Los Merodeadores

50 12 5
                                    

     Alistair estaba sobre sus rodillas frente a un terraplén de tierra fresca recién  excavada, con sus hombros caídos y un silencio le envolvía, un maldito y brutal silencio. No podía verlo pero sabía que estaba llorando. La persona mas jodidamente habladora de este mundo estaba en stop. Me pregunté si de un momento a otro estallaría y perdería la cabeza golpeando, pateando y gritando su dolor. Al fin y al cabo le habían quitado algo muy valioso, pese a que no soy el tipo de persona que consuela a otros, permaneci lo suficientemente cerca como para acercar una mano a su hombro. La bebé Bears estaba entre mis brazos dormida, y una punzada de tristeza me apretaba el pecho cuando pensaba en la forma tan cruel en que esta criatura perdió a su madre y Alistair a su esposa.

Ella no merecía morir de esa forma. 

¡No lo merecía, maldición!

Apreté los dientes, con un nudo en la garganta y aparte la mirada mientras mi mente me torturaba con imágenes grotescas de su cuerpo mutilado en un charco de su propia sangre.

Esto era mi culpa...

Si hubiera llegado un maldito segundo antes...

Si hubiera estado más atento esto no habría pasado...

Esto  era mi culpa....

Estuve acompañándolo hasta que la luz grisácea del amanecer se hizo presente y entonces se puso de pie y se encaminó por un sendero que daba a la carretera. Yo lo seguía de cerca esperando cualquier cosa pero Alistair estaba muy calmado, demasiado calmado. Como si no tuviera un conflicto interno debido al duelo. En la carretera no había ni rastro de los malditos que nos emboscaron ¿a donde habían ido esos desgraciados? tampoco me atrevía a preguntarle nada a Alistair. Nos embarcamos en la casa rodante, que estaba convertida en un desmadre con  sillas volcadas en el suelo, papeles y ropa tirada por todos lados. Me abrí paso a la habitación donde estaba la cuna de la bebé y la acosté con cuidado y regrese con Alistair. Paso una semana y la situacion estaba poniéndome de los malditos nervios. Alistair apenas pronunciaba palabra.

Me tire en uno de los asientos traseros y recosté mi cabeza, estaba agotado y sin ánimos, no tarde mucho en quedarme dormido profundamente.

Pero fue el llanto de bebé lo que terminó trayendo mi mente consciente de vuelta a la realidad. Aletargado me puse de pie maldiciendo por lo bajo. Mire hacia donde se suponía que debía estar Alistair y no estaba, eche un par de vistazos alrededor y era como si hubiera desaparecido. La casa rodante había sido estacionada en la entrada de lo que parecía un pueblo fantasma. Mire por las ventanas y el lugar estaba abandonado. Por alguna razón me sentí inquieto, así que fui en busca de la bebé que lloraba desesperadamente. Entre a la habitación quela niña compartía con sus padres y evite mirar las fotografías que habían sobre una mesita de noche. Sentía un nudo en la garganta.
Respire profundo.  

Tranquilo, vaquero  ¿necesitas una falda?

No quería entrar en un estado más vulnerable del que ya estaba. Tome a la criatura en mis brazos y me apresure a salir de allí, cuando atravesé la puerta. Alistair asomaba la cabeza dentro de la casa rodante. Entro dando traspiés con una cerveza en la mano y varias botellas de whisky en una bolsa de plástico y se dirigió a su asiento de piloto y allí se echó a tomarse el maldito cargamento que trajo.

__¿Puedes callarla, por favor?
Su voz sonó atropellada
__ Tiene hambre...
Gruñi con irritacion y le saque el dedo del medio pero simplemente me dió la espalda y siguió en lo suyo, me fui con la niña a la cocina mientras trataba de tranquilizarla.
Por fin conseguí una papilla que su madre le había dejado guardada y me puse a dársela. Después de comer la lleve conmigo en brazos y me senté en el asiento copiloto. Alistair seguía bebiendo en silencio y su mirada estaba perdida en el horizonte. No quedaba ni rastro del hombre que me encontró en la carretera, su dinamismo, su capacidad de ser un líder todo se fue a las cañerías, ahora su apariencia era más como la de un jodido hermitaño al que le molestaba la compañía de cualquier persona. Poco a poco se estaba desconectando del mundo, cualquier deseo de vivir se había extinguido por completo. 

El Club De La Dimensión MDonde viven las historias. Descúbrelo ahora