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—¿Qué es lo que quieres? No tienes permitido estar en este lado de la casa. –Olesya grita desde su escritorio mientras yo entro sin avisar ni disculparme.

—Buen día para ti también, Sokolova. –observo bremevente la oficina– Lindo lugar, aunque es muy grande para ser una oficina. –pongo mi indice debajo de la barbilla como si pensara seriamente en algo– ¿A qué venía? Debió ser importante, pero me distraje.

—Si no tienes nada inteligente que decir mejor lárgate, no quiero ver tu rostro. –sacude la mano como si quisiera correrme cual mosca.

—No me iré, hay cosas que debenos arreglar, tratos que hacer y acuerdos que cumplir. –sonrío abiertamente.

—¿De qué carajo estas...? –grazna ofendida y yo chasqueo los dedos.

—Ya recorde porque estoy aquí. –me acerco al escritorio y ella hace un ademán de ponerse en guardia, como si pensara que voy a matarla– Quiero tener el control de la mitad de las deudas de las presas, ya es momento de que ayude con el negocio de la familia.

Se queda quieta un segundo y luego se deja caer en su silla de forma teatral, como si le hubieran comunicado una terrible noticia, tiene los ojos desorbitados de la sorpresa.

—¿Qué te hace pensar que tienes la autoridad para exigirme que te permita acceder y manejar las deudas de las Presas? –Olesya me observa desde su cómoda silla de escritorio, con las manos juntas al frente y la mirada asesina taladrándome.

—Soy una Vólkov y ese es uno de mis derechos. –paso mi peso de una pierna a otra con incomodidad, estos malditos tacones ya me cansaron.

Esta mañana decidí que si ella puede exigir y hacer lo que le plazca, entonces yo tomaré el grado de responsabilidad que me toca de los negocios. Esperar que ella me considere "apropiada" sería una pérdida de tiempo.

Si quiero tener alguna ventaja de ganarme adecuadamente a la Alianza es necesario que vaya involucrándome en los negocios.

—¿Y si te niego el acceso? ¿Qué sucederá entonces? –su tono de inocencia me irrita y no puedo evitar hacer una mueca de disgusto.

Tomo un breve suspiro y me esfuerzo en esbozar una media sonrisa. Cree que me tiene sobre hielo quebradizo, pero no es capaz de ver más allá de eso, limitarme significa limitarse ella también.

—En ese caso, la respuesta siempre es fácil. –imito su tono meloso y la veo como si fuera una niña pidiendo dulces– La Alianza estará más que dispuesta a interceder, y ya que estemos en eso, se hará la votación de quién debe subir al mando. –su rostro se crispa con enojo y se pone de pie de un brinco, pongo mis brazos hacia atrás juntando las muñecas como si fuera un soldado esperando su drama.

—¿Cómo te atreves a desafiarme? ¡No tienes ningún derecho en esta casa! ¡Te condenaste al matar a mi hija! –mi estabilidad se tambalea al escuchar sus graznidos de urraca, se siente como si tallaran vidrio con una aguja– ¡Vete!

—No. –espeto quedante– Me darás lo que te estoy exigiendo, ya no es una pregunta. –me acerco y me planto cara a cara a ella– Te ordenó que me des la mitad de todo. –sonrió con suficiencia al ver su expresión impactada.

Le doy la espalda y comienzo a caminar tranquilamente por mi antigua habitación, aquella que en venganza convirtió en su oficina.

—La mitad de todo estará a mi nombre. La mitad de la empresa de tequila, la mitad de las Presas, la mitad de los negocios con los demás miembros de la Alianza y la mitad de la fortuna que estas despilfarrando y también aquello que me tocaba de manutención hasta un día antes de cumplir los 18 años. –la vuelvo a observar, ahora se ve pálida, el color se le fue de tan enojada que esta.

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