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Durante la noche llegó una oleada terrible de calor que ahogó mis ganas de intentar dormir. Desde entonces, he rebuscado en todos mis libros con la intención de encontrar un hechizo que al menos haga más fresca mi habitación.

—Esto de ser solo caos es una mierda. –gruño mientras salgo a la sala y rebusco entre las estanterías de mi padre– ¡Es algo tan simple! ¿Por qué lo simple siempre resulta difícil para mí?

Después de buscar en cada rincón, decido que necesito ayuda. Quizá Leonora tenga algún truco bajo la manga que me haga sentir menos desesperada, que me quite esas ganas de mandarlo todo a la mierda simplemente porque parezco perro remojado.

Avanzo rápido por los pasillos, mantengo lo mejor que puedo la compostura para que cualquier mirada indiscreta no me vea siendo destruida por un poco –mucho– de calor.

—Genial, mi día va de mal en peor. –grazna Anton mientras se detiene frente a mi a mitad de las escaleras del recibidor– ¿Por qué mejor no te ahogas y dejas de joderme la vida?

Levanto el mentón y aprieto los labios. De verdad que este idiota me pide a gritos un buen trancazo en el osico, casi me ruega para que le ponga un dedo encima y le dedique tantita de mi atención.

Al analizar con más detenimiento su cara veo las gotas de sudor bajar por su mandíbula, su piel esta enrojecida y su camisa se pega al torzo por el sudor.

Esta tan desesperado como yo, este clima vuelve irritable a cualquiera. Anton no esta de humor... y yo tampoco.

—¿Eso te haría feliz no es así? –cuestiono con una sonrisa dulce forzada en los labios– Para tu mala suerte, me encanta decepcionar a las personas. –me acerco a él y me quedo en un escalón donde estoy a su misma altura, tan cerca que podría empujarlo con un sencillo toque– No permitiré que un humano como tú me diga qué hacer.

—¡Soy el primogénito y tú deber es obedecerme! –grita y yo mantengo la calma, cosa que me cuesta mucho, en especial cuando siento como las gotas de sudor bajan por mi espalda, tan lentamente que me hace temblar de desesperación.

—Si el primogénito tiene poder entonces estará facultado para dar órdenes. Si el primogénito no tiene poder, entonces se vuelve un peón más de aquel que sí tiene el poder. –sonrió una última vez para irritarlo y lo rodeo sin tocarlo, meneando las caderas en forma triunfal.

—¡Los líderes de las nueve familias van a votar por mi, y tú vas a tener que arrastrarte por la mierda de tu fracaso! –grita con las venas del cuello dilatadas y la cara roja por la ira.

—Tú tendrás ganada a la actual generación de líderes, pero yo tengo a mi favor el futuro de la Alianza. –continuó avanzando con aire triunfal– Un futuro que será brillante conmigo en el poder.

..........


No entiendo lo que sucede, o Leonora es demasiado escurridiza o está casa es demasiado grande, por más que lo intento no logro encontrarla ¿o a caso mi desesperación me hace sentir que ha pasado demasiado tiempo cuando apenas van solo unos minutos? ¿El calor me esta bloqueando las ideas?

—Veo que estas perdida. –me detengo en seco y aprieto la mandíbula, tanto que podría romperme los dientes– ¿Quieres que te haga un mapa? –esa voz me hace irritar aún más.

Tomo una bocanada silenciosa de aire y la contengo en mis pulmones, mientras exhalo me yergo, pongo mi mejor expresion de indiferencia y le doy la cara.

—No estoy perdida, Sokolova. –contesto con voz grave, ella me barre con la mirada y muestra una mueca de desaprobación en sus labios– Qué... adorable gesto lo de hacerme un mapa, pero no lo necesito.

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