41 |Solucionando el problema (Parte I)|

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Quito la sábana del sofá y la cantidad de polvo que brota me hace toser por culpa de mis pulmones humanos

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Quito la sábana del sofá y la cantidad de polvo que brota me hace toser por culpa de mis pulmones humanos.

—No tienes por qué hacer esto. —Klaus aparece, quitándome la sábana como si no tenerla en la mano disipara el polvo que me hace daño. —Llamaré a alguien para que arregle este lugar.

—No hace falta. Espero no tengamos que quedarnos mucho tiempo. —Me dirijo a la siguiente estación, que es lo que parece una mesa, pero él me detiene antes de que pueda siquiera sujetar la sábana. —Que nuestra estancia aquí sea corta no quiere decir que pueda sobrevivir sin un lugar donde sentarme. —Lo molesto y él aprieta los labios. —Tienes que relajarte un poco.

—No sé si lo notaste, pero no soy muy bienvenido que digamos aquí. —No sé qué tenga que ver eso con el polvo, pero decido no preguntarle. —Y tú eres frágil.

—Frágil es un término relativo. —Me suelto de su agarre y tiro de la sábana, levantando una cantidad infernal de polvo que me hace toser tres veces más. —Y, no sé si lo notaste, pero nadie volteó a vernos cuando llegamos, dudo que se acuerden de ti.

—Eso va a cambiar justo ahora. —Frunzo el ceño sin entender lo que dice, mucho menos cuando con gesto agotado se da la vuelta en dirección a la puerta, cubriendo mi cuerpo con el suyo. —Alaric. —Saluda justo cuando un hombre con una ballesta entra en mi campo de visión.

—Klaus. —Regresa el hombre de la ballesta, que ahora supongo se llama Alaric. —Cuando vi a tus hermanos rondando supuse que nada bueno podría estar pasando por aquí.

—Mi...

—Cariño, viendo que el hombre te apunta con eso es más que obvio que no le agradas. —Es una simple ballesta ¿Qué daño le puede hacer? La verdad es que ninguno y tampoco a mí porque Klaus me cubre, sin embargo, el tipo se me hace conocido y solo por eso me agrada automáticamente. —Yo me encargo. —Le doy dos palmadas en el hombro, indicándole que se mueva, pero no lo hace. —Venimos en paz. —Bromeo, hablando con voz extraña. Él ni se inmuta. —¿No? Está bien.

—¿Y tú eres? —Por la extraña expresión que tiene, es obvio que también parezco serle familiar.

¡Momento! Ya sé dónde lo vi.

—Oye, ¡Eres el virgen de la fiesta universitaria! —Grito y el pobre Alarix Saltzman (no puedes olvidar un apellido tan ridiculo como ese) abre los ojos de par en par, teniendo su momento de lucidez. —Nunca olvido una buena orgía, mucho menos una donde debo dar tantas indicaciones.

—Oh, maldito infierno, lo que me faltaba. —Se queja Klaus, haciéndose a un lado solo porque Alaric baja la ballesta.

—¿Keyla? —Pregunta acercándose y cuando tiene un ángulo perfecto de mí se detiene. —No me digas que eres un vampiro.

—Es una historia larga de explicar. —Y no tengo ganas de explicársela a un tipo con el que tuve sexo... cinco veces ¿Recuerdo a las personas con las que me acuesto? Sí, creo que es educación básica. —Y tú eres un cazador.

Keyla {Klaus Mikaelson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora