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*Narra Selim*

Después de drogar a Ilynka con Whisky y de asegurarme que no tenía problemas al respirar mientras dormía fui a mi habitación a tomar una ducha.

En Palermo, las grandes familias italianas celebran de la misma forma, siempre a lo grande y de manera ostentosa como si fuese el último día de sus vidas y, extrañamente, estos eventos me hacen sentir sucio.

Creo que no sería capaz de acostumbrarme a esta vida, me parece irritante. Aunque, si alguien más supiera lo que pienso pensaría en ello a profundidad, concluyendo que no es irritación lo que me causan sus lujos sino más bien envidia.

Salgo de la ducha con el cabello goteando al frente y la toalla anudada a la cintura, con un sentimiento de decepción conmigo mismo por ser incapaz de disipar la ira y los celos que me causa que los demás tengan todo y yo haya sido un niño miserable, con padres miserables y deudas pisándome los pies.

Mientras me seco el cabello escucho un sonido fuerte al lado y después un grito, un grito largo, desgarrador y estridente que me hace dar un salto.

Mis latidos se aceleran y proceso la situación, casi olvido que debía estar atento. ¡Se supone que estoy cuidándola!

Corro a la habitación de Ilynka sosteniendo firmemente la toalla a mi cintura y abro la puerta de par en par buscando la amenaza, pero no hay nada.

Ella está quieta como tabla en la cama y, claro, su respiración es irregular porque su pecho sube y baja demasiado rápido, pero no hay amenazas visibles.

El grito vuelve a emerger de su garganta con una fuerza titánica, se sacude entre las sábanas como si estas tratarán de asfixiarla, algunas cosas se elevan a su alrededor y salen volando hasta chocar con las paredes y romperse en pedazos que se esparcen amenazadores.

—¡Ilynka! –grito por encima de sus alaridos, pero parece que lo he empeorado.

Alza la cabeza, se pone de pie y ataca ciegamente con sus puños cuando ya estoy junto a ella.

La tomo de las muñecas y la derribó para afianzar mi peso sobre su cuerpo y lograr inmovilizarla. Tiene los ojos abiertos, pero quizás no me ve, tal vez esta viendo un escenario y una situación que esta en su cabeza.

—¡Ya basta, ya para de pelear! –vuelvo a gritar y ella se agita, el color de su piel se torna cenizo y las venas de su cuello están tan dilatadas que parece que van a explotar en cuestión de segundos– ¡Ilynka!

—¡No! –grita entre lastimeros sollozos– ¡NO! –sigue agitandose sin descanso, toma aire entrecortadamente y lanza un graznido lastimero.

Nunca creí que ella podría ponerse así de mal, es impactante mirar a alguien que siempre se ve como una tirana inquebrantable convertirse en un manojo de lágrimas y temblores involuntarios.

—Ilynka, estas a salvo. –gruño con fuerza para hacerla callar y lo logro, a duras penas– Estoy para protegerte.

Se queda quieta y me ve, realmente me ve. Sus pupilas se dilatan y lentamente el color vuelve a sus mejillas, las venas regresan a su estado normal y su respiración se regulariza de a poco.

—No hay amenazas. –digo con firmeza y ella asiente lentamente, como si todavía estuviera agarrando señal.

—Selim. –exhala con cansancio, entre parpadeos observa con intensidad mis manos sujetando sus muñecas a cada lado de su cabeza y mi cuerpo sobre ella, así como mis piernas enredadas con las suyas para evitar patadas inesperadas– Creo... –las palabras se apelmasan antes de salir de su boca, luego sus ojos se ven eclipsados por una sombra de alguna emoción que no se molesta en manifestar– Ya quítate de encima.

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