51. ❛ Una vez más ❜

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—Yeimy

Me desperté y bajé a la cocina. Charly estaba sentado sin camisa, tomando panqueques. Disfruté las vistas unos segundos antes de acercarme, sentándome frente al otro plato que había.

—Eso es para Mateo —dijo mientras seguía comiendo sin mirarme.

—¿De verdad no me hiciste? —pregunté con el ceño fruncido.

—Nos dejamos claras las cosas anoche, ¿cierto?

—¿Sabés qué? Tenés razón, cada uno lo suyo —respondí con una sonrisa forzada, tomando la caja de cereales y fingiendo que no me estaba muriendo del antojo.

Me senté a su lado mientras él sacaba el celular y empezaba a mensajearse. A cada risita que soltaba me desquiciaba más.

—Es de mala educación hacer eso, ¿sabés?

—No sos mi mamá, no sos mi mujer, no tengo que por qué hacerte caso.

—Bueno, pará ya —le interrumpí, elevando la voz hasta que él me miró finalmente a los ojos—. Te pedí que dejaras lo intenso, no que fueras grosero.

—Yeimy, vos sos la que me rechaza, la que quiere separarse de mí y la que me recuerda continuamente que ya no somos nada.

—¿Y vos no que querías enamorarme en una semana?

—¿Echás de menos que te intente conquistar... O son ideas? —ni siquiera tenía aquella sonrisa traviesa, solo había enarcado las cejas con seriedad.

—Son ideas.

—¿Entonces qué problema hay? —preguntó, volviendo a mirar el celular.

Terminé de desayunar rápido y en silencio y fui a despertar a Mateo. Charly aún seguía en la cocina, así que me fui a mi cuarto mientras el niño desayunaba.

—Idiota, imbécil, carechimba... —susurré en cuanto cerré la puerta.

¿Por qué me enfadaba? Charly estaba cumpliendo exactamente lo que le había pedido. Pero me había dado cuenta en cinco minutos que había algo peor que el Charly intenso: el Charly frío. Al menos cuando estaba así tras enterarse de lo de Mateo era frialdad enfadada, y tenía sus motivos para estar de esa manera; pero que solo actuara como si fuéramos extraños me dolía más de lo que quería admitir.

Bajé al rato a pedirle a Mateo que se preparara para llevarle con sus abuelos mientras yo me iba a trabajar. Charly estaba hablando alegremente con él, nada que ver con lo que me había encontrado minutos antes.

—¿Me puedo quedar con Charly? Andá, por favor —me suplicó poniendo morritos cuando se lo dije.

Me quedé en silencio, sin saber cómo decirle que su padre probablemente no querría quedarse con él.

—Charly tiene mucho que hacer, mi amor.

—¿Por qué hablás por mí? —preguntó este cruzándose de brazos.

—¿En serio querés quedarte con Mateo? —le miré sorprendida.

—Lo que pase entre nosotros no tiene que afectarle a él, ¿cierto?

—Mm... Charly, ¿podemos hablar a solas un momento? —él asintió y fuimos arriba—. ¿A qué estás jugando?

—¿A qué estoy jugando de qué?

—¿Te comportás como si no me conocieras y ahora querés cuidar a mi hijo?

—Lo hago por él, calmate.

—Como tengás otras intenciones...

—¿En serio creés que sería capaz de usar a un niño para lastimarte? No, no tengo por qué escuchar esto —dijo marchándose.

Una miradita, princesa (Charleimy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora