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Reviso mi aspecto una última vez y caigo en la cuenta de que soy una ridícula, no necesito hacer esta mierda, no necesito que las personas me acepten, no necesito la aprobación de nadie.

Le doy la espalda al espejo y me concentro en lo que podría pasar esta noche.

Ningún escenario incluye una cena feliz en familia, pero si que incluyen una discusión con algo siendo arrojado con violencia y algo recibiendo el golpe.

—No me van a vencer. –me yergo, tomo una buena bocanada de aire y la exhalo lentamente– Matar o que me maten, esa es la cuestión.

Cuando recorro el pasillo cubierto por los cuadros de los anteriores líderes Vólkov se me encoge el alma, me siento tan pequeña bajo sus miradas juiciosas. Me domina la sensación de que debería tirarme al suelo y suplicar por su perdón, por no ser suficiente, por ser débil, por ser diferente.

La llama de la ira se enciende en mi interior y hace arder el miedo. Hoy seré rebelde y haré oídos sordos a ese sentimiento desdeñable.

Decido caminar con orgullo, como una guerrera inquebrantable preparada para la masacre. Porque yo soy la puta ama del terror y nadie va a doblegarne. Ni siquiera un grupo de ancianos hechos polvo.

..........

Me doy un minuto para analizar sus comportamientos antes de hacer acto de presencia. Me intriga saber cómo es su relación cuando están solos.

Después de unos minutos de escuchar y observar desde las sombras me convenzo de que dan pena ajena, no hay mucho que se pueda rescatar. Están podridos, jodidos y acabados. Cada uno ensimismado en su propio mundo.

Elizabeth solo esta ahí existiendo y mirando a Anton como si fuera la más grande de las maravillas. De ella emana un deseo perverso y salvajemente sexual hacía él, lo que me revuelve las tripas en poco tiempo. No es una emoción necesariamente negativa, pero si resulta violenta así que me golpea como una bofetada.

Por su parte, Anton creyéndose el ser más inteligente en la faz del universo discute sobre idioteces y menciona datos erróneos al azar a quien sea que tenga el "privilegio" de escucharlo, su verborrea me irrita y mucho más me irrita el hecho de que Elizabeth parezca tan maravillada. Su narcisismo dulzón me empalaga la nariz y me hace enfurecer, mis vellos se erizan ante la tentadora idea de arrancarle esa lengua mentirosa y profana para dársela de comer a su detestable amante.

El paisaje cambia radicalmente cuando veo a Rustam. De inmediato me siento confundida, ¿o él se siente confundido? Lo veo sentado en su lugar, observando el relieve del tallado de la mesa. No sé qué piensa con exactitud, pero su energía me dice que está fascinado y furioso. Una peculiar mezcla de sentimientos. Lo que sea que lo cause lo hace sentirse dividido, incompleto. ¿Podré salvarlo de las garras de mi tirana madre? Lo observo con atención para ver más allá de su apariencia, y aún así sigo percibiendo su soledad como un fuerte tufo. Dime Rustam, ¿dejarás que te salve?

Olesya esta callada, observando con recelo cómo el sitio de mi padre esta vacío. Desde esta distancia percibo la energía del odio que irradia, se imagina a sí misma sentada ahí, su anhelo de ser la líder me embarga como una cuerda al cuello. Quiere a los reinos de rodillas.

Me pregunto por qué no se sienta en la silla si tanto la quiere. ¿Será que ella cree en esas historias que contaba mi padre? Aquellas que señalaban que los Vólkov tenían un legado de objetos específicos que nadie más que el líder mismo o los descendientes con habilidades podían utilizar.

Él decía que las sillas eran sagradas, que eran un símbolo de respeto y por tanto no cualquiera podía tener acceso a ellas. ¿Son reales sus maldiciones? ¿Por qué una silla sería tan especial como para dedicarle una maldición?

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