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—¿Tienes alguna otra pregunta? –Selim sonríe con complicidad y yo suspiro– Algo que no tenga que ver con el hecho de que no me gusta que me toquen. –niega con la cabeza y yo gruño enfadada– Sé que nunca te detendrás así que solo haz la pregunta.

—¿Por qué motivo no te gusta que te toquen? Lo repites cuando yo te toco, pero jamás cuando la Jefa o Leonora lo hacen. –ladea la cabeza con curiosidad y me dedica una mirada profunda, en un intento de lograr ver el secreto a través de mi piel.

—Te diré el motivo, aunque te aseguro que no es algo que puedas creer con facilidad. –suspiro y miro al frente, reviviendo las sensaciones– Fueron momentos oscuros en mi adolescencia. Hoy parece que las montañas se arrodillarían ante mi presencia, pero no siempre fue así.

—Tiene toda mi humilde atención, señorita Vólkova. –sonríe haciendo que las comisuras de sus ojos formen pequeñas arrugas en los extremos y que sus orejas se hagan ligeramente hacia arriba adquiriendo un ligero tono rosado.

—Te lo advierto, si te atreves a compadecerme te voy a tirar de ese caballo y aplastaré tu cabeza con los puños. ¿Estamos? –traga saliva conmocionado y asiente lentamente– Durante mi linda estadía en la Escuela de Élite tuve algunas... crisis existenciales. En esos lapsos donde me perdía a mi misma no tenía energía ni para levantarme, cosa que le favoreció mucho a mis compañeros. –frunce las cejas como si intentará seguirme la pista– Fue durante una de mis crisis más despiadadas que un grupo de seis cadetes se coló en mi habitación después del toque de queda y entre todos abusaron de mi. –Selim me mira con los ojos bien abiertos y la mandíbula tensa– Sabía que ellos estaban ahí y sabía lo que querían hacer, pero mi cuerpo no respondía, así que sentí todo, desde sus dedos deslizándose descaradamente por mi piel hasta sus uñas arrancando la ropa con desesperación. –aprieto las riendas hasta que los dedos se me ponen blancos, cada vez que lo recuerdo me carcome la ira y la impotencia por no hacer nada– Cualquier tipo de roce con cualquier hombre, por más insignifante que parezca, hace que mis entrañas se coman a sí mismas y que en mi corazón se encienda una hoguera capaz de carbonizar el mundo entero. –trenzo un mechon de la crin de Onix y la sostengo distraidamente entre los dedos– Solo habían pasado unas horas desde que asesine a mi amiga y ahí estaban ellos, atacando en mi momento más vulnerable. –me dirige otra mirada y luego huelo la compasión como un tufo pestilente– ¡Voy a arrancarte las pelotas y se las daré a los cerdos! –espeto histérica haciendo que se aleje un poco del susto.

—¡No estoy sintiendo compasión por ti! –grita defendiéndose y yo solo gruño, más fuerte que todas las veces anteriores.

—Mientes. –hago que Onix se ponga frente a Odiseo para detenerlo y poder estar cara a cara con Selim– El olor de tu compasión me empalaga la nariz, me hace sentir arcadas y desprecio. ¡Odio que me vean como una niña débil que debe ser protegida!

—Lo siento, fue instintivo. –sacude la cabeza para espantar el miedo– No te veo como una niña. De hecho creo que de todos yo soy el único único te ve como una adulta amargada que de vez en cuando tiene rachas de humanidad. Eres como una bruja que a veces gusta de ayudar. –mi cara se distorsiona en un gesto de confusión y él se encoge de hombros– Lamentablemente no soy bueno con las analogías o lo que sea.

—Claro, ¿será entonces que yo soy caritativa en la misma medida en que tu eres obediente? –desvia la mirada avergonzado– Eso creí. Soy como soy, ni buena ni mala, solo soy humana. Punto. –agito las riendas para que Onix continúe el largo camino de vuelta a la Casona.

Nos tomó todo el día recorrer la propiedad. Primero le explique como funciona la familia, el legado de la Alianza y las áreas que maneja cada miembro; después hablamos sobre lo que implica ser el heredero, antecedentes de la familia y algunas cosas sobre la Escuela de Élite.

—Dijiste que mataste a tu amiga, ¿eso cómo sucedió? –vislumbro la casa a lo lejos y mantengo la vista al frente para no delatar mi tristeza– ¿Ilynka?

—Lo siento, has excedido el número de preguntas difíciles por día. –seguimos avanzando en silencio.

Siento la incertidumbre asentada en él. Percibo todavía la compasión y algo más, quizás algo parecido al miedo. ¿Ahora me teme?

—¡Ey! Harán que esos caballos mueran de inanición. –Christian aparece junto a John– Llevenlos al establo para que se refresquen.

—Un placer conocerte Selim. –John inclina su sombrero de forma respetuosa mientras nos sigue a los establos– Yo soy John Juárez, soy el guardia principal y el encargado de tu entrenamiento.

—¿Entrenamiento? –sonrió de forma cómplice cuando John me observa intentando saber si esta bromeando– Nadie me dijo que habría entrenamiento.

—Ahora trabajas para una de las familias más importantes de mundo, por eso es indispensable llevar un entrenamiento riguroso que asegure la protección total de los miembros de la familia a la que sirves. –sonríe fraternalmente y yo me bajo de Onix para darle un poco de agua– La señorita Vólkova es perfectamente capaz de cuidarse, pero nunca están de más un par de manos extra. –analiza severamente a Selim– Como podrás entender, es obligatorio que estes a la altura. ¿Eso será un problema?

—Entiendo lo que implica, no es ninguna queja. –asiente y comienza la tarea de desmontar la silla– ¿Qué tipo de entrenamiento es?

—Un poco de todo, ya verás. –se despide con una sonrisa– No te arruinaré la sorpresa.

—¿A qué se refiere con eso? –me encojo de hombros y él se acerca para hacer un círculo confidencial– Sé que sabes a qué se refiere.

—¿Qué? ¿Ahora tienes miedo? Entenderás a qué se refiere cuando vayas a entrenar mañana. –frunce los labios y le da un poco de agua a Odiseo– John se toma el entrenamiento muy en serio así que espero que al menos en eso seas obediente, de lo contrario te comerá vivo.

—Se ve que es un buen tipo. –vemos a John hablando con el capataz y Selim se ríe– Se ve muy frágil, ¿cómo va a entrenarnos?

—Eres hombre muerto. –dejo a Onix para que coma y avanzó a paso rápido a la casa, me urge comer algo y darme una ducha fría porque la tarde es aún más sofocante que la mañana.

—¿Eso qué significa? –me alcanza y cuando va a sujetar mi brazo lo piensa dos veces– Explícame.

—Te lo diré de forma simple para que tu cerebro de semilla lo entienda. –pongo los brazos en jarras y frunzo las cejas para adquirir mi cara más seria– Jamás te atrevas a subestimar a John. Él podrá parecer un abuelo buena onda incapaz de sostener su propio peso, pero a la primera oportunidad sería capaz de arrancarte la espina dorsal de cuajo si le apetece.

—Bromeas. –me mantengo en mi sitio y en dos segundos lo compadezco, esta bien frito– Estás tomándome el pelo, ¿verdad?

—Tuya es la decisión, creer o no. –me encojo de hombros y entro a la casa por la puerta principal, detrás de mi escucho los pasos seguros de mi guardia.

Como siempre, sus emociones se mantienen neutrales, cada momento invisibles a mi radar. Su actitud plana me hace desear arrancarle la cabeza y abrirla como un nuez, sin embargo, para mi es un descanso grato en algunos momentos porque así me despejo de las emociones de los demás, a veces me abruman demasiado y el silencio siempre será bien recibido.

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