58. ❛ Porque esa ha sido nuestra suerte ❜

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—Yeimy

Esta vez sí me desperté sola. Me puse en pie y seguí el sonido de las voces, provenientes de una de las habitaciones libres de la casa. Charly, Mateo y Vane estaban ahí, manchados de pintura naranja.

—¿Y qué hacen ustedes?

—Ah, se nos despertó la Bella Durmiente —Charly se me acercó y me dio un beso antes de darme un toquecito en la nariz.

Me llevé la mano ahí, y cuando la retiré vi que mis dedos estaban húmedos y naranjas.

—¿Esto es pintura?

—¿Qué comes que adivinas?

—Bobo —me limpié en su frente mientras él echaba a reír.

—Ya, mirá, a jueguito con nosotros.

—Bueno, no me respondieron —dije cruzando los brazos sobre el pecho.

—Estábamos pintando la habitación del bebé pa darte la sorpresita, pero veo que te nos adelantaste —señaló las paredes blancas, que en una parte tenían solecitos naranjas pintados—. Aunque si querés otro color, podemos volver a empezar.

—No, me encantó —me acerqué para observarlo mejor y no pude evitar sonreír—. Me gustan los colores cálidos.

—A mí no me gustó, yo quería que pintáramos peces —dijo Mateo.

—Yo creo que quedará más lindo con soles, mi amor, pero eso también estaría bien.

Bien feo. Ni en broma iba a pintar la habitación de mi bebé con el apodo ridículo de Juancho.

—¿No es muy pronto pa preparar todo esto pues? Aún quedan seis meses para que nazca, y tendrá que dormir con nosotros al principio, Charly.

—Si lo dejamos para el final vas a tener que hacerlo todo con la panza enorme, o peor, con nosotros dos muriendo del sueño cuando el bebé llore toda la noche.

—¿Qué panza, si ni me dejaron participar?

—Bueno, tomá las esponjitas, están allá.

Fui a por una esponja con forma de sol, la bañé en la pintura y la presioné contra la pared. Los cuatro juntos no tardamos mucho en acabar.

—Nos quedó hermoso, ¿sí o qué? —exclamó Charly con una sonrisa.

Cuando los niños se marcharon se acercó a mí.

—Ni te preocupés, eso lo repinto luego —dijo señalando los soles deformes que habían hecho Vane y Mateo.

—Sí, mejor.

Charly fue a preparar unos juguitos para todos. Cuando regresé de recoger el correo le miré con preocupación.

—¿Qué es esto? —pregunté mostrándole una carta de los juzgados destinada a su nombre.

Él la abrió rápidamente, respirando aliviado al leerla.

—Me citaron por el juicio de Juancho, solo eso. Ay, me había olvidado por completo de ese pirobo.

—Yo también —confesé—. ¿Querés que llame a Carolina?

—Sí, por favor. Preguntale cuándo tiene libre pa caerle y preparar esta chimbada. Dios, esa mujer debe estar harta de mí.

—No lo creo, está volviéndose millonaria gracias a nosotros.

Charly nos sirvió los jugos, y cuando acabamos me llevó a un sitio más apartado.

Una miradita, princesa (Charleimy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora