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—¿Alguien sabe que estoy aquí, John? –me acerco al viejo guardia del Rancho, le doy un cordial y profesional apretón de manos, mientras pienso en la ultima vez que lo vi, nos despedimos con un abrazo largo– Quisiera que mi llegada fuera una sorpresa muy desagradable para mi familia.

—Todo se ha mantenido entre el personal como lo solicitó, señorita. Leonora, Ana, Christian y yo somos los únicos que sabemos de su honorable llegada. –hace una inclinación y me invita a salir.

Me cubro la cara con un pañuelo para evitar la mirada de cualquier curioso que ose avisar de mi presencia en el país y sigo a John con paso tranquilo.

—¿Hay algo que deba saber antes de enfrentarme a mi familia? –salimos del fresco y bullicioso aeropuerto al cálido y acogedor viento veraniego, aquel que en mi infancia me hacía sentir en casa, pero que ahora no puede evitar hacerme sentir como una invasora. Miro a John con una sonrisa invisible detrás del pañuelo que me cubre la mitad de la cara– Quiero saber con qué voy a enfrentarme.

—Si se me permite ser completamente sincero... –asiento invitándolo a proseguir– Su familia es desastrosa en todos los sentidos, no espere mucho de ellos, Señorita. –se queda callado unos segundos y continúa con calma– Su hermano Anton es un mujeriego sin remedio y Rustam se ha casado con una mujer más venenosa que la mamba negra. –suspira y me abre la puerta del auto mientras sube mis maletas– En resumen, todos son groseros, egoístas e indignos de confianza. No hay ningún valor sobreviviente de los Vólkov. Son más viva imagen de la decadencia.

—¿Y mi madre? –subo al auto y medita su respuesta mientras nos ponemos en marcha– Así de mal esta, será un dolor de ovarios.

—Me temo, Señorita, que ella es la peor de todos. –se quita el sombrero y me ve por el retrovisor con gesto triste– Me atrevo a sugerir que no confíe en nadie, nunca se sabe a quien pueden comprar. Las cosas se han puesto negras desde la muerte de su padre, temo que haya una huelga porque su madre se niega a pagar los sueldos.

—De eso no te preocupes, yo me encargaré de que se les pague lo atrasado y un poco más por tanta lealtad que ofrecieron a mi padre. –miro por la ventana y suspiro con pesar– Primero debo encontrar a alguien en quien poder confiar, uno no puede andar por la vida con la espalda descubierta.

—Puede contar plenamente conmigo, señorita. Le seré leal de la misma forma que le fui a su padre, sin lugar a dudas. –sonríe y avanza por el estacionamiento para salir a la calle.

—Sé que sí, pero sabes que no vengo de visita familiar, las cosas se pondrán feas y de verdad no quiero que te metas en estos asuntos, además, debes encargarte de otras cosas como para estar jugandole al guerrillero.  –lo miro por el espejo y él sonríe.

—En eso tiene razón, señorita, pero si me necesita sabe que puede confiar en mi. –se lleva la mano al pecho en señal de promesa y yo le agradezco con una gentil risa– Me alegra que siga siendo la misma niña que se fue hace años, su luz podría iluminar el camino oscuro que se cierne sobre su familia y la Alianza. –la sonrisa muere lentamente entre mis labios.

—Te equivocas, la niña que fui murió hace mucho. –miro mis manos, apreciando cada cicatriz, cada historia oculta, el dolor desgarrador– Mi padre me envió a un lugar donde no había espacio para la inocencia, donde tuve que madurar a la fuerza. En cuanto partí me vi obligada a abandonar las muñecas y los juegos de té para cambiarlos por armas y supervivencia. –suspiro y el brillo de su mirada se apaga un poco– Me convertí en un monstruo sin compasión, pero te aseguro que nunca doy más de lo que recibo. –suspiro una vez más con mayor fuerza y le sostengo la mirada al hombre que podría ser uno de mis más fieles aliados– Como decía mi padre "por las buenas te invito un trago y por las malas te meto un tiro". –John se ríe y asiente mientras yo pienso en todos los posibles escenarios a los que podría enfrentarme al llegar y la forma en que tendré que actuar para no permitir que me pisoteen.


..........


Después de cuatro horas de viaje por las Sierra nos topamos de frente con la gran e imponente entrada del Rancho Rugido de Águila.

Las amplias tierras están bordeadas por una barda de piedra braza de al menos metro y medio de altura. Por la temporada y el intenso sol, el pasto no es más que hierba seca, amarilla y quebradiza. Tiene un toque escalofriante que me eriza la piel.

La casa principal es mucho más imponente que cualquier otra cosa, es una hacienda construida principalmente de cantera con un estilo sobrio que se yergue orgullosa en las tierras secas con los cientos y cientos de agaves rodeando cada centímetro de la propiedad y sus alrededores. Una majestuosidad con un estilo único, una mezcla entre las haciendas clásicas mexicanas con un equilibro perfecto de las casas italianas y rusas tradicionales.

Volver a mi antiguo hogar me hace sentir pequeña, me percibo como algo insignificante y no debo permitir que sea así, necesito causar una buena impresión a las personas del servicio y debo ser a la vez, un dolor de culo para quien intente meterse en mi camino al trono familiar.

—¿Qué le parece, señorita? –John me mira y yo sonrío, tengo buenos recuerdos de este lugar, a pesar de la mierda que pasó el día que me obligaron a irme– La casa sigue siendo la misma, por supuesto tiene algunas modificaciones, pero tratamos de mantenerla igual que en sus inicios.

—Sigue siendo majestuosa e imponente. –me yergo y comienzo a aferrarme a mi papel de perra desalmada– Quiero que le des al servicio mis disculpas adelantadas por los posibles estragos que podría causar mi presencia en la casa y también mi futura actitud, tengo un papel que interpretar.

John me observa y asiente, se ve inseguro sobre si responder algo o no, así que decide no hacerlo.

Doy un largo suspiro a la vez que el auto se detiene frente a la enorme y atemorizante casona Rugido de Águila.

Mantengo mi espalda recta, reviso mi maquillaje una última vez, me acomodo los lentes oscuros y abro la puerta para salir como una diva inalcanzable.

—Agárrense cucarachas, ya llego la Patrona. –elevo el mentón y camino como si avanzará por nubes, con un elegante y sutil contoneo de caderas.

LA PATRONA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora