Capítulo veintidós.

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Hay dos cosas que pueden pasar un sábado a la noche: sales y te diviertes, o te quedas en tu casa tirada como un perezoso

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Hay dos cosas que pueden pasar un sábado a la noche: sales y te diviertes, o te quedas en tu casa tirada como un perezoso. En mi caso, como es de esperarse, me había pasado lo segundo, con el culo ya cuadrado de estar tanto tiempo acostada.

Se suponía que iba a ser una asombrosa noche de fiesta, incluso ya habían comprado dos botellas de vodka cuando me subió la fiebre. Así que aquí me encontraba, tapada hasta el cuello mientras mis amigos se encontraban fuera de casa.

Me dolía tanto la cabeza que ya había empezado a quejarme con Miel, que estaba acostado en mis pies. Ese gato era un real desaparecido, a veces pasaba fuera semanas hasta que volvía y exigía comida como alguien de la realeza, y después se volvía a ir. Menos los días fríos como hoy, que venía y se apropiaba del sofá.

Estaba viendo un documental aburridisimo que me estaba empezando a dar sueño cuando el móvil comenzó a sonar en la mesita ratonera. 

—Miel ¿me quieres pasar el móvil?— me queje inútilmente mientras veía al puto gato acurrucado. Me estire hasta tomar el aparato y ver quién me llamaba.

Sonreí como tonta mientras me llevaba el móvil al oído.

—Hola— dije apenas atendí.

—Hey— saludó—; Estoy en la puerta de tu casa.

—¿QUÉ?

Me senté de un saltó, aturdiendome con mi propio gritó. Hice una mueca mientras me llevaba una mano a la sien.

—Tengo algo para ti, y estaba de paso.

—¿En serio?— me destapé para levantarme.

—Sí...¿me abrirás?

—Espera.

Colgué dejando el móvil donde estaba antes. Camine hasta la puerta, pero no salí. Tomé el teléfono del portero pero que gracias a dios tenía la opción de poder hablar con el recepcionista, porque sinceramente no tenía ganas de bajar.

Le pedí amablemente que le abriera al chico que estaba en la puerta, y el señor sólo me respondió con un gruñido que con todo el tiempo que estuve viviendo allí ya sabía que significa un "bueno".

Espere en la puerta hasta que escuche pasos en el pasillo y abrí sin esperar más.

—¿Que pasa?— pregunto al verme—; tienes mala cara.

—Nada ¿por qué?

Hizo la típica cara de "no te creo nada" mientras se acercaba. Tenía una bolsa de plástico en la mano pero la ignore cuando apoyo su mano en mi frente.

—Tienes fiebre— me dijo, empujándome con esa mano hasta que entramos al departamento—; ¿Por qué no me dijiste que te sentías mal?

—Bueno, acabas de llegar.

Si te perdono| Robert Pattinson. (Instagram #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora