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—Esta parte de la propiedad es la más grande y la más fértil, por lo tanto concentra la mayor parte de los agaves. –Christian observa orgulloso el horizonte, el sol comienza a tomar fuerza a medida que sube a través del cielo impecable– Solo cosechamos la mejor calidad.

—Eso veo. –intento mirar las tierras con los mismos ojos que el capataz, pero no lo logro– Es un paisaje... hermoso.

—Tranquila, Ilynka. –acerca a Calabaza a mi, pero no se deja, así que mantiene una distancia de tres metros para no estar tan próxima a Onix– Tu herencia sanguínea te hace más apegada al caos, lo que te vuelve incapaz de ver la belleza de la agricultura y su pasividad.

—Lamento no ver lo que tú ves. Por más que me esfuerzo no logro ver más allá de la simpleza, pero incluso eso es maravilloso. –tomo un suspiro largo y hago que mis fosas nasales se inunden del intenso aroma de la tierra mojada y de la hierba que comienza a crecer entre cada agave– A veces solo deseo una vida simple, sin caos ni problemas. Aunque sin eso no sería yo.

—Debemos volver, ya es hora del almuerzo. –Christian le hace una señal a su yegua y está avanza rápido, entonces me veo obligada a alcanzarla.

Onix todavía se comporta como un necio, así que es difícil darle órdenes si él no está dispuesto a seguirlas.

—¿Tanta prisa tenemos en llegar? –digo mientras me acomodo a la par de Calabaza y el Capataz.

—Sí, los animales son puntuales y no toleran retrasos, en especial cuando se trata de su comida. –avanza en silencio hasta que se detiene abrutamente, me paso de largo y en un intento por regresar casi me caigo de la silla de montar.

Cuando siento que me resbaló, me agarro del cuello de Onix y me sujeto con firmeza, algo que no le gusta así que se sacude aún más.

Christian me grita lo que debo de hacer pero solo me concentro en no caer, porque en ese caso seguro me mete una patada.

—¡Por todos los dioses Ilynka, suéltate! –grita mientras se baja de Calabaza y gira dentro de un perímetro seguro, evitando que le marquen las herraduras en la frente con una coz– ¡Carajo, Ilynka!

Christian intenta calmar a Onix, pero no hay resultados. Mis opciones se reducen a soltarme y rodar.

No quiero hacerlo, si llego llena de lodo a casa se van a burlar de mi, mi autoridad se reducirá a mierda. Eso es impensable.

—¡No puedo hacer eso! –grazno y me sujeto con más fuerza– ¡Tengo que llegar limpia o mi reputación se irá a la mierda! –me concentro en subir la mitad de mi cuerpo que esta colgando del cuerpo de Onix.

—¡La puta madre Ilynka, la reputación no importa! –gruñe molesto mientras se tira del cabello. Su enojo me fortalece así que lo uso para aplicar más fuerza en mis brazos y flexionarlos para cargar con mi peso y subir de nuevo a la silla.

Cuando logro poner mi culo en la silla, justo donde debería ir, Onix se calma y se queda quieto como si no hubiera pasado nada.

Christian se acerca y suelta un suspiro largo. Niega con la cabeza y toca el pecho del animal, como si así logrará conectarse con él y saber lo que sucedió.

—No puedo creer que no te hayas soltado. ¿Cómo puede importarte más tu reputación cuando tu vida peligra? –gruñe en desaprobación y sube de nuevo a Calabaza.

—En este mundo, lo único que importa es la reputación, especialmente si estás en la Alianza. –acaricio la crin de Onix– Si hubieras vivido lo que yo en la Escuela de Élite pensarías lo mismo. –suspiro y observo el horizonte– Crecí con la idea de que todo en esta vida es reemplazable y si no puedes demostrar tu utilidad, entonces debes hacerte a un lado.

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