36-La culpa

759 88 19
                                    

La noche dominaba la casa de los Montalvo. En la habitación una cama era compartida por 4 mujeres, pero había una de ellas que se encontraba desesperada en los brazos de Morfeo.

Su sueño la había remontado al pasado. Un pasado que deseaba olvidar, pero desgraciadamente aún seguía latente en su ya mortificada cabeza.

El pasado se reproducía cual película.

Tanto ella como la niña fueron atadas de pies y manos, les taparon los ojos y las amordazaron. Ambas estaban en el piso a las afueras de la casa mientras escuchaban ruidos alrededor. No sabía cuanto tiempo había estado en aquel lugar, aunque lo suficiente para sentir todo el cuerpo dormido. De repente sintió que alguien le estaba quitando las ataduras de las piernas.

ꟷVen, vamos tus amigos te están esperandoꟷdijo la voz estridente de Maximiliano, éste la tomó del brazo, la hizo pararse y la obligo a caminar.

Fiama escucho como la niña empezaba a llorar al sentirse desamparada cuando las alejaron.

De repente aquel trapo que tapaba sus ojos desapareció. Lo primero que hizo fue girar para ver donde se encontraba la pequeña, logro ver que estaba acostada en el suelo, al parecer nadie pensaba llevarla a otro lado.

Maximiliano la llevo hacia adentro de la casa en aquel patio central. Ahí se encontraban casi todos sus hombres atados de pies y manos, y amordazados.

Fiama miró a cada uno, pero entre ellos no encontró a Coyote.

«No lo atraparon.»

ꟷBueno, como sé que te preocupás por todos, queria que estuvieras al tanto de lo que va a pasar. Creo que para ellos que tanto te quieren sería un honor que lo último que vieran fuera tu rostro. ¿No crees?ꟷ preguntó divertido aquel hombre tan cruel y asqueroso, provocando en Fiama un estremecimientoꟷ Que pase el primeroꟷordenó haciendo que uno de sus soldados tomara y acercara al más joven de los rehenes.

Fiama se puso inquieta intentando zafarse del agarre de aquel traidor, pero este tomó su rostro obligándola a mirar lo que iba a pasar. Fiama podía ver los ojos claros de su compañero que estaba invadido de terror. Su subordinado parecía un niño asustado que le pedía con los ojos que lo salvara.

ꟷNo pierdas de vista son tu genteꟷle dijo con una excitación que a ella le provoco náuseas. Maximiliano estaba disfrutando verla tan desesperada y atemorizada. ꟷ¿Por qué no escuchamos un poco lo que quieres decir?ꟷle saco la mordaza de la boca.

ꟷ¡Matame a mi! ¡Haz lo que quieras conmigo, pero a ellos dejalos!ꟷ suplico con desesperación.ꟷ No me importa si me quieres violar, descuartizar lo que se te venga en gana, pero a ellos dejalos ir. Por favor. Por favor. Dejalos.

ꟷEs una interesante ofertaꟷdijo pensativo, parecía como si realmente lo estuviera sopesando, ꟷpero... lo siento, no podemos dejar a nadie vivo. Adelanteꟷel soldado le apunto al rehén y sin pensarlo más le disparo directo en el cráneo. Provocando que la sangre corriera por el suelo y que el cuerpo cayera al piso con un ruido sordo.

La tercera es la vencidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora