14 |Bruja escaldufa|

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Lucinda me dice que lo que estamos a punto de hacer es un pecado, que se puede comparar con las siete plagas de Moises desatadas de una sola vez y en peor escala, que tardarán siglos en verse los efectos de esto, pero que dejará una marca en la hu...

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Lucinda me dice que lo que estamos a punto de hacer es un pecado, que se puede comparar con las siete plagas de Moises desatadas de una sola vez y en peor escala, que tardarán siglos en verse los efectos de esto, pero que dejará una marca en la humanidad que no se podrá borrar jamás.

Yo le grito que no me interesa, que quiero hacerlo y que si ella no quiere simplemente me entregue el frasco y se retire de una vez por todas, después de todo, eso es lo que sabe hacer mejor su familia: largarse y reaparecer cuando el desastre ya está creado.

Ella me tiende un pañuelo con su mano libre, pero yo no lo tomo y prefiero limpiarme con las manos las mejillas cubiertas de agua. He estado llorando, pero no son solo lágrimas, es nieve derretida también lo que me baña.

Lucinda se guarda el pañuelo en su vestido y ladea voltea en dirección al libro junto a nosotras, cerrándolo, todo eso para no tener que verme a mí y confirmar el hecho de que una que otra lágrima brota de sus ojos, pero las hace desaparecer antes de que pase siquiera el pómulo.

Me dice que esto que quiero es venganza contra un pueblo inocente, que si quiero hacer sufrir al responsable debo encontrarlo y hacerlo pagar directamente, pero yo sé que no fue solo una persona la causante de esto ¡Tuvieron que ser todos! Y yo les haré pagar. Ellos sufrirán, sus hijos, sus nietos, durante siglos Europa sentirá lo que yo siento ahora mismo.

Le romperé el corazón a todo este maldito continente.

Nuevamente le grito que lo haga de una vez o que me lo entregue porque yo si estoy decidida, ella no, porque su calaña es así: son débiles, no se enfrentan a las dificultades y huyen aterrados en cuando descubren lo que la luna llena puede hacer.

Ella observa la ventana donde, irónicamente, la luna llena brilla con gracia y fuerza; tal vez está recordando algo, pero no sé exactamente qué es, además que no me importa, porque todo lo que quiero es que finalmente abra el maldito frasco.

Lo deja sobre la mesa y coloca la mano sobre la tapa, pero la debilidad para hacer lo que se tiene que hacer le gana y yo tengo que empujarla a un lado para finalmente liberar a los demonios.

Lucinda me grita que he desatado el infierno en la tierra, pero lo que veo me decepciona hasta tal punto que mi corazón roto se convierte en decepción. Esperaba que de ese frasco volaran llamaradas fantasmagóricas, espectros, gritos de agonía, entre otras cosas, pero todo lo que hay ahí es un diminuto insecto que puedo aplastar con mi uña.

Ella trata de cerrar el frasco, pero el insecto es más veloz y salta sobre mí. Cuando sus diminutos dientes se encajan en la piel de mi brazo reconozco la irritante mordida de una pulga y sigo decepcionada de que una pulga hubiera sido el mal infernal prometido ¿A caso no pudo ser una garrapata siquiera? Esas son más difíciles de exterminar.

La pulga salta a Lucinda y esta mueve sus manos para con magia lograr quitársela, pero, a pesar de que no le hizo nada, corre hacia la garrafa en la esquina y mete la mano ahí, lavándose la piel limpia porque no hay nada.

Keyla {Klaus Mikaelson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora