El Capitán América y Tú ©

Capitulo 31

—Eres un bastardo— susurro y Tony pega su oreja a mi celular.

Esto se ve ridículo.

—Bastardo o no vas a hacer los que yo diga, a menos que quieras que papi y mami paguen las consecuencias.

—¿Cómo sabes de ellos?

—De algún algún lado tuvo que salir una rata como tú.

—No me confundas contigo.

—Vamos al grano. En el siguiente piso hay un armario a la derecha. Tú entras aquí sola y me acompañarás a dar un paseo. No tardes— la llamada se cuelga y suelto un gruñido.

—Doctor lamento informarle que tenemos un problema mayor.

—¿Es peor que un grupo de hombres armados persiguiéndonos por el edificio?— cuestiona sin aire.

Tiene una mano en su corazón y hace muecas como de dolor, tengo miedo que se transforme.

—Por favor no se alarme, creo que aquí nadie quiere que se desate el otro sujeto— intervengo torciéndole los ojos a Tony para que deje de provocar a Banner.

—¿Qué haremos?— pregunta Banner una vez que termino de explicarle lo que Luke pedía.

—Plan A: Irás como él dijo, pero antes llama a Steve y ten la llamada activa en todo momento. Nosotros estaremos esperando a que salgan y los seguiremos hasta donde podamos— explica Tony.

— Ustedes sigan, puedo manejar esto sola. Y sólo por curiosidad ¿cuál es el plan B?— pregunto y Tony se encoge de hombros.

—Aun no he pensado en eso, mi mente no funciona con anticipación, sino en el momento justo— ruedo los ojos y busco el número de Steve.

Salgo del armario sigilosamente y busco señales de algún vigilante.

Despejado.

Subo al siguiente piso y a mitad de escalera saco mi celular de nuevo y marco. La primera vez no atiende, pero la segunda si, guardo mi celular en los bolsillos delanteros y continuo mi camino hacia el lugar que Luke indicó.

Respira Brooke, tranquila.

Estoy por abrir la puerta, pero esta se abre antes dejando que una mano salga y tome mi muñeca llevándome hacia adentro. Otra mano cubre mi boca, empiezo a alterarme por tener su cuerpo cerca del mío. Las imágenes de lo que pasó aquella noche vuelven a mi mente como bombas y las lágrimas empiezan a salir.

—Hueles delicioso— susurra en mi oído y mi piel se eriza.

Me tambaleo un poco, pero no logro soltarme de su agarre.

—No te muevas, si gritas te arrepentirás— amenaza y me quedo quieta.

Aparta su mano de mi boca y luego me hace girar hacia él. Su rostro es casi irreconocible, tiene ojos de loco, sus facciones están desgastadas, ojeras marcadas...

—Saldremos de aquí y no te dejaré ir hasta que encontremos el Dēceptōris. Si me complicas mucho las cosas prometo no dejarte con vida.

—Estás loco.

—De una forma sana.

—No hay nada de sano en tu locura.

[...]

—¿Qué lugar es este?— pregunté bajándome del auto.

—Mi casa— responde y me guía hacia adentro.