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Hoy es el día en que la heredera de los Kröger llegará al Rancho Rugido de Águila y la casa es un completo caos.

Si bien Leonora quería que me hiciera cargo de los negocios familiares, no se esperaba que yo le avisara de la llegada de las distinguidas invitadas a tan solo un día de su arrivo.

—¡Eres una desconsiderada! –ruge la Jefa mientras se mueve de aquí para allá con el ceño fruncido produciendo fuertes gruñidos de desaprobación– ¡Una heredera y sin el recibimiento adecuado! ¡Sí que eres...!

—Sí, sí, sí. ¿Por qué no me dices algo que no sepa? Sería más productivo. –bufo con desinterés.

—A veces quisiera... –gruñe y continúa con sus actividades a regañadientes.

—Dioses, ¿por qué se reprime los insultos? Me gusta más cuando me insultan a voces. –resoplo molesta y Selim niega con la cabeza– ¿Qué? Un buen insulto por la mañana hace que el día sea maravilloso.

—Deja de provocar a la Jefa, no querrás que te jale los mechones rojos en tu próxima sesión de brebajes mágicos. –me reprende con el ceño fruncido y yo chasqueo la lengua.

—No me molestaría un buen jalón de pelo. –pongo el puño debajo del mentón con gesto de ensoñación– Quisiera que ese jalón ocurriera en el sexo, pero no es posible.

—¿De qué hablas? Le tienes miedo al contacto con los hombres. –a pesar de sus mejillas sonrojadas consigue burlarse de mi con descaro.

—Imbécil. –sentencio con un gruñido y eso hace que se ría más de mi– Debería transformarte en una gárgola a ver si eso te gusta.

Abre los ojos asustado y su miedo me llega dulce hasta la nariz.

—Así me gusta. –inhalo con suavidad y suspiro con una sonrisa– El miedo siempre será mejor que la ira, al menos por la mañana. –me rió mientras le doy palmadas en el hombro– Gracias por mejorar mi día, perro faldero.

—Que graciosa eres, víbora ponzoñosa. –espeta bebiendo de su café.

—¡Selim Mignon! ¿Qué clase de lenguaje es ese? –Leonora le da un zape en la coronilla y yo ahogo una risa mientras él se atraganta con el café– ¡Es tu Patrona y la respetas!

—Sí, Selim. –asiento con un puchero– Debes respetarme, no seas grosero.

Leonora le da un último golpe en el hombro y se va a revisar que todo este en condiciones.

—Eres una... –suelto una risa y me pongo de pie.

—Sí, ya me la sé. –le palmeo el hombro– Vamos, estamos llegando tarde a entrenar.

Salimos al jardín donde John nos espera junto a los demás guardias. El día es soleado como siempre, aunque la mañana no está tan sofocante como otras veces.

—Bien, ya se la saben. –John silva para llamar la atención de todos– Hagan estiramientos y luego a trotar. Hoy veremos los puntos básicos del boxeo callejero.

Todos bufan y obedecen las órdenes del Guardia Principal con ocasionales quejas en voz baja. Nadie tiene las agallas suficientes como para negarle algo.

Por mi parte, siento una emoción intensa que se divide en dos; por un lado espero firmemente no perder el control como la primera vez; por el otro lado, me mantiene motivada el hecho de estar a punto de conocer lo que es boxear como los grandes.

—¡Esto es tan emocionante! –chillo cerca de Selim y este solo rueda los ojos– ¿No te parece genial?

—Solo es boxeo callejero, ese ya lo conozco. –gruñe mientras estira las piernas– No sé qué tiene de interesante para ti.

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