10 |Tratando de escapar|

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Siento un par de dedos dibujando figuras en mi brazo y quiero arrancárselos de una mordida al dueño, pero no tengo antojos de moverme y sé que él no tiene la culpa de todo lo que recorre mi mente

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Siento un par de dedos dibujando figuras en mi brazo y quiero arrancárselos de una mordida al dueño, pero no tengo antojos de moverme y sé que él no tiene la culpa de todo lo que recorre mi mente.

—¿Qué te parece si vamos a desayunar? —Me pregunta James, o creo que ese era su nombre. —Yo invito.

No me siento mal, él sabía que lo que hicimos anoche era solo eso: una aventura de una noche ¡Nada más! No se lo dije explícitamente, pero ¿Era necesario? No te acuestas con una persona que conociste en un bar para formar una familia juntos.

Familia...

Mierda.

—Ya te tienes que ir. —Veo directo a mi vestido en el suelo, el cual fue el primero en salir volando durante mi desespero por tener sexo, pero no funcionó y estoy furiosa con James (ahora no estoy muy segura de que se llame así) porque no me hizo olvidar lo que me afligía.

—Vamos, me gustaría conocerte. —Me doy la vuelta y lo encaro. Descubro en su mano que juguetea ahora con mi pecho una curiosa marca delgada en su dedo anular, causada por una argolla que se debió quitar hace poco, porque está muy blanca. —Podemos comenzar con...

—Ya te tienes que ir. —Le repito perdiendo la paciencia. Sospecho que este idiota está casado y se quitó la argolla a mitad de la noche porque yo en mi desespero no la noté al hablarle, o arrancarle la ropa. Solo quería que me follara y me quitara de encima la sensación de Klaus y la familiaridad que me dio el momento que compartimos.

No lo logró.

—Oh, vamos... —Harta lo interrumpo cambiando mi rostro: mis ojos se oscurecen, las venas saltan de color rojo y mis colmillos brotan. —Oh... Wow...

—Ya te tienes que ir. —Le digo por última manteniendo mi rostro de vampiro y finalmente él hace caso a su sentido de la supervivencia, levantándose de la cama, tomando su ropa y corriendo desnudo para huir de mí a pesar de que no tengo ni la energía ni las ganas de perseguirlo.

Estoy sola en la habitación, pero así me he sentido desde que salí huyendo de esa casa. No importa que estuviera en un bar rodeada de gente, no importa cuantos se ofrecieron a "complacerme", no importa que yo tuviera el poder de elegir a uno y que él se quedara conmigo hasta ahora, me siento sola.

Me recuesto de medio lado, cubriéndome con la sábana blanca que ofrece este motel y cierro los ojos, esforzándome por no pensar en ningún Mikaelson, de hecho, trato de no pensar en nada.

No sé cuánto tiempo me esfuerzo en eso, pero siento el colchón hundirse frente a mí y reconozco la presencia y aroma de esta persona.

—¿Cómo me encontraste? —Pregunto sin abrir los ojos, porque estoy agotada de esforzarme en no pensar.

—El registro de la tarjeta lo hizo fácil, Micky. —Malcom responde, metiéndose entre las sabanas conmigo y puedo sentir su pierna cubierta por pantalones de vestir rozando la mía desnuda. —¿Me vas a decir qué pasa?

Keyla {Klaus Mikaelson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora