Segunda parte de Instagram.
Después de dos años de lo sucedido Samay decide tomarse un año sabático para poder decidir que carrera estudiar, pero en sus planes se mete su mejor amiga a cambiarle un poco el rumbo de sus ideas.
Unas vacaciones en Los...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Me habían quitando la maldita cosa de la mano. Ya ni recordaba como se llamaba. El doctor me había dicho que intentara ejercer lo menos posible de fuerza, para que la muñeca no se volviera a lesionar. También me recetó unas pastillas solo en caso de sentir molestia, y si era así, que las tomara y sacara un turno para chequearme de nuevo.
Mucho papeleo, la verdad. Robert lo escuchaba muy atentamente, pero yo me vi pérdida en algunos momentos viendo por la ventana sin ningún pensamiento en la cabeza.
Estaba nerviosa, la verdad. Era inútil negarlo. Me aterraba pensar en cruzarme a Joel de nuevo, esperaba que no tuviese que recurrir a hacerlo.
Cuando salimos del hospital, fuimos a sacar los pasajes. Había un vuelo dentro de cuatro horas y habíamos tenido suerte, porque eran los últimos dos asientos juntos.
—¿Quieres un café?— estábamos en el aeropuerto haciendo tiempo, estábamos caminando viendo los pequeños negocios que habían allí.
—¿Eh?— lo mire cuando hablo—; Oh, ah, claro. ¿Starbucks?
—Lo que quieras.
—Genial. Quiero un caramelo machiato.
Sonrió de lado. Nos dirigimos al Starbucks del aeropuerto e hicimos fila. Quince minutos después estábamos sentados en una de las mesa, enfrentados, mientras hablábamos de cualquier cosa. Yo estaba rompiendo en pedacitos unas servilleta mientras hacía pelotitas con esos trozos. Ni siquiera me había dado cuenta que lo hacía hasta que Robert me saco el papel de las manos.
—Me estás matando. Te tiemblan las manos desde que salimos del departamento.
—No es verdad— acote.
—Lo he visto, Sam. No hace falta que me mientas a mi— me miró. Suspiré pesadamente y Robert, al escucharme, estiró la mano para entrelazarla con la mía sobre la mesa—; Sé que estás nerviosa. Pero haré de todo para que ni siquiera tengas que verlo en fotos ¿Okey?
Me quedé en silencio unos segundos. Después asentí lentamente, apretando su mano.
—Gracias— sonreí con timidez.
Se inclino sobre la mesa para darme un beso rápido. Tan rápido que ni siquiera me dio tiempo a saborearlo antes de que vuelva a su lugar.
—Ahora, toma el café, novia— sonrió, subiendo y bajando las cejas de forma extraña.
Me solté de su mano para darle un golpe en ella.
—Eso fue raro, no lo vuelvas a hacer— fingí seriedad, pero partí a reír al segundo en que lo dije.
Terminamos en el café bastante rápido, más que nada porque nos dimos cuenta que había un grupo de chicas una mesas más lejos que nos estaban tomando fotos.
Ni siquiera sabía si estaba preparada para que circulen fotos con Robert nuevamente, pero supongo que ya era tarde.
Debía decirle hola al internet de nuevo.
(. . .)
Habíamos pasado por una pequeña librería antes de subir al avión. La que atendía allí, una rubia bajita con lentes, era fan de Robert. Amablemente me pidió si podía sacarle una foto con él, le dije que si, claro.
Al parecer, también me conocía a mí, porque me pidió un abrazo. Un poco incómoda, acepte. Me abrazó con fuerza antes de separarse y pedirme también una foto a mi.
Tartamudee cuando tuve que responder. Robert se introdujo en la conversación y le explicó que, en realidad, yo no quería salir en redes por el momento. Le di las gracias a gritos.
—Eres mi héroe— le susurré mientras comenzábamos a caminar por la tienda viendo los libros que había.
—Siempre que quieras, novia— me guiño un ojo.
—¿Vas a estar con todo eso de "novia" toda la vida?
—Hasta que me lo crea, si.
Rodé los ojos.
—Pues, es real, así que traga la información.
—Que poco romántica que eres a veces— susurro mientras me tomaba de la cintura con las manos. Estaba detrás de mi, bastante pegadito, la verdad.
—No te pases, estamos en público. Y eres famoso, por cierto.
Suspiro pesadamente antes de caminar a mi lado.
Terminamos saliendo de ahí unos diez minutos después. Me había comprado un libro que había visto la semana pasada en Pinterest, "El retrato de Dorian Grey" de Óscar Wilde. Un clásico, se podía decir.
Cuando quisimos darnos cuenta, ya estábamos tomando lugar sobre el avión. Me puse junto a la ventana y me tomé el atrevimiento de quitarme los zapatos. Me dolía los pies, habíamos caminado bastante.
—Espero no tener olor en los pies— susurré graciosa, mientras se comenzaba a escuchar por los altavoces las típicas advertencia antes de despegar. Me abroche el cinturón mientras Robert respondía.
—No te preocupes, a mí me gusta tu olor de pies.
Lo golpee en el hombre.
—Si no tengo, mentiroso.
—Bueno, pero si lo tuvieras, me gustaría.
—Dices eso solo para hacerte el guapo conmigo.
Sonrió de lado, poniéndose también el cinturón.
—Puede ser.
Me reí negando con la cabeza.
Mientras terminaba de acomodar mis cosas, se me ocurrió una idea. Me incorpore emocionada mientras lo tomaba del brazo.
—¡Hagamos una foto!
—¿Eh? ¿Por qué?
—¿Cómo que "por qué"? ¡Es nuestro primer viaje juntos.
Sonrió de oreja a oreja.
—Suena bien eso.
Saque mi móvil. Me recosté sobre su hombro antes de sonreír sin dientes para la foto. Robert saco la lengua y me hizo una seña de paz sobre la cabeza.
La segunda foto salió movida. Más que nada porque yo pretendía sacar una parecida a la primera, pero Robert se estiró para apretarme las mejillas con una mano y darme un beso sonoro en los labios.
Era una foto graciosa y salí con una cara bastante cómica, así que la guarde en mi carpeta de mis fotos favoritas.