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Avanzo con seguridad por el camino de piedra y mantengo la vista al frente con el mentón en alto.

Me aferro a un simple pensamiento, lo único que podrá mantenerme a flote en esta casa de locos, "voy a sobrevivir, mi humanidad estará en equilibrio con mi ferocidad y jamás perderé de vista el justo trato a quien me trate bien, ayudar cuando se deba y atacar si es necesario. Sin miedo me enfrentaré a todo lo que se me presente... y viviré"

Doy mi último suspiro de libertad y la puerta se abre con un ligero y casi imperceptible chirrido, me topó con la señora Leonora, quien tiene una cara de pocos amigos. Al verme abre los ojos de sorpresa y las mejillas se le llenan de color.

—Antes de que diga nada, señora Leonora –suspiro– Debo actuar como desalmada así que finja. –susurro para que solo ella lo escuche y asiente de forma suave.

—¿En qué puedo ayudarle, señorita? –ladea la cabeza de forma inocente y en la comisura sabia de sus labios puedo notar que lucha internamente por no sonreír.

—Soy Ilynka Vólkova, me notificaron que mi padre murió y vengo a tomar mi lugar en la familia. –me yergo más y ella suelta un chillido fingido, luego me deja pasar.

—Notificaré a la señora Sokolova de inmediato. –se da la vuelta gustosa de ver si mi presencia le causará un infarto a la cruel mujer que fue mi madre.

—De preferencia, quiero que mis hermanos también estén aquí. –doy un rápido vistazo al recibidor reconociendo de inmediato el que fue mi refugio y mi posterior sala de juicio, señaló con un ademán la vieja y pulida puerta del despacho de mi padre– Los recibiré en la oficina. –ella asiente de nuevo y sale corriendo en su busca, demasiado emocionada a mi parecer.

Un aire cerrado me acaricia la cara al entrar a la oficina, un ligero olor a polvo me pica la nariz y un aura helada me envuelve afectuosamente como una vieja amiga.

Abro las cortinas oscuras con elegancia, múltiples y potentes rayos de luz se filtran abarcando una gran área del despacho. Cuando todo está completamente iluminado logro ver a la perfección los muchos tomos cubriendo los estantes de las paredes.

Mi padre siempre fue un ávido lector, jamás discriminó ningún libro, cada vez que terminaba uno me miraba, sonreía con orgullo y repetía como si fuera un mantra "es el mejor paisaje que he visitado, un mundo espectacular, mi favorito", sonrió mientras acaricio los lomos, todos eran sus favoritos, jamás logró pensar en uno solo ni elegir uno como su favorito.

—Quisiera haberte conocido más. –tomo un libro y lo abro por la mitad para inhalar el embriagador aroma de libro viejo– Habríamos tenido unas conversaciones muy interesantes.

Escucho tras la puerta gruñidos, improperios y pisadas furiosas acercándose. Esa es mi señal para recuperar la compostura y volver al papel de desalmada inquebrantable.

Avanzo tras la silla de mi padre y pongo mis cálidas manos en el respaldo de cuero frío. Sonrió con nostalgia mientras acaricio la piel y su fantasma.

Aún recuerdo cuando el gran Viktarion Vólkov me confesó que algún día yo sería quien ocupará su lugar en esa silla y juro por Ares que eso es lo que voy a hacer.

La puerta se abre de golpe y pasan mis hermanos como estampida junto con la que debe ser mi cuñada. Mi madre se toma su tiempo en hacer acto de presencia, pero su elegancia no me inmuta, no es más que una víbora arrugada sin poder ni gloria.

—¡¿Y tú que mierda quieres?! –grita Anton con las venas marcandose en sus sienes– ¡Vete de mi casa! –mi cuñada me mira con desprecio a pesar de que no tiene ni idea de quien soy.

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