuegos ardían en muchos de los balcones, dando a todo el palacio un arrebol ominoso y un olor chamuscado.

El viento soplaba sobre las orejas de Hoja, pero él aún podía oír los batidos de alas de dragones a su alrededor. Dragones volaban deprisa de un nivel al otro. El que lo estaba llevando le gruñó a otro con una brazada de leña cuando este casi se chocó con ellos.

De repente el dragón giró a la izquierda, haciendo la sangre rugir en las orejas de Hoja, y se lanzó por un túnel, luego a través de una enorme entrada y fuera del palacio.

Después de cinco días en una caja, Hoja habría esperado que ir afuera hubiera sido un alivio. Pero era difícil disfrutar del aire fresco cuando había unos ochocientos millones de dragones a los que les habría encantado devorarlo.

Estaba en una meseta rodeada por acantilados escarpados que surgían al cielo por un lado y acantilados más escarpados que caían por el otro. La meseta estaba repleta de dragones que pululaban, pareciendo exactamente tan incómodos como los aldeanos durante las celebraciones del Día de los Dragonmantes.

Esferos de fuego colgaban sobre la multitud, iluminando las escamas de los dragones: rojas y anaranjadas, pero también muchos dragones de amarillo pálido con hocicos de una forma diferente. Serbal tenía razón; había otro tipo de dragón aquí. ¿De dónde habían venido? ¿Por qué estaban aquí ahora?

Entonces el dragón lo dejó caer bruscamente entre la multitud y salió volando.

Casi de inmediato, una gigantesca garra de dragón chocó contra el suelo al lado de Hoja. Rápidamente se puso de pie y huyó, esquivando un mar de garras, colas y otras presas. Casi se chocó con el lince, que tenía la espalda apretada contra una estatua y estaba siseando con el pelo erizado.

Alas de Fuego Leyendas #2: MatadragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora