Llegué a mi humilde departamento, después de haber pasado la tarde con mis amigas, cerca de las 18:00. Dejé mi cartera en la mesa, me senté en el mueble con la portátil sobre mis piernas y encendí el dispositivo para empezar a trabajar.Ser escritora no es lo más divertido que haya echo en mi vida, ni tampoco es el trabajo más fácil, como algunos creen, es interesante y eso es una razón más que suficiente para continuar. A veces lo interesante es mejor que lo divertido.
Paul, mi gran Golden, no tarda en venir y sentarse a mis pies, acaricio su cabeza un rato.
Entonces el teléfono suena y suelto un bufido poniéndome de pie.Nunca puedo empezar a trabajar sin ser interrumpida al menos una vez.
Rodeo la pequeña sala y tomo el aparato sobre la mesa.
—Brooke— contesto la llamada mientras vuelvo al sofá.
—¿Brooklyn Woods?— pregunta una voz masculina del otro lado de la línea.
—¿Si?
—Soy Chad Blake. Estoy seguro que ha oído hablar de mi.
—Así es— titubeo.
No. Puedo. Creerlo. Chad Blake, el dueño de la editorial más famosa del país, acaba de llamar a mi departamento. A mi muy humilde y pobre departamento que seguro ni se compara con su penthouse en el centro de la ciudad.
—Hace poco recibí una copia de su más reciente trabajo y debo decir que estoy impresionado, me gustaría que viniera a mi oficina en un par de días ¿está de acuerdo?
—Por supuesto, gracias— suelto—. Oiga, ¿qué día y hora?
—¿Le parece el jueves a las 9:00?
—Si, a esa hora es perfecto. Gracias.
—Gracias a usted— dice y la llamada se cuelga.
¡Tendré una reunión con Chad Blake!
Miro a Paul que tiene la lengua afuera y la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha. Río al verlo así.
—¡Ven acá bola de pelos!— lo llamo y corre hacia mi.
Me agacho hasta su nivel y monta sus pesadas patas en mis hombros. Acaricio su suave pelaje mientras lo mimo como a un bebé.
—¿Quieres dar un paseo?
Seguramente me veo patética hablando con mi mascota, pero me queda el consuelo de que él me entiende. A veces. Busco la correa y la engancho a su collar, salimos del departamento y la vecina de al frente, Marissa, me sorprende.
—Hola Brookie— me saluda con ese tonto apodo que ella misma me colocó.
—Buenas tardes Marissa— le de vuelvo el saludo y sigo con mi camino.
Marissa es una señora de aproximadamente 70 años, es de piel oscura, bastante alta y con un poco de sobre peso. Es una mujer muy dulce y divertida, suele invitarme a tomar chocolate caliente y contarme sus travesuras de pequeña. Me agrada todo de ella, excepto el hecho que me llame Brookie.
Me paro en la acera frente al edificio en que vivo para llamar un taxi. Pasaron dos que ni se molestaron en preguntar a dónde iba. Eso suele pasar cuando salgo con Paul, nadie quiere a un perro de 50 kilos en su taxi. Después de algunos minutos más decido caminar.
Una vez en el parque suelto la correa de Paul para que haga sus cosas, me siento en el mismo banco de siempre y saco un libro para pasar el rato.
—Disculpe señor ¿qué hora es?— le pregunto a un hombre sentado junto a mi.
—Las 19:05, niña— responde y asiento con una sonrisa agradecida.
El viejo cerró su periódico y se fue. Fruncí el ceño viendo como se alejaba con un bastón de madera. Tal vez fue una casualidad y el hombre ya se iba o tal vez le caí mal, no lo sé.
Guardo el libro en mi bolso y me pongo de pie con la correa para buscar a Paul.
—¡Paul!—lo llamo pero no lo veo.
Paso la mirada por todos los perros a mi izquierda pero ninguno es Paul. ¿Cómo se puede perder a un perro tan grande?
Detengo la mirada en un chico rubio que corre alrededor de la fuente en el centro del parque. No me toma mucho reconocer al rubio pues alguien como él nunca pasaría desapercibido. Aparto la mirada cuando nuestros él nota que lo estoy viendo. Finalmente veo a Paul tomando agua de dicha fuente y corro hacia él con un poco de vergüenza, de todos los lugares tenía que antojarse de la fuente.
Le pongo la correa y tiro de él intentando despegarlo de ahí antes de que le de por meterse o algo pero.
—¿Cuál es tu problema con esta fuente? pregunto acariciando su peluda cabeza.
Estos perros son un engaño total, siempre los ves en las revistas llenos de lodo y su pelaje es brilloso, incluso se ven tan obedientes, si supieran todo lo que tienen que hacer para que un perro de estos tenga un pelaje tan suave. Y aparte haga caso.
Me pongo de pie y por andar distraída con Paul alguien me choca o yo choco a alguien que casi me lleva por el medio. ¿Qué digo casi? Fui a dar justo al piso. O eso creía.
Trago con dificultad al ver el rostro del chico que a) me lleva por el medio y b) me atrapa justo antes de caer al suelo.
—Lo siento— me disculpo con torpeza y me ayuda a reincorporarme.
Sus manos me sujetan de la cintura como si fuera a caer de nuevo, el calor que emana su cuerpo me invade y hace que de cierta forma quiera que me abrace. Tiene el rostro un poco sudado y sus mejillas rosadas. Sus manos se alejan de mi cintura cuando Paul posa sus patas en las rodillas de Steve.
—¿Cómo se llama?— pregunta acariciando al golden.
—Paul.
El rubio se quedó encantado con mi odioso perro, quien al parecer también estaba encantado con él. Se levantó del suelo y al verme reparó en mi presencia.
—Steve Rogers— se presentó extendiéndome su mano, la tomé.
Como si ya no te conociera.
—Capitán— pronuncio—. Brooke, Brooke Woods.
—Un placer conocerte Brooke— dice y me mira unos segundos antes de irse.
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El Capitán América y Tú ©
FanfictionBrooke Woods, una escritora común y amante de la historia recibe una llamada: el dueño de una de las mayores editoriales del mundo quiere hacerle una entrevista. Poco a poco se ve dentro del agitado mundo de los héroes da inicio una profunda investi...