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—La próxima vez que vaya al pueblo, recuerdame comprar chucherías. –avanzamos por las escaleras a paso lento, me inclino hacia él como si le fuera a contar un secreto– Un guardadito no nos vendría mal después de un entrenamiento.

—Pensé que ya estabas acostumbrada a sufrir hambre, siempre has dicho que es un lujo del que no siempre gozaste. –sonrió sin mirarlo, mantengo la vista al frente– Siempre presumes lo poco que comías en la Escuela de Élite, casi me convences de que funcionas solo con energía solar.

–Mi cuerpo se cansa y sufre como cualquier otro. La diferencia es que mi orgullo me ayudó a sobrevivir, aunque podría sumarle un poco de resistencia, pero fue más orgullo Vólkov que cualquier otra cosa. –me encojo de hombros y llegamos al pasillo del terror– Dije la verdad, en ese lugar comer era un gran lujo que pocos podían darse porque a veces la comida estaba envenenada.

—¿Comida envenenada? ¿Qué clase de futuros líderes se creaban ahí? –me detengo frente al cuadro de mi padre.

—Es una vieja institución que mantiene arraigada la primitiva creencia de que solo los más fuertes e inteligentes llegan al poder. –meto las manos a los bolsillos de mi short deportivo– A veces la comida la envenenaban los herederos y otras veces los veteranos. Después de un período en el que nadie moría por combate o cualquier otra forma cruel, decidían que era momento de generar bajas por envenenamiento. –reanudo el paso y Selim me sigue– A veces pienso que solo decían que había algo en la comida para ver quiénes eran los suficientemente valientes como para arriesgarse.

—¿Alguno se arriesgó? –asiento severamente con la cabeza– ¿Tú lo hiciste?

—¿Hablas en serio? Con la suerte que tengo seguro si me tocaba petatearme. –río mientras me cubro la boca para sofocar el sonido– No quería tener la fortuna de comer cianuro en mis panqueques así que, al igual que el resto, decidí arriesgarme. Pocos comieron y esos pocos murieron, aunque jamás me detuve a pensar si fue culpa de la comida.

—Si no comías de eso entonces, ¿de dónde sacabas proviciones? –me dejo caer en el sillón individual y él se posiciona frente a mi en uno doble.

—Comía un poco de los platillos después de darle un poco a las ratas, de esa manera me daba cuenta si tenían algo. –abre los ojos sorprendido y yo frunzo el entrecejo– Mierda, demasiada luz.

Me pongo de pie y me acomodo junto a él. Su cuerpo se pone tenso y deja el pañuelo con comida sobre la mesa de centro con mucho cuidado como si fuese a explotar.

—No te voy a morder... aún. –su mirada me observa llena de pánico aunque con una expresión más bien tranquila– Solo bromeo, relájate. El hecho de que me siente junto a ti no tiene nada de malo, solo le saco a la luz solar.

—¿No te gusta estar bronceada? –junta las piernas para dejar una brecha profunda entre nuestros cuerpos.

—Mi naturaleza oscura me hace sensible a la luz solar. –tomó un poco más de agua– De hecho, en la Escuela de Élite explotaron esa debilidad por años y aún con eso nunca logré superarlo, es complicado.

—¿Te hacen enfrentar tus debilidades? –se ríe y toma un pedazo de pan de nuez– No parece tan malo. –da otro mordisco y de sus comisuras caen finas migajas.

—No dirías lo mismo si te pusieran en guerra con tus mayores miedos, incluso aquellos que no sabías que tenías. Es como temer a las ratas y tratar de darles un beso como agradecimiento. –tomó una fresa y me la llevó a los labios con aire distraído.

Mi cuerpo está aquí, pero mi mente divaga hasta el pasado y se aferra a los horribles momentos que nos hicieron vivir.

—Los días eran un tormento y las noches agonía infinita. –tomó una guayaba y la analizo– Perdí a una buena amiga por miedo. –suspiro con melancolía– No juzgues quien soy ahora si no sabes quién fui en el pasado. –dirijo mi vista a Selim y me encuentro con su mirada llena de curiosidad fija en mi– Sé que todas mis acciones tienen motivos cuestionables, pero hago todo lo que esta en mis manos para no ceder.

—¿No ceder a qué? –aplastó la fruta en mi mano y los restos caen tristes a la alfombra, aunque la mayor parte de la pulpa se mantiene adherida a mis dedos.

—La oscuridad. –me pongo de pie y su cuerpo se agita sorprendido, su mecanismo de defensa se activa y el mío también, hablar demasiado y no decir nada me ha revuelto el estómago– Ya no tengo hambre.

—Ilynka. –trata de seguirme, pero yo alcanzo mi habitación y me recluyo en ella– Lamento lo que viviste. –gira la manija en vano– Solo podrás superarlo si lo hablas con alguien, sé que eres lo suficientemente valiente como para hacerlo.

–¿Valiente? –un calor conocido y doloroso comienza a subir desde mis tobillos, la ansiedad comienza a manifestarse, primero con calor y luego con un frío que hiela las entrañas– No puedo ser valiente si todas las decisiones que tomo son para complacer al mundo. –el calor llega a mis costillas y me presiona los pulmones conforme sube hasta mi garganta– Yo solo quería descansar, pero llegué aquí para complacer las expectativas de un muerto, de alguien a quien poco le importé y que aún así decidió que era su mejor juguete. –golpeo la pared con fuerza y mis nudillos sangran demostrando que no soy tan indestructible como lo hago parecer– Mi padre me condenó en más de un sentido y aún así, aquí estoy. –me recargo en la pared y me dejo caer al suelo con lentitud– El hecho de que siga aquí no es un acto de valentía, soy cobarde por ser incapaz de decidir por mi misma más allá de lo que espero que los demás vean en mi.

—Si te consideras cobarde entonces yo soy una princesa.  –frunzo las cejas confundida y él se ríe detrás de la puerta, como si estuviera avergonzado– Eso sonaba mejor en mi cabeza.

—Ante la más mínima demostración de afecto por parte de mi padre, mi corazón reaccionó a obedecer ciegamente sin rechistar. –me pongo de pie y doy vueltas de un lado a otro– Valentía no es dejar que el más mínimo trato humano te arrodille a suplicar por más. Ser valiente implica no dejarte cojer tan fácil, es luchar por lo que mereces y yo... no lo sé... no merezco nada.

—¡No digas estupideces! –grita mientras suelta un golpe a la puerta– ¡Si crees que eres una marioneta entonces corta tus hilos y comienza a ser una niña de verdad, déjate de idioteces y comienza a trabajar en ti!

—Lo dices como si fuera la cosa más sencilla del mundo. –gruñó con rabia y él resopla.

—No será fácil. Durante el camino vas a llorar y a patalear como una bebé desquiciada, pero cuando descubras tu verdadero potencial y tu verdadero valor sabrás qué es lo que mereces y lucharás por eso, defenderás tus ideales por sobre cualquier cosa y encontrarás aquello que no buscas. –vuelve a suspirar, pero está vez con cansancio, como si hubiese dado todo de sí en batalla.

—¿Encontraré lo que no estoy buscando? ¿Y eso qué mierda significa? –miro la puerta con furia como si él fuera a sentirla.

—Lo entenderás cuando suceda. –responde con simplicidad y sus pasos se alejan de a poco– Vendré por ti antes de la comida, descansa un poco y piensa en lo que te dije. No estas sola, Vólkova.

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