49. ❛ Despertate ❜

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—Charly

Salí con las dos chicas del bar, haciendo eses por la calle. El mundo empezaba a dar vueltas por el trago. Se detuvieron frente a una puerta y pasaron.

—¿No hay ascensor? —pregunté rascándome la oreja en cuanto entré.

—No, pero es solo el primer piso, mi amor.

Una de ellas pasó mi brazo por sus hombros para ayudarme a subir las escaleras. Cuando llegamos, después de tropezarme casi tres veces, me apoyé en la pared esperando a que abrieran con la llave. El apartamento era pequeño pero elegante. En cuanto entramos una de las chicas cerró la puerta y se puso delante, sacándose el top mientras me lanzaba una mirada de deseo.

—¿Tienen un marcador? —pregunté, haciendo que ambas me miraran sorprendidas.

—En esa mesa.

Rebusqué hasta encontrarlo, abriéndolo para pintarme un anillo alrededor de mi cuarto dedo como habíamos hecho durante nuestra boda falsa.

—Bueno, princesas, gracias por todo, me voy... A recuperar... A mi hembra —dije con dificultad, apartando cuidadosamente a la de la puerta para poder irme.

Bajé con cuidado los escalones, pero acabé tropezando y aterrizando en mi culo. Me lo sobé mientras me ponía en pie antes de salir a la calle.

—¡Taxi!

Me subí al primero que paró.

—A mi casa —miré hacia la ventana, pero fruncí el ceño al ver que seguíamos quietos—. ¿Por qué no arranca?

—No me dio la dirección.

—Ah, sí, mala mía.

Se la dije, y el hombre manejó hasta aquel camino tan familiar para mí que quedaba rodeado de árboles.

—Pare, pare, es acá. Espéreme, no se vaya.

Caminé como pude hasta la puerta de la casa, tocando el timbre unas diez veces. Me abrió un hombre desconocido con cara enfadada, haciendo que yo abriera los ojos con terror.

—¿Te estás tirando a mi mujer, carechimba? —grité.

—¿Qué? No sé ni quién es su mujer.

—YEIMY, VUELVE CONMIGO, YO SOY MÁS GUAPO QUE ESTE IMBÉCIL —las lágrimas se acumulaban en mis ojos.

—¿De qué mierda hablás? Yo vivo acá y no hay nadie más.

Retrocedí, inspeccionando con atención la fachada de la casa.

—Cierto, cierto, tiene razón, disculpe —regresé al taxi—. Es la siguiente.

Cuando llegamos miré con atención para asegurarme de que esta vez no me estaba equivocando, aunque era difícil hacerlo cuando todo estaba tan borroso.

—YEIMY, YEIMY CRUUUUUUUUZ —grité mientras caminaba en zigzag hacia la puerta.

Ella abrió antes de que llegara, asesinándome con su mirada llena de lágrimas de rabia.

Una miradita, princesa (Charleimy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora