37. ❛ Nuestra habitación ❜

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Aviso +18 etc.

—Charly

El sonido de la alarma nos sobresaltó a ambos, haciendo que nos separásemos. Yeimy cogió el celular para apagarla mientras yo me pasaba la lengua por el labio inferior, recordando su sabor. Luego se volvió hacia mí, y mis ojos se perdieron en aquellos labios rojos e hinchados que pretendía volver a hacer míos en pocos segundos. Sonreí lentamente, embobado.

—Terminó la hora, pues —dijo soltando un largo suspiro.

Asentí mientras me inclinaba de vuelta hacia ella, pero las palabras que dijo después me devolvieron a la realidad y borraron mi sonrisa en un instante.

—Ya cumplí mi parte.

Me quedé paralizado durante unos segundos, sin saber cómo reaccionar.

—¿Para vos esto solo fue un trato? —murmuré finalmente.

—Ya lo hablamos, Charly.

—Pero yo... No... —traté de ordenar mis pensamientos—. ¿Me vas a decir que nada de esto te movió el piso? La canción, el beso...

La miré desafiante, pero Yeimy solo me observó durante unos instantes antes de ir hacia las escaleras y desaparecer por ellas.

Me dejé caer en la silla, soltando un gruñido de frustración. Permanecí ahí durante un breve rato mientras miraba al techo.

—A la mierda —susurré.

Fui hacia el armario y saqué una botella de whisky, bebiendo directamente de esta. La cena había sido sin alcohol porque Yeimy estaba embarazada y yo, bueno, no quería hacer nada que ella no pudiera; pero en ese momento necesitaba desesperadamente un trago. Tomé también la caja de bombones que no me había dado tiempo a darle y empecé a tomármelos uno a uno.

—Uno abre su corazón y le batean, qué chimba —murmuré para mí mismo mientras seguía comiendo—. Última vez que te enamorás, Charly, escuchame.

Nota mental: decirle a mis hijos que el amor era una basura y que nunca se tragaran de nadie.

El ruido de tacones sobre la escalera me sacó de mi enojo y me hizo mirar directamente hacia esta. Yeimy estaba bajando completamente diferente, con un vestido negro y largo con brillantes y el maquillaje perfectamente arreglado. Mis ojos bajaron hipnotizados desde sus labios rojo vino a su amplio escote, antes de apartartarse hacia la puerta con mal humor.

—¿Vas a salir ahora? Pasala bien, pues —dije sin mirarla.

La escuché reírse suavemente mientras caminaba lentamente hacia mí.

—¿Por qué querría irme si todo lo que quiero está en esta casa?

Alcé la cabeza en el acto, sorprendido. Cuando logré reaccionar di una zancada hacia ella y la agarré por la cintura para atraerla hacia mí, besándola con intensidad. Aquellos labios nunca eran suficientes para mí. Tenerla pegada a mi cuerpo aceleraba mis latidos y hacía que todo mi ser se estremeciera al ritmo de sus besos. Ella enterró la mano en mi pelo mientras me correspondía, acariciando mi lengua con la suya.

Me separé cuando me quedé sin aire, pero fui incapaz de alejarme de ella. Sentía su respiración acelerada sobre mis labios, a apenas un par de centímetros de los suyos.

—¿Entonces por qué me dijiste que no? —pregunté en un susurro. Aún me sentía confundido.

—No recuerdo haberte dicho que no.

Me reí al comprenderla.

—A vos te encanta jugar conmigo, ¿cierto?

—Me dijiste que regresara a tu habitación, fuiste vos el que me dejó esperando —respondió con voz inocente.

Una miradita, princesa (Charleimy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora