34 |Clío|

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La musa Clío nos observa con una sonrisa extraña que me asusta porque no tengo idea de qué está pensando y esos pensamientos desconocidos pueden ser en realidad ideas para atarnos ¿A caso no eran los griegos los que creían que el ser humano nacía ...

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La musa Clío nos observa con una sonrisa extraña que me asusta porque no tengo idea de qué está pensando y esos pensamientos desconocidos pueden ser en realidad ideas para atarnos ¿A caso no eran los griegos los que creían que el ser humano nacía con cuatro piernas, cuatro brazos y dos cabezas y que fueron separados como castigo y obligados a buscar su otra mitad?

Me aterra imaginarme pegada a Klaus literalmente por la cadera.

—Haz lo que quieras. —Exige Klaus levantándose del suelo y no suelta mi mano, así que debo levantarme con él para no quedar colgando de su cuerpo. —Átanos para toda la eternidad, únenos de forma impensable ¡Lo que se te antoje!

—Aunque, si no lo haces, te agradeceríamos más. —Suelto yo porque no me gusta eso de que mi alma esté unida a la de alguien más ¡Es mía! Nací con ella y no la quiero mezclar.

—Gracias a ustedes yo fui liberada, debo darles un regalo. —Es una mujer y todas tenemos la misma sonrisa traviesa, ni siquiera una musa griega puede ocultarla. —¿Qué mejor regalo que el que mis hermanas les comentaron?

—¿Cuándo fue la última vez que ataron humanos? —Interroga Klaus, apretando aún más mi mano y desearía que no lo hiciera porque Clío observa y su sonrisa se ensancha.

Él también lo nota y me suelta.

—Hace cerca de cinco mil años.

—¿Y cómo resultó? —Pregunto yo.

—No hablamos de Hades y Perséfone, hablamos de ustedes dos. —Mis ojos se abren de par en par al escuchar eso. —Noto que no quieren esto, ¿Por qué? ¿A caso no se quieren? —Volteo a ver a Klaus esperando que él responda, pero no lo hace, solo me mira a mí esperando lo mismo. Sin respuesta, volvemos a Clío. —Un montón de musas los estuvo vigilando desde hace unos días y lo notó, su familia entera lo nota, creo que Zeus ve más que ustedes y, en serio, ese pobre hombre no ve más allá de unos buenos pechos.

—Esa no fue una buena referencia. —Suelto sin saber bien como sentirme con eso.

—Llevo atrapada siglos, no me disculparé. —Replica ella, colocándose las manos en las caderas e inclinándose un poco hacia adelante para rematar. —Mi punto es que, desde que empezaron los juegos de mis hermanas, ustedes corrían el uno al otro buscando protección ¡¿No notaron como se sujetaban cuando uno de los dos entraba en pánico?! Es un lindo espectáculo, a Eros le hubiera encantado.

—Pues sí, pero es no significa que queramos ser atados eternamente. —Explica Klaus.

—Eso no parecía hace un instante cuando hablaban sobre que no era tan malo acabar atados. —Refuta ella.

—Has lo que quieras. —Expreso lo que él le dijo hace un rato. —¿Nos quieres unir? Está bien, hazlo de una vez.

Clío se ríe llevándose los dedos frente a la boca como se hacía en tiempos pasados, da dos pasos hacia atrás y levanta sus manos.

Keyla {Klaus Mikaelson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora