#18..

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—Olvidé tu herida hasta que sentí el olor de la sangre.

—No es grave. –espeta molesto, entonces me detengo y lo enfrento.

—Sí, pero Leonora me matará si se salen tus tripas por esa cortada. –continuamos y nos encontramos a la reina de Roma en mitad del pasillo, muy cerca de la cocina– Hablando de...

—¡Dioses! –toma la mano de Selim y la analiza– ¿Qué sucedió? ¿Tú hiciste esto? –me señala con su dedo acusador.

—¿Me ves cara de que yo le cortaría la palma? ¿Nada más? –ruedo los ojos y me cruzo de brazos– Por favor, yo haría algo más que sacarle unas gotas de sangre. Por mi le arranco la mano.

—¿Acabaste de fantasear con mi cuerpo en pedazos? –pongo los ojos en blanco porque no había caído en cuenta que estoy pensando demasiado en su cuerpo– No es nada grave, ya dejó de sangrar.

—¿Qué sucedió? –pone las manos en jarras y nos observa– ¿La tocaste de nuevo?

—¡No la toque! Solo fue un asunto... familiar. –me mira para que le explique pero solo asiento para darle la razón– Además, no entiendo por qué hay tanto problema en que la toque.

—No trates de averiguarlo, solo no lo hagas y ya. –me recargo en la pared con el hombro y cruzo los tobillos– Cambiando de tema... ¿Qué lección habrá hoy? ¿Primeros auxilios, medicinal herbal, hechizos de casa? ¿Quizás algo más aburrido que eso?

—¿Aburrido? ¿Puedes hacer alguna cosa de esas sin que algo entre en llamas repentinamente o termine por amenazar la existencia? –levanta la ceja y yo me encojo de hombros– Eso es lo que creí. Ni siquiera puedes enfriar tu habitación y te atreves a decir que mis clases son aburridas.

—Ya entendí, gracias por la observación. –bufo y Leonora sonríe con suficiencia– ¿Qué haré hoy?

—Hoy la clase la darás tú. –frunzo las cejas confundida y ella sonríe como si estuviese por hacer una broma– Entablaras una conexión sana con Selim y le mostrarás el funcionamiento de la familia, hasta podrías darle un recorrido por la propiedad ya que hay tiempo.

—Mierda, preferiría sacarme los ojos con un tenedor y dárselos de comer al perro. –ambos me miran como si tuviese un tercer ojo en la frente y asiento– Bien, si no hay opción.

—Deja de ser tan pesimista, mi niño es todo un amor y yo sé que pueden llevarse bien. –le aprieta la mejilla a Selim y yo sofoco una sonrisa.

Leonora continúa sus asuntos en la cocina y yo le hago una seña a mi acompañante para que me siga el paso.

—Pobre cosita, casi le arrancan la mejilla. –comentó en un tono infantil y agudo, Selim me dirige una mirada de odio y yo dejo que la risa fluya como un río– Mierda, incluso te dejo la mejilla roja.

—¿Podrías callarte? Ya es bastante vergonzoso que me siga viendo como un bebé. –ruge por lo bajo y yo me cubro la boca para tratar de sofocar mi risa pero no puedo, el simple hecho de verlo me hace reír más– Eres imposible.

—Perdóname, es inevitable. –en un movimiento rápido Selim me pellizca la mejilla, pero de forma muy poco cariñosa– ¿Qué carajos?

—¿No es gracioso cierto? –mis mejillas comienzan a arder y su cara se pone pálida– Mierda.

—Mierda es la que te voy a obligar a comer si me vuelves a tocar. –gruño gravemente y él traga saliva.

—No es tan divertido cuando te humillan, ¿o sí? –recobra la compostura y el color vuelve lentamente a sus mejillas– Ojo por ojo, señorita Vólkova.

—Odio que me toquen. –sentenció mientras avanzamos a los establos bajo el sol que apenas va calentando.

Pocos metros más adelante veo a Christian, tiene la cara sudada y las botas llenas de lodo seco.

—¿Por qué no te gusta? ¿Tienes algún tipo de fobia con eso? –ignoro su pregunta y me dirijo directamente al señor Messina– Vamos, esto es parte de formar vínculo. No me ignores.

—Señor Messina, ¿cómo le va el día de hoy? –me acerco y estrecho su mano, ne dirige una sonrisa cálida y cansada.

—El sol está que muerde, parece que nos esperan días muy calurosos. –se acomoda el sombrero vaquero y mira a mi acompañante con ojo crítico– ¿Quién eres tú?

—Selim Mignon, soy el nuevo guardia. –Christian se ríe y niega con la cabeza de la misma forma en que lo haría si le contarán un chiste muy divertido.

—Mis más sinceras condolencias. –sofoco una risa mientras Selim me interroga con la mirada, no entendió el trasfondo de eso– Debo suponer que buscas un caballo, ¿me equivoco?

—Leonora quiere que le enseñe la propiedad, pero ¿eso puedes hacerlo tú? –sonrió con inocencia y él niega con la cabeza– Vamos, no quiero hacer esto.

—Tú guardia, tu tarea. –camina hacia los caballos y trata de buscar el adecuado para Selim– Eres un tipo grande y mis caballos son pequeños, pero alguno debe de poder sostenerte.

—¿Dónde esta Onix? ¿Puedo ensillarlo? –miro cada cubículo y no lo encuentro por ningún lado, Christian carraspea para aclararse la garganta.

—Sí quieres mantenerte en una pieza yo me encargaré de ensillar al caballo. –elige a uno considerablemente más grande que el resto y nos lo presenta– Este es Odiseo, es joven, fuerte y dócil así que no tendrás mucho problema para montarlo. ¿Has montado alguna vez?

—Sí, en Italia mi padre tenía caballos... hasta que se los quitaron para pagar sus deudas. –desvia la mirada y acaricia distraidamente la crin de Odiseo.

—Claro... –Christian lo analiza como si ahora tuviese enfrente a un niño perdido– Imagino que sabes ensillar a un caballo ¿verdad? –recupera la atención de Selim y este asiente, Christian sonríe complacido y me mira– Al menos sabré que si tienes problemas habrá alguien que te podrá auxiliar para que no te... ensucies la ropa. –nos guía a Onix y este comienza a removerse inquieto ante nuestra presencia– Este es Onix y es poco confiable, solo deja que los Vólkov lo monten y ni siquiera así se mantiene tranquilo mucho tiempo.

—Bien, ¿ya lo han entrenado? –el señor Messina lo analiza con una molestia recién adquirida, creo que esa pregunta lo ofendió.

—¿Crees que soy idiota? Mi afición son los caballos, puedo comunicarme perfectamente con todos ellos, sin embargo, eso no incluye a Onix. –mira detenidamente al caballo y parece que este lo desafía– Onix es diferente a todos los caballos que he conocido en toda mi vida, su energía es diferente, irradia demasiado caos.

—Vaya, creí que solo yo sentía eso. –me río aliviada y ambos hombres me observan como si hubiesen olvidado que yo estaba ahí– ¿Qué? Sentí su energía desde que estaba encerrado. Pensé que era una falla en mi radar, pero ya que lo mencionas me alivia saber que usted también sabe que es diferente. –acerco mi mano a Onix y este se deja acariciar, aunque se mantiene alerta.

—Bien, es hora de montar. –Messina dirige a Selim al lugar donde tienen las sillas acomodadas y yo suspiro.

—Será un día muy largo. –sigo acariciando la crin de mi caballo y este asiente como si estuviese de acuerdo conmigo– ¿Acabas de...? No, eso no es... ¿o sí? No, me niego.

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