25-La teniente

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7 años después.

El vaivén del agua la mecía, la luz del cielo la alumbraba y el sonido de la naturaleza le cantaba. Sentía que volvía a ser una bebé que dormitaba bajo los arrullos de su cándida madre. Aquel momento era mágico y único, definitivamente era su momento favorito del día ya que era la recompensa que se daba así misma por su gran trabajo realizado.

Odiaba ser interrumpida, pero había cosas que no se podían evitar

"Teniente, ¿me escucha?"

La estruendosa voz de su subordinado saliendo del handy había arruinado su momento de paz. Cosa que era bastante habitual para su desgracia.

«¿Por qué? ¿Por qué Dios eres tan cruel conmigo?»

"¡Teniente! ¡Teniente!»

«La la la la la. No. No te escucho. Estoy sorda»

"Teniente, llegaron chocolates mandados por su familia."

ꟷNi se atrevan a comerloꟷrespondió rápidamente la teniente tomando el handy de donde venia la estridente voz de aquel hombre. No sería la primera vez que esos indeseables se comieran sus chocolates.

ꟷDios, al fin, pensé que sabría de usted recién al mediodía.

ꟷ¿Qué paso?ꟷpreguntó ya rendida mientras se sentaba en la canoa donde había estado durmiendo plácidamente.

ꟷHablo el capitán, dice que está llegando. Si usted no está aquí, habrá problemas.

ꟷEse tipo anda muy exigenteꟷdijo más para sí misma que para su subalterno. ꟷ¿Al final había chocolate?

ꟷPues, le llego un paquete. Capaz haya ahíꟷrespondió divertido.

ꟷAhora voy.

La mujer se estiro para eliminar aquel adormecimiento. Miró por última vez aquel hermoso paisaje de su amado lago y con pesar tomó los remos para llegar a la orilla.

El tiempo había pasado para aquella mujer que en su adolescencia había sido considerada una diosa para los ojos de muchas personas. Su belleza no se había ido, pero había pasado a segundo plano, ahora ella era más reconocida por su fortaleza, su liderazgo, su inteligencia y lo capaz que era para hacer sentir a la gente seguridad. No extrañaba para nada ser una bomba sexy, es más, era menos estresante ahora. Sentía que su vida, aunque peligrosa, era más cómoda ya que mayormente se vestía con el traje militar de camuflaje, su cabello siempre estaba corto, la importancia de su físico si antes era baja, ahora era inexistente.

Ya había pasado bastante tiempo en aquel lugar tan verde, que casi no podía recordar su vida antes. Es más, cuando solía volver a su hogar se sentía tan fuera de lugar que prefería evitar tomarse vacaciones. Además, ya nadie la necesitaba por esos lugares. Sus hermanas ya eran mujeres con sus propias vidas y sus abuelos ya estaban disfrutando de su vejez sin problemas, así que consideraba que ya no era necesario su presencia en la ciudad, por ello ahora aquella inmensa selva era su hogar. Capaz no fuera un lugar muy cómodo y justo, pero era el lugar donde sentía que pertenecía.

Cuando llego al campo, el cual eran unas cuantas hectáreas de terreno selvático perteneciente al ejército donde mayormente comía y dormía, fue rápidamente hacia el comedor ya que tenía que aparentar que jamás se había movido de aquel lugar, por ello tenía que seguir la rutina. Sin embargo, al llegar a la puerta se encontró con quien no esperaba ver por lo menos en unas cuantas horas, pero parece que el día no pintaba bien para ella.

ꟷBuenos días, capitán ꟷsaludó como la subordinara que era.

El capitán Maximiliano Fuentes era un hombre alto de gran porte y muy agraciado, con unos ojos marrones claros casi como miel que acentuaba aquella tez bronceada producto del trabajo en aquel lugar. Fiama conocía muy bien a ese hombre ya que sus padres habían trabajados juntos en ese mismo lugar, tan así que habían sido muy amigos durante ese tiempo. Por aquella razón aquel hombre, quien ahora era su capitán, había sido muy habitual en su infancia y por desgracia también en su adolescencia. Etapa complicada para la vida de la teniente, ya que su ley de "si me gusta, lo tomó" aplicó ampliamente en Maximiliano. Como solía hacer en esa época no pensó mucho, lo único que tenía en la cabeza era lo bueno que estaba aquel chico, así que simplemente dejo que las cosas sucedieran entre ambos. Nunca pensó que ese muchacho tenía sentimientos por ella. Perder aquella amistad, aunque ella no lo consideraba realmente un amigo sino más bien alguien que conocía por circunstancias familiares, no le fue ni doloroso ni lo extraño, hasta podría decir que se le olvidó que aquel hombre existía hasta que lo volvió a ver, pero ahora como su superior.

La tercera es la vencidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora