#12..

8 1 0
                                    

—¿Qué sucede? –gruño mientras Leonora abre las cortinas de mi habitación para que la luz del sol entre en agresivos raudales– Estoy cansada, apenas le estaba agarrando el gusto.

Pongo la almohada sobre mi cara y trato de volver a dormir, pero ella me sacude como si quisiera arrancarme el brazo.

—Nada de dormir, la vida en el campo comienza temprano, además, tengo una pequeña tarea para ti. –me quita la almohada y me observa con diversión al ver mi cabello hecho un caos.

—En otras circunstancias estaría de acuerdo, pero mi noche fue una mierda y no tengo humor para ver a nadie. –gruño con severidad mientras me siento y dejo que mis ojos se acostumbren a la brusca luz de la mañana– ¿Qué quieres de mí?

—Sabes que te dejaría dormir en cualquier horario todo el tiempo que quieras, pero hoy necesito que recojas a mi bebé. Decidió venir antes de la fecha y llegará en unas horas a la estación del pueblo. –rebusca en la bolsa de su vestido y saca un papel arrugado– Y la Jefa quiere que le compres la despensa.

—Pues que espere. –me recargo en la cabecera y se me enciende el foco– Espera un segundo... ¿Qué has dicho?

—¿A qué te refieres? –responde haciéndose la desentendida– La Jefa quiere que hagas la despensa.

—¡¿Adelantó la fecha?! –me levanto de golpe y la observo, tratando de enfocarla porque aún me siento media dormida– ¿Tú ahijado es suicida o solo estúpido? –bramo antes de llamar a mis contactos y cancelar el movimiento porque el objetivo arruinó todo.

—¡No seas grosera! –grazna ofendida y yo sacudo la cabeza en desacuerdo– No conozco sus motivos, pero lo apoyo. Además, estoy feliz de que ya este lejos del vago de su padre.

—No eres capaz de ver lo riesgoso y estúpido que fue su movimiento, pudieron matarlo por no irse a la hora programada. Ese escape pudo ser su sentencia de muerte. ¡Tu amor por él te hace ciega y tonta! –ella me observa y siento cómo su incertidumbre crece en su interior– ¡El trato fue que él imbécil de tu ahijado saliera de Italia bajos mis órdenes y mi protección! ¡Y no sólo me desobedeció por segunda vez, sino que se puso en la mira de los Sorrentino! ¡Quién no tiene nada que ocultar no tiene prisa en huir y mucho menos solo! –Leonora traga saliva y baja la cabeza avergonzada– Te lo advierto, si el idiota de tu "bebé" es una oveja descarriada tendré que ponerle cadenas para que me obedezca. –me yergo y la observo con cautela– En esta casa hará lo que diga por las buenas o por las malas. Lo sabes.

..........

Mientras conduzco por la sierra para bajar al pueblo más cercano, pienso en todo lo que ha pasado hasta ahora.

Pienso en la reticencia de mi familia por aceptarme. Pienso en los insultos y malos gestos de Elizabeth, en las frases hirientes de Anton y la indiferencia de Rustam, así como en las miradas asesinas de mi madre. Todo eso junto se ha vuelto una bomba, inactiva únicamente porque tengo mi dedo sobre ella.

El peligro me empalaga la nariz y me hace enfurecer,  las injusticias de mi infancia regresan a mi mente, frescas e insaciables. Mi cuerpo comienza a calentarse, la fiebre sube por mis piernas y se aloja en mi pecho para después apretarme como una anaconda el cuello.

De un segundo a otro el aire se me acaba y mis pulmones se secan, por lo que comienzo a jadear nerviosa.

—¡No, ya basta! –grazno y freno de golpe, levantando a su vez una enorme nube de tierra seca que cubre el panorama por pocos segundos– No eres una niña, no te comportes como una niña.

LA PATRONA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora