Keyla {Klaus Mikaelson}

15 |Exorcismo|

—¡Ay! —Me siento en la mesa de torturas donde Freya me puso y la descubro rodando los ojos con mi mirada se enfoca en ella. —¡Lo hiciste a propósito!

—Sería más fácil si abrieras la mente. —Me regaña ella volviendo a sumergir sus manos en el menjurje de hierbas que preparó, luego me muestra las manos, señal de que me recueste de nuevo, lo cual hago. —¿Tienes algo que ocultar?

—Ya te conté todo lo que necesitas saber. —Sus dedos helados por la pasta que los cubre caen sobre mis sienes.

—Decirme que una enemiga tuya está en tu cabeza no me da mucha paz mental que digamos. —Ruedo los ojos, pero detengo el movimiento cuando los dedos se empiezan a encajar en mí. —Además, está muy adentro, no es como si solo le hubieras dado permiso de meterse, es como si hubiera estado ahí mucho tiempo.

—Han sido años. —Sedo en decirle esto, pero es de mala gana porque, si odio verme débil y diabólica frente a mi familia, con Freya mucho más. —¿Puedes sacarla o no?

—Puedo, pero tengo que empujarla fuera y eso se traduce a que me debes dejar entrar a mí.

—¿Así que cambio a una bruja psicótica por otra? —Lucinda ha sido una irritante constante en mi vida, pero he llegado a aprender cómo controlarla (no mucho, pero algo es algo) sin embargo, no sabría cómo hacerlo con Freya, sería cambiar un mal por otro. —¿No tienes alguna poción de bruja milenaria que funcione?

—Contrario a lo que crees, las brujas no hacemos pociones. —Sus dedos se encajan más, abriéndome la piel hasta rozar el musculo. —Piensa en algo bonito. —Esa es su forma de decirme que va a volver a hacerlo y trato de mantener mi mente en blanco, no pensar en nada para que ella no lo vea y me conozca, pero el dolor es tanto que grito y ella se aparta. —Si no abres tu cabeza no va a resultar. —Me regaña nuevamente con el discurso que ya me sé. —¿Qué ocultas, Mikeyla?

—Si yo tratara de entrar a tu cabeza pondrías algo de resistencia, ¿No?

—¿Debo recordarte que tú me pediste el favor? —Toma una servilleta de la mesa junto a mí y se limpia los dedos. —Es suficiente, me voy...

—¡No! —Suplico sentándome nuevamente para poder verla. —Por favor, Freya, créeme cuando te digo que he tratado de sacarla y nadie ha podido, tú eres mi única esperanza. —Detesto sonar suplicante ahora mismo, pero, a pesar de que he vivido con esto mil años, quiero terminarlo. —Solo hay cosas que no me gustaría que vieras.

—Las voy a terminar viendo tarde o temprano si seguimos, así que lo mejor será que me cuentes si quieres que terminemos antes de que tu amiga decida volver a entrar. —Freya sumerge nuevamente los dedos en las hierbas y yo lo tomo como una aprobación, así que me recuesto nuevamente. —Hablar puede ser lo más fácil, me preparas para lo que viene.

—¿Y si lo que te digo no te gusta?

—Mientras no involucre a mi familia todo estará bien. —Sus dedos se encajan en mí de nuevo y aprieto los ojos a pesar de que aún no me duele.