14. ❛ No puedo esperar más ❜

2.2K 139 111
                                    

—Yeimy

Mis manos acariciaron el rostro de Charly y mis labios volvieron a encontrarse con los suyos, fundiéndome lentamente con él. Me gustaba hacer eso, aunque sabía que esta vez no era por placer.

Intenté separarme, pero él me había rodeado con el brazo de nuevo y terminamos mirándonos a los ojos, a pocos centímetros de distancia. Me sonrió, mordiéndose el labio inferior. Viendo aquella expresión era fácil entender por qué había caído tantas veces en sus redes.

—Deberíamos salir, o seguro que Mateo entra y nos descubre así —susurré cuando empezó a hacer demasiado calor en la habitación.

Esta vez fue él el que se inclinó para besarme.

—Será un secreto de tres, pues.

Contuve las ganas de darle un codazo en el estómago, esforzándome en mostrar la cara más dulce de Yeimy. No iba a implicar a mi hijo en esto, ni a forzarle a mentir por mi culpa.

Me separé con una pequeña sonrisa y salimos hacia donde Mateo, Cata y la madre de Irma nos estaban esperando.

—Mami, ¿me puedo ir a donde Irma y almorzar con mis amigos? Andá, porfa.

—Está bien, te recojo después.

Alzó los puños en alto y dio un salto hacia Charly.

—¿Y vos cuándo vas a volver a nuestra casa? —se me arrugó el corazón al escuchar su pregunta.

—Cuando tu mamá me deje pues —respondió él, mirándome con una sonrisa.

Oír eso solo me daba ganas de patearle en la cabeza. Después de todo lo que había dicho de mi hijo, que solo se había acercado a él para acostarse conmigo, seguía ilusionándole. En la vida podía soportar muchas cosas, menos que jugaran con Mateo como lo habían hecho conmigo. Si me quedaba algún resquicio de duda sobre si estaba haciendo lo correcto tratando de vengarme de Charly, escucharle mentir diciendo que adoraba a mi hijo me había confirmado que sí.

Asentí vagamente para luego despedirme de Mateo y agradecer por todo a la madre de Irma. Cuando se marcharon, Charly tomó mi mano.

—¿Querés que vayamos a algún sitio? —preguntó con voz inocente.

—Me encantaría, pero quedé con Cata.

—Vaya, hasta que te acordás de que tenés una amiga —farfulló detrás de mí.

Nos giramos hacia ella, que miraba al techo con los brazos cruzados.

—Hola, Catalina, ¿qué tal? —saludó él amablemente.

—Bien hasta que te vi, gracias por preguntar, ¿y vos?

Me tapé la boca para no reírme. Charly se acercó a mí.

—¿Por qué no le caigo bien? —susurró.

—Ah, usted sí es mucho cínico, viniendo a coquetear a la boba de mi amiga después de pasar la noche con a saber qué zorra y encima sin entender por qué me cae peor que yogurt vencido.

—Bueno, como que se nos hizo medio tarde, chao, Charly, nos vemos en el estudio —dije rápidamente, sacando a Cata del brazo—. ¿Vos te das cuenta de que la zorra de la que hablabas también soy yo? —le recriminé en cuanto estuvimos lejos.

—Perdón, me alteré.

—Si no me lo dices ni me doy cuenta —respondí, rodando los ojos.

—Es que cada vez que lo veo y recuerdo lo que te hizo... Bueno, contame qué pasó cuando se quedaron solos.

Una miradita, princesa (Charleimy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora