Hace mucho frío y todo está oscuro. El cloroformo perdió su efecto hace unos diez minutos y me tomó cinco reincorporarme completamente. No tengo ni la menor idea de dónde estoy, tengo mis ojos cubiertos y mis manos amarradas tras mi espalda. Mis dedos acarician la superficie plana y lisa sobre la que estoy sentada, podría decir que es el suelo si mis pies no estuvieran colgando, lo cual me da una horrible sensación de que alguien tirara de mis pies en cualquier momento.Dicen que cuando no se tiene alguno de los cinco sentidos los otro cuatro se agudizan, veamos si es cierto.
Inhalo y exhalo relajando mi respiración y cuerpo, blanqueo mi mente y me dejo llevar por el ambiente que me rodea a través de el olfato, oído y tacto. Golpeo la superficie lisa con mis uñas y el eco se expande rápidamente, es un espacio amplio, demasiado. Huele a gas, puedo estar en un cuarto de máquinas o hay una fuga de algún gas o estoy cerca de una gasolinera. Puedo sentir mis muñecas arder y empezar a sangrar por el ajustado alambre.
Escucho pasos acercarse, es un hombre por su colonia, escucho el roce de un metal, por lo que creo que, está armado con un revólver o navajas.
—¿Qué hago aquí? ¿Dónde estoy?— exijo sin pizca de miedo o alguna emoción que me vuelva vulnerable.
Está muy cerca, puedo sentir su olor cada vez más intenso. Una mano se posa en mi cintura y me desliza hacia adelante. Tambaleo mis pies y doy con sus piernas, estoy entre sus piernas. El arma hace contacto con mi piel y esta se eriza.
Puedo sentir su aliento en mi cuello, estoy empezando a asustarme. El arma roza mi garganta y trago con dificultad. El chico trata de besarme y me aparto.
—¿Quién eres?— pregunto de nuevo de forma sutil con un tono bastante frágil.
—¡Cállate!— ordena e inmediatamente reconozco su voz.
—¿Por qué me tienes aquí? ¿Qué hice para que quieras hacerme esto?— sigo preguntando y escucho un sollozo, más bien dos.
Uno de mi parte y otro por parte de él. Me grita de nuevo y me encojo en mi lugar bastante intimidada.
—Lo siento Brooke, yo no decidí esto. Tu... Tu madre me dijo que debería hacerlo por tu bien— dijo con tono titubeante.
Siento que se aleja y tambaleo mis pies para ubicarlo, pero no lo siento. Unas manos toman las mías y el duro a alambre se afloja alrededor de mis muñecas, una vez libres llevo mis manos a mis ojos para apartar la venda que me mantenía a ciegas. Lo primero que busco son mis muñecas, están sangrando levemente, paso mis dedos con cuidado y veo que las heridas empiezan a cicatrizar, en cuestión de segundos los cortes desaparecen y los reemplaza unas simples y pequeñas manchas de sangre. Miro con horror mis muñecas por lo que acaba de pasar. Mis uñas parecen empezar a teñirse de un azul más oscuro lo que hace que me asuste más de lo que realmente ya estoy.
¿¡Cómo se supone qué es esto posible!?
¿¡Por qué cicatricé en sólo dos segundos!?
Alzo la vista y encuentro al castaño apuntándose a la cabeza con el revólver.
—Hey tranquilo, no tienes porqué hacer eso— digo bajándome del mármol liso y brillante.
Él retrocede a la vez que yo avanzo, extiendo mis manos hacia él y las elevo un poco para demostrarle que no oculto nada.
—No tengo con que hacerte daño— digo con un tono dulce.
Finalmente llego hasta él y tomo su rostro entre mis manos. Seco la lágrima y él deja caer parte de su peso en mi hombro, lo dejo que se relaje, sus mano envuelven mi cintura. Con cuidado deslizo mi mano derecha por su brazo izquierdo, al llegar a su muñeca bajo un poco más y tomo el arma. Él se aleja de mi y por un segundo sé que quiso alejarme, pero se contuvo, sus ojos se clavan en lo míos y se inclina un poco.
Maldición, no puedo creer que vaya a hacer esto.
Me empujo hacia él y uno nuestros labios se unen. Sus músculos se relajan y, antes de que podamos durar más de lo necesario o la situación se vuelva comprometedora, le arrebato el arma usando su abdomen como soporte para impulsarme hacia atrás.
Limpio mis labios y él alza ambos brazos al nivel de su cabeza.
—Sácame de aquí— ordeno y él se gira hacia su izquierda, nos alejamos un poco de la luz y tantea una pared, supongo yo, buscando la puerta.
Cuando cree que he bajado la guardia trata de quitarme el revólver, pero logro apartarme antes de que eso ocurra. La puerta se abre y le indico con la cabeza que salga primero. Cuando salimos de aquella habitación pasamos a un cuarto con máquinas, estas son de diferentes tamaños y expulsan diferentes gases, óxidos y vapores.
Me mantengo a una distancia prudente entre estas y Pittsburg, sólo por seguridad. Minutos después llegamos hasta una compuerta que él abre y nos lleva a otro pasillo, pero esta vez lejos de las máquinas.
—¿Cómo hiciste para traerme hasta acá?— pregunto basándome en todo lo que hemos caminado más lo que me imagino nos falta por caminar.
—Te despertaste unos metros más atrás, pero te dormí inmediatamente, seguramente no lo recuerdas— dice y era totalmente cierto.
Mis brazos se cansan por mantenerlos a la altura de la cabeza del moreno, pero no estoy dispuesta a bajar la guardia, no por ahora.
—Esta es la última.
—¿Por qué sonríes?— pregunto al ver que me mira sobre su hombro con una sonrisa sin mostrar los dientes.
—Fue lindo haber probado tus labios— dice y lo miro con asco.
¿Por qué será que atraigo tantos lunáticos? Me siento rodeada de locos.
Lo empujo con el arma hacia adelante y la puerta se desliza dejando que el amargo olor a café entre a mis fosas nasales. Apenas me adentro en el pasillo puedo sentir una ola de tensión, una luz roja ilumina el pasillo, lo cual pienso que es malo.
—¿Qué ocurre?— pregunto más para mi que para Pittsburg.
Doy un paso en falso y antes de caer unos brazos me sostienen.
—Señorita, ¿está usted..— se detiene al ver mi rostro—. Bien?
—¡Dr Banner!— exclamo y le doy un fuerte abrazo.
Aprovecho y meto el arma en la parte trasera de mi pantalón y la cubro con la blusa. Él ríe levemente y tras unos segundos nos separamos.
—¿Dónde estabas? Todos te buscan, Steve está por explotar— dice y río.
Me giro hacia donde se supone que debería estar Pittsburg, y para mi sorpresa aun esta ahí, observándonos con los brazos cruzados.
—Él me encontró— digo y Banner lo mira con el ceño fruncido.
El castaño me mira confundido y yo le guiño un ojo a escondidas de Banner.
—Vamos con los demás— dice Banner sin apartar la vista de incredibilidad de Pittsburg.
—¿Por qué dijiste eso?— susurra Pittsburg.
—Tenemos que hablar antes de que te encierren.
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El Capitán América y Tú ©
FanfictionBrooke Woods, una escritora común y amante de la historia recibe una llamada: el dueño de una de las mayores editoriales del mundo quiere hacerle una entrevista. Poco a poco se ve dentro del agitado mundo de los héroes da inicio una profunda investi...