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2 4 | EL RECUERDO DE LA MUERTE

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2 4 | EL RECUERDO DE LA MUERTE

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El grupo de amigos lograron llegar al orfanato luego de un largo viaje. Sophie sintió una corriente pasar por su espalda, ese lugar era escalofriante y no se lo deseaba a nadie, mucho menos a las hermanas Shirley Cuthbert que eran la muestra de la felicidad misma.

Cole, Sophie y Edrick temían por el estado de las hermanas, los tres podían notar que no pasaron buenos años ahí, ningún niño pasaría buenos años en algún lugar como ese. Los cincos se sentaron en unos banquitos para esperar a la directora, no tan lejos habían dos pequeños llorando. Sophie se mordió el labio.

Luego de unos pesados minutos, Sophie se levantó ante la vista de sus amigos y se acercó a los pequeños, aquellos niños no solo le recordaban a sus hermanastros pequeños, sino que a su propia hermana de sangre, Madeline.

-¡Vamos Sophi! ¡Juguemos, pliss!- rogaba la pequeña castaña con algunas que otras pecas y unos ojos de un color azul oscuro.

-Okey, okey. Pero ya no grites.- dijo la pequeña Sophie de unos ocho años, esta estaba estudiando algunas que otras aperturas en el ajedrez.- ¿Qué quieres jugar?

-Papi dice que podemos jugar a las muñecas.- dijo la pequeña y ambas arrugaron sus narices, no le gustaba mucho aquello.- Y mami a las canicas, ¿Qué hacías tu?

-Estudiaba.

-¿Estudiar?, Pero son vacaciones. En las vacaciones no se estudian.

-Pero yo estudió por mi cuenta.

-La ultima clase que tuve, el Sr Everdale se fue tres horas antes.- dijo con una sonrisa maliciosa y Sophie se recostó nuevamente en su cama pero con cuidado para no desordenar el tablero de ajedrez.

-Se fue tres horas antes porque le pusiste un ratón en su asiento.

-Yo no fui, te lo juro. Fue Black.- dijo y la mayor de las hermanas vio a la pequeña.

-Esa es una de tus escusas más tontas, Black esta tan viejo, flojo y gordo que pasa todo el día acostado en el sillón que se apropia en cada casa.

-¡No es cierto! ¡Blacky es un amor!

-Hola, ¿Desean un pastelito? Mi hermana y yo lo hicimos.- dijo Sophie con una sonrisa amable, la pequeña acepto con un asentimiento de cabeza y luego el niño lo tomo, le dió un mordisco y dejo caer algunas lagrimas sobre el pastelito y de nuevo comer otro bocado.

-Gracias, son muy ricos.- dijo el niño y Sophie sonrió.

-Me alegro que les gusten, tengan.- dijo Sophie y les entregó una pequeña canasta con aquellos pastelitos, los niños lo recibieron gustoso y a la castaña le gusto poder haber logrado que dejaran de llorar por lo menos unos segundos, pero su sonrisa se borró al escuchar una pregunta de la directora.

𝐏𝐑𝐎𝐌𝐈𝐒𝐄𝐒 | 𝐠. 𝐛𝐥𝐲𝐭𝐡𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora