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—Eres tan linda. –me recargo en la barra del bar mientras contengo la respiración, este es el decimosexto ebrio con el que me toca hablar y ya estoy harta– ¿Cómo dijiste que te llamas?

Trata de agarrar uno de mis mechones pero apartó su mano con la mayor gentileza que me es posible reunir.

—No te he dicho mi nombre. –sonrió para ocultar la rabia que me produce seguir con este juego– Pero será todo un placer susurrartelo al oído si lo prefieres.

Una sonrisa pícara se forma en su rostro, estira su mano por encima de mi bebida intacta y acaricia mi cuello con delicadeza.

—Debes tener un hermoso nombre para tener tan hermoso rostro. –me acerco acariciando su cabello corto y sonrió seductora.

—Me llamo Ilynka Vólkova. –se aleja para analizarme un minuto, después se acerca y me jala de la cintura hacia su sudoroso cuerpo.

—Así que eres una Vólkov. –acaricia mis caderas y trata de bajar más sus manos, pero las tomo y las subo a la espalda con una sonrisa coqueta– Nunca había escuchado tu nombre, pero sin duda es muy sexy.

—Bueno, mi familia y yo hemos estado... distanciados por un período considerable, pero estamos retomando viejos hábitos. –acerca bruscamente su cara a la mía dándome tiempo apenas de evitar que me bese– Vamos campeón, ¿realmente crees que será tan fácil?

Sonríe como si mi comentario fuera un reto en lugar de una advertencia.

—Conozco a tu hermano. –su agarre se vuelve más fuerte, encaja sus uñas en mis caderas y una mueca de asco comienza a aflorar en mi cara– Tú compartes su sangre y si algo sé de Anton es que es fácil.

Con la mano derecha me toma la cabeza, encaja las uñas en mi mejilla y me hace desviar la cara, mientras que con el brazo izquierdo rodea mi cintura y me mantiene prisionera entre sus piernas.

—Ya basta. –gruño con fuerza, pero no con la suficiente como para liberarme.

Un miedo primitivo me atenaza las entrañas. Recuerdo de pronto ese día en la Escuela de Élite, aquel en el que me tomaron por la fuerza. Me acorralaron como un animal y me hicieron trizas el cuerpo.

Mis piernas se debilitan y mi fuerza flaquea, siento que estoy de nuevo en ese lugar. El horror inevitable me hace querer desgarrarme la garganta porque no puedo gritar a todo pulmón como me gustaría.

—Serás mía, pequeña Vólkov.  –grazna extasiado mi captor.

Mis oídos comienzan a zumbar de miedo, el mundo comienza a girar en mi visión, la boca se me seca como un desierto y mi interior se sacude asqueado.

No. –espeto en un graznido lastimero que apenas logra escapar de mi boca.

El tiempo se alenta y no puedo hacer nada más que desviar la cabeza y cerrar los ojos con fuerza con la patética esperanza de que acepte mi negativa y me deje en paz.

El peso del hombre desaparece, ya no hay nada sobre mi. No hay brazo en mi cintura y tampoco hay una mano en mi cara. Me siento ligera de nuevo, solo cuento con mi peso.

Me encojo ante el bullicio que continúa a mi alrededor. Sobre todo ese ruido escucho una respiración que me parece vagamente reconocible.

Ilynka. –unas manos callosas se adhieren a mis muñecas después de unos segundos, la presión me obliga a abrir los ojos de golpe– Es hora de irnos.

—Selim. –grazno con más alivio del que quisiera haber demostrado.

Aun tomándome de las muñecas con una sola mano me arrastra con fuerza entre la gente, sortea a un grupo de ebrios jugando beer pong, luego a un grupo de chicas que tratan de convencerlo para que se acerque a elegir a alguna de ellas.

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