Segunda parte de Instagram.
Después de dos años de lo sucedido Samay decide tomarse un año sabático para poder decidir que carrera estudiar, pero en sus planes se mete su mejor amiga a cambiarle un poco el rumbo de sus ideas.
Unas vacaciones en Los...
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Parpadee, un poco atónita. Tuve que tragar saliva para sacar la sequedad de mi garganta y poder hablar.
—¿Que haces?
—¿No es obvio? Sentarme— sonrió de lado. Esa estúpida sonrisa...seguía siendo igual de perfecta que siempre, y eso no logro más que irritarme.
—No. Me refiero a que haces aquí— remarque.
—Ah. Pasaba por aquí y te vi, así que entre.
Arquee una ceja. Habían pasado al rededor de veinte minutos entre que me contestó y llegó al bar así que, sinceramente, no me creía una mierda a lo que me decía.
—Me hablaste por Instagram para preguntarme si estaba aquí.
Robert desvío la mirada hacia un lado, apoyando una mano en su rodilla y acercándose más a la mesa.
—Curiosidad.
Reí sin gracia.
—Di la verdad, Robert.
Apretó los labios hasta dejarlos en una fina línea. Tardó unos segundos en contestar pero terminó por aceptar la realidad:
—Esta bien. Vine porque me dijiste que estabas aquí...— suspiro—; y porque estaba cerca— añadió.
Sí, claro.
—¿Por qué has venido?
Se acomodó la sudadera con nerviosismo y luego peino su cabello castaño a un lado. No pude evitar mirar sus manos cuando hizo lo último, sin duda una de las cosas que me parecía más atractivas de él (aparte de sus ojos y sonrisa) eran sus manos.
—Solo quería verte— admitió.
—¿Para que?
—No hay razón. Sólo quería hacerlo.
Suspire, desviando la mirada a cualquier otro lado para no mirarlo a él. Clave la vista en el techo, el cual era totalmente de madera.
—Pues, yo no quiero hacerlo— urge en mis bolsillos para tirar un billete encima de la mesa. Me levanté de la silla con un sordo sonido y tome mi libro nuevo—; Adiós.
—Eh, Samy, espera...— se levantó seguido de mi. Me giré en seco hasta él, quedamos más cerca de lo que me hubiese gustado, pero no vacile en decir lo siguiente.
—No me llames Samy— lo mire a los ojos, pero no de la misma manera en cómo lo hacía hace dos años. Estaba enojada y lo estaba expresando a través de esa mirada.
No me gustaba que me llamasen Samy. Ese apodo me había traído tanto buenos como malos recuerdos, pero como siempre sucedía, lo malo opacaba a lo bueno.
—Perdón. Pero...¿podemos hablar, por favor?
Nos despegue mis ojos de los suyos. Su expresión casi me hizo ablandarme, pero los recuerdos de lo que había pasado me habían hecho no perder el hilo de mis pensamientos.